Todo fluye y nada es igual ahora que hace un segundo.
Un incendio en Nueva Delhi puede afectar a la vida de un granjero islandés y, además, los seres humanos estamos conectados unos con otros con un máximo de siete categorías (sí, eso tan gracioso de que eres pariente de Bush y de Stalin).
Las energías negativas nos llevarán al desastre y, al contrario, los buenos designios y una voluntad de hierro nos llevarán al éxito, "El secreto" y sus seguidores dixit.
Luego está el tema del karma. Haz el bien, que si derramas la mala leche por el bidé te acaba cayendo en la coronilla.
Otra prueba más de que somos budistas: todos hemos pensado en hacer alguna clase de yoga e incluso hay casos de gente que lo practica.
Por si fuera poco, el propio Dalai Lama no niega el Big Bang e incluso confiesa que aceptará que la reencarnación no existe si la ciencia demuestra. Igualito que el Vaticano.
Por estas razones y otras muchas que tienen que ver con el encierro interior al que nos vemos obligados a someternos para olvidarnos de la jauría del mundo, no podemos afirmar con rotundidad que no rendimos cuenta a ninguna religión.
A casi todos los españoles nos hicieron católicos a la fuerza. Sin embargo, la propagación del budismo es ya una realidad universal y silenciosa. Por lo menos no es forzosa, ¿o sí lo es, sólo que no nos damos cuenta?
¿Es forzoso comer pizza al menos una vez a la semana? ¿Nos obligan a ver películas de Hollywood? ¿Alguien nos pone una pistola en la cabeza para que contribuyamos a las idioteces virtuales como, por ejemplo, la coronación de Belén Esteban? Seguro que a vosotros se os ocurren más preguntas retóricas. Por hoy ya está bien.
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