Pasaron, pero no los desalojarán. |
En alguna parte leí una analogía
sobre el poder de la naturaleza. Ante una tormenta devastadora, ¿Qué
resiste más: un árbol recio o la frágil hierba? Visualiza el árbol
de tronco robusto, enorme, muy difícil de talar. Y ahora contempla
un tallo finísimo de hierba que un niño rasga con poco esfuerzo.
La tormenta parece aglutinar el poder
de las formas primigenias de la naturaleza. El árbol más vigoroso
cae y la hierba se empapa, se zarandea mil veces, pero persiste.
Es decir, oponerse al avance natural de
los elementos no sirve para nada. Las tormentas, la lluvia, el
viento, el ciclo de la vida (incluida la muerte) y los sentimientos,
sí las emociones, son imparables.
Los árboles, los toldos, las tiendas
de campaña, un grupo de manifestantes y los argumentos lógicos se
pueden contrarrestar, aplacar e incluso aniquilar. Pero no así la naturaleza ni el espíritu de los manifestantes.
Por eso, no importa que los partidos
políticos adopten o deshereden el movimiento del 15M. Poco interesa
también, excepto para los sociólogos, las razones de los que están
en contra o a favor del 15M.
El espíritu que recorre este
movimiento social es el mismo que impregnó la Revolución Francesa,
la de los Claveles y otras tantas. Es la misma fuerza que motivó a
los seguidores de Jesucristo y Gandhi. Se trata de un claro
sentimiento irracional que palpita agitado porque una amenaza se
cierne en el horizonte y pone en peligro la supervivencia. Lo
antinatural sería no hacer nada.
Por supuesto, que se puede
racionalizar. Y no dejarán de salir publicados informes,
reflexiones, vivencias, propuestas y un sinfín de argumentos
lógicos.
Sin embargo, la gente no se reúne en
las plazas porque hay motivos razonables, que los hay, sino porque el
sentimiento es de indignación. De ahí que se les denomine
indignados y no sólo porque alguien publicara un libro aludiendo a
la indignación general.
La globalización, creada para
convertir el mundo en un gran bazar capitalista donde unos pocos
ricos se aprovechan de una inmensidad de pobres, tenía un reverso
mucho más edificante que sus ideólogos menospreciaron.
En efecto, los arquitectos del Sistema
conocían el riesgo, pero pensaron que el pueblo adormilado no
respondería. Por desgracia para los ingenieros de la globalización,
los ciudadanos del mundo (los que sobreviven) son menos ignorantes
ahora que nunca antes y, aunque son más manipulables, también
tienen la oportunidad de aunar fuerzas y compartir ideas y
sentimientos a un coste bajo y de una manera muy sencilla. Por
ejemplo, Internet.
Lo local es internacional. Y lo
internacional es local. Para lo bueno y para lo malo. A la naturaleza
inviolable del 15M no le importa si en Catalunya CIU les deja acampar
porque ahora le conviene políticamente y hace un año los trataron a
palos. Tampoco le intimidan las amenazas desde Madrid, cuyos
gobernantes ven una amenaza política aunque no les restó apenas
votos en las Elecciones Generales.
Al 15M le sobran, por supuesto, las
adhesiones a toro pasado de los partidos de izquierda y les alienta
más todavía la condena de la derecha española rancia. Es muy
fácil: una condena moral por parte de estos políticos que tanto han
mentido y robado, a los que sólo le importa el sustento de los
poderosos, es un tiro errado.
Respetar y disfrutar el 15M no es sólo
acampar, sino dar lo mejor de cada uno en virtud de un bien común.
La importancia de dejarse ver es sólo relativa, porque sirve a dos
propósitos: presionar a los mandatarios y animar a despertarse a los
que viven dormidos en el sueño de la clase media europea.
El movimiento del 15M se ha convertido
en un ciclón, al que no le valen filiaciones políticas ni encuestas
ni estados de opinión mediáticos. Es tan simple como el derecho a
vivir con dignidad y mientras haya desalojos de gente que quiere
trabajar para pagar su vivienda y no puede (sólo pondré este
ejemplo), el mundo estará mal organizado, mal planteado y, por
tanto, necesitará un reajuste natural.
Por desgracia, a este caso, que se da
cada día aunque a ti no te ocurra y supone un drama real (a menudo,
una tragedia) hay que sumarle una lista enorme de injusticias que día
tras día se agrava.
Una lista brevísima: la precariedad
laboral, la corrupción política, la corrupción jurídica, el
maltrato a los inmigrantes, el ninguneo a la salud del planeta, el
desprecio a la cultura, la violación de la intimidad, etc.
Y, en el fondo, el 15M apunta
directamente a la raíz del problema: la creencia consciente o
inconsciente de mucha gente que considera que sólo importa su
bienestar económico y el de sus allegados, saltándose a la torera
todos los principios de solidaridad y humanidad, sin los que hoy día
la Tierra sería un asteroide calcinado por una guerra nuclear.
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