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Evo Morales: aterriza como puedas (casi un monólogo)

Evo Morales supera a Tom Hanks por goleada.
El ministro español de Exteriores debería llamar a consultas al embajador boliviano en Madrid. Qué desconsiderado Evo Morales, que no quiso invitar al señor embajador de Austria a subir a su avión a tomar un café. Hoy en día que por treinta céntimos tienes un capuchino en condiciones y no aquel café que te servían en Iberia, alguno tan antiguo que en vez de poso tenía las raíces más tiesas que un baobab.

Al fin y al cabo, no acabo de entender este lío con el ex agente o colaborador, según quien lo cuente, de la CIA. Al final de la Segunda Guerra Mundial había más nazis en tránsito hacia Argentina que en las cárceles alemanas y nadie se dedicaba a inspeccionar barco por barco.

También es verdad que los tiempos han cambiado. No me imagino en los años cuarenta que un presidente en su barco se negara a servirle un café a un embajador que pasara por allí con su bote, o que tuviera la deferencia de acercarse al puerto para transmitirle un mensaje por radio: "por favor, déjeme que le haga un abordaje de cortesía y, de paso, le sacamos una foto a Hitler, que los rusos han quemado todo lo que quedaba de él".


La culpa de este lío la tiene Snowden, desde luego. Para encontrarse con un espía tan desastre hay que remontarse a la serie de televisión del Superagente 86. En el barrio donde vivo no me saluda nadie, porque las personas, aunque son muy simpáticas, no caen en la cuenta de quién soy: un chico con gafas, entradas... (vaya, podría ser cualquiera), pero si entra Snowden por la puerta de la panadería, yo creo que se encuentra una tarta con su retrato esculpido en nata montada.

En serio, no se habla de otra cosa. Incluso están pensando en ponerle el nombre del agente a la plaza John Lennon. "¿Y ése quién es, el de la guitarra y los pelos largos? Ni idea. A cualquiera le ponen una plaza. Y el pobre Snowden, ¿qué? Ni una mala escalera".

El chico, también hay que reconocerlo, se deja querer y envía su currículum a todos los países que encuentra en la Wikipedia (es un poco caradura, pero bueno, en la vida más vale ser resuelto). Además, es previsor. No pide trabajo ni un apartamento. Directamente va buscando asilo. Supongo que, al ser tan inteligente, ha descubierto que al final lo que cuenta no es la cantidad de casas que atesoras sino las vistas del geriátrico y la calidad de las partidas de dominó.

En la séptima ventana se ve claramente a Snowden (amplía, amplía).
A mí este asunto me ha conseguido enfadar. Cuánta hipocresía. Evo Morales tiene motivos más importantes para enfadarse con Obama: por ejemplo, podría echarle la bronca por inducir a los bolivianos a comprarse iPads, iPhones y todas esas cosas inútiles y caras que traen de cabeza a las familias. Por no hablar de las series de televisión. Desde que se emitió Sexo en Nueva York, los bolivianos, como todos los demás ciudadanos del mundo, tienen que gastarse el sueldo en gimnasios, depiladoras y, aun así, no consiguen una novia decente. Mejor dicho, indecente, que es bastante más divertido.

Respecto al feo que le ha hecho Europa, Morales no puede quejarse: yo he visto bolivianos colgados de un andamio por 600 euros al mes y eso sí que es maltrato. Por ese sueldo, no hay manera de hacer carrera en el Circo del Sol. A lo sumo puedes acabar como un mal peón de albañil.

Eso sí, lo que me parece bonito es ver a tantos dirigentes latinoamericanos juntitos, haciendo piña (colada). El único peligro que le veo es que acaben todos vistiendo chándales de colores como Maduro. Aunque si les enseña a hablar con los animales, siempre pueden vengarse de los países colonizadores enviándoles bandadas de cuervos y gaviotas como en Los pájaros, de Hitchcock. Yo preferiría que alguno siguiese los pasos de San Francisco de Asís, pero no siendo el fraile bolivariano lo veo complicado.

Instantánea que demuestra que Evo sí tenía café en el avión.
Lo sé, lo sé. No trato con seriedad el tema, pero es que me parece una idiotez. Ese señor, el de la CIA, en realidad quería ser portero de edificio para contar todos los cotilleos a los vecinos. Y al equivocarse de oficio, el señor Snowden se ha saltado unas cuantas leyes. Seguramente, sin querer. Ahora bien, si algún país piadoso quiere recompensar su error de vocación profesional con una estancia pagada en su embajada, a mí me parece que de tonto no tiene un pelo el bueno de Snowden. Lo único que me da rabia es no poder hacer lo mismo. ¿Qué tengo que hacer para pedir asilo político en Costa Rica?

Personalmente, cuando veo cómo toda la atención mundial se centra en un chivato que, a pesar de su juventud, se quiere jubilar en el extranjero en vez de vérselas con sus jefes, yo pienso en la falta de trabajo, en las subidas de precios, en el desmantelamiento de la sanidad y la educación pública en España, en la corrupción de los políticos, en la ligereza de los jueces y fiscales y, ahora en serio, me cago en la puta madre que parió a Snowden, en Neymar, la monarquía, las independencias y en todo lo que sirve para seguir jodiendo la marrana a los pobres españoles que todavía pretendemos poner en práctica nuestros estudios primarios y algún consejo de la abuela, que nunca viene mal.

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