La prensa nunca ha tratado de influir en el proceso. |
En realidad, han sido muchos meses. Y, como si de un juicio interactivo se tratase, el ciudadano español ha tenido la oportunidad de ir modulando su opinión hasta que, mucho tiempo antes de que se celebrase el juicio, excepto los conspiranoicos*, todo el mundo ansiaba la condena de Bretón. De soslayo, el debate continuo ha seguido por derroteros que pensábamos agotados como la consideración de instaurar la pena de muerte.
En realidad, pese a quien pese, nos han entretenido con el morbo, también los hechos, de dos de los asesinatos que frecuentemente ocurren en este país y en prácticamente todos. Como sucede con todos los datos incómodos, es complicado obtener datos fiables, aunque se sabe que en España, entre 2004 y 2007, 52 padres mataron a sus hijos. Más actuales son los números respecto a asesinatos y homicidios, 363 oficiales en el país durante 2012. Obviamente, sin contar la gran cantidad de gente que desaparece y de lo que hablamos en el post anterior.
En el fondo, analizando friamente el caso Bretón, al que se le habrán dedicado horas y horas de metraje, uno no deja de extrañarse cuando a un bebé encontrado muerto en un contenedor se le dedica menos de un minuto en algunos noticieros y una quinta parte de una columna en un periódico. En adelante, no se suele saber nunca más el resultado de las investigaciones, suponiendo que las haya y, si se condena a alguien por el crimen, lo que en cualquier caso nunca sabremos el destino, o al menos, el nivel de reinserción de los asesinos.
¡Y olé! Bárcenas, en tiempos de Bretón. |
Dicho esto, dentro de 20 años se hablará del terrible asesinato que paralizó un país en lugar de decir la verdad: el execrable crimen con el que los medios trataron de paralizar un país. Y lo consiguieron.
Al fin y al cabo, y que nadie se espante por la dureza de lo que voy a decir, los niños ya están supuestamente muertos, pero cada segundo que se deja de hablar del paro, de los desahucios, de la pérdida de poder adquisitivo, de recortes en los servicios público, etc., se está aumentando la agonía de gente que merecía un mejor futuro por delante.
De paso, se cierne una cortina de humo más sobre los corruptos, los poderes fácticos y las multinacionales, verdaderos responsables de la que ya es la peor crisis capitalista de la Historia.
Como es sabido, y esto se estudió muy bien tras el crack del 29, una crisis económica global acarrea una pérdida de valores, incluso una inversión de normas éticas, y un agujero negro en la cultura y la esperanza de las nuevas generaciones. Aquel derrumbe económico acabó en barbarie generalizada. Lo que nos traerá esta crisis teledirigida está por ver. De momento, hay una merma en servicios y la sensación creciente de que este sistema no sólo no funciona, sino que además es perverso y pernicioso.
Del lado positivo, podemos apreciar que hay un despertar social y una nueva conciencia respecto a los problemas del mundo, que se habían dejado casi exclusivamente en manos de los partidos políticos, plegados a su necesidad de financiarse y, por tanto, a los que les pueden financiar.
Pedro J., adalid de la verdad que le interesa y antiRajoy. |
Espero no ser yo quién te dé la mala noticia: la realidad sigue aporreando tu puerta, sólo que ahora habrá menos ruido para disimular que los problemas sólo acucian a los demás.
En particular, echo de menos la oportunidad para indagar más en el aumento alarmante de trastornos psiquiátricos y psicológicos en la sociedad contemporánea. Incluso alguna indagación más sobre el origen del mal.
Puesto que los peritos psiquiátricos tuvieron que decir que Bretón estaba tan cuerdo como tú y yo, por si acaso le caían menos años y el público se quejaba del espectáculo, hemos perdido una oportunidad más y nos han colado una de esas mentiras que parecen superfluas para la sociedad, pero que ayuda a menoscabar los cimientos de lo que sea que estábamos construyendo.
*NOTA: Los conspiranoicos son inmunes al sufrimiento que provoca ver caer pieza a pieza el estado del bienestar. Para ellos, los niños viven en alguna parte, seguramente en una base secreta de la CIA, y Bretón es víctima de las drogas experimentales que se aplica a los soldados.
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