Sucedió este verano: Catalunya prohibió las corridas de toros y, como no había muchas más noticias que dar en territorio español (y porque a nadie le interesa que en África y en media Asia se mate la gente), la ley se convirtió en polémica nacional. Ahí van unos apuntes después de varios meses de conversaciones, lecturas y reflexiones. (Por cierto, si quieres saber qué pinta la foto de los pollos cuando en el título se lee claramente "toros", haz caso del mensaje):
Primero, un recordatorio: el parlamento catalán representa a la ciudadanía, porque fue elegido democráticamente. Por lo tanto, sus decisiones se deben respetar, aunque por supuesto se puede estar de acuerdo o en desacuerdo.
Las leyes del parlamento catalán no repercuten en el resto del territorio catalán. Por eso, si un señor de Burgos se disgusta por la prohibición de las corridas en Catalunya, se puede evitar fácilmente el disgusto, pues la ley no tiene validez en Burgos ni en Cuenca ni los miles de municipios y ciudades que quedan fuera de Catalunya.
Mucha gente, especialmente los que no viven en Catalunya, declaró en su momento que el ciudadano tenía derecho a elegir a qué espectáculo acudía. De acuerdo. Sin embargo, los toros carecen de voz o voto, igual que los perros, los caballos o los pinos carrascos. Por eso es responsabilidad de los legisladores velar por sus derechos.
Dicho esto, me mojo: en Catalunya deberían ir más allá, y no me refiero sólo a la prohibición de las típicas, trágicas y bárbaras fiestas con vaquilla, sean golpeadas, quemadas, burladas o muertas. Un pueblo moderno y responsable debe garantizar el respeto de todos los seres vivos que dan riqueza a su territorio. Y eso significa que hay que terminar ya con las granjas que explotan salvajemente a gallinas, terneras y vacas (de ahí la foto).
La aberración que entraña la crianza de los animales en el mínimo espacio posible, sometidos, además, al engorde rápido a partir de preparados artificiales no sólo perjudica el equilibrio del planeta, sino a la salud de los que consumimos carne. Tampoco los vegetarianos se salvan: ellos lo saben muy bien. ¿Qué cultivo se salva hoy en día de la contaminación que supone la plantación de transgénicos a escasos metros, por no hablar de pesticidas y productos químicos dañinos?
Cuando España (y también Catalunya) proteja la flora y fauna de su territorio como se merece, esto es con el máximo respeto, entonces daremos un paso hacia el verdadero desarrollo cultural. Cuando, además, se imponga la cordura a las leyes del mercado capitalista para generar alimento sostenible y con la mínima adulteración, entonces seremos un poco más felices.
Propongo, además, que se utilicen los invernaderos para paliar el hambre en el mundo, porque es verdad que en poco tiempo se pueden generar toneladas de vegetales. Y, de paso, los instalen en los países que los necesitan para acabar con el paro y con las hambrunas. Si España quiere ser un país desarrollado debería empezar a potenciar la agricultura sostenible.
En esta página web encontraréis el título de documentales muy interesantes sobre el tema de la nutrición.
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