Aproximadamente un millón de personas desaparece al año en los Estados Unidos y Reino Unido. Dadas sus buenas relaciones, estos países cruzan datos, pero no hay cifras sobre el total de gente desaparecida en el mundo.
Esta circunstancia obliga a examinar país por país con la dificultad que esto acarrea, sobre todo en regímenes tan cerrados como China, Corea del Norte, etc. Tampoco hay que ser muy avispado para sospechar que a ningún gobierno le conviene dar la voz de alarma sobre el número de desapariciones. Una de las razones principales, por desgracia, es que este tipo de datos ahuyentan las inversiones extranjeras y crean incertidumbre en organismos internacionales.
El caso de Australia es ejemplar. Sus autoridades mantienen esta página web en la que los ciudadanos pueden denunciar nuevas desapariciones o aportar pistas sobre las personas listadas. Al año se denuncian unas 35.000 desapariciones, de las que el gobierno de Camberra asegura encontrar un 95 por ciento.
En la India las desapariciones suponen una tragedia fuera de control. Se calcula que faltan 70 millones de mujeres en el país asiático (las estadísticas muestran que hay muchas menos mujeres que hombres y, como sabemos, la proporción de mujeres acaba siendo mayor aunque nazcan menos niñas porque la esperanza de vida de ellas es en todos los casos mayor).
Desafortunadamente, la mayoría acaban explotadas por redes de prostitución y, con la corrupción que existe en países como la India y el nivel de sofistificación de las mafias, no hay manera de seguirles el rastro. Otro tanto de lo mismo sucede con los niños: sólo en Delhi, en el transcurso de un año se han contabilizado 725 niños que se han esfumado.
En España, con datos del año pasado, las autoridades estimaban que habían desaparecido entre 12.000 y 14.000 ciudadanos. Otros números provocan aún más alarma: hay de 4.000 a 5.000 cuerpos sin identificar en la morgue, a falta de cotejar los datos genéticos con la lista de desaparecidos.
Desde 2010 a 2012, además, se denunció la desaparición de casi 12.000 menores. Hace un año, casi mil casos quedaban abiertos.
En el Reino Unido los padres denuncian la ausencia de un niño cada tres minutos.
Es una realidad que, en términos globales, los menores de edad suman casi dos tercios de las personas que parecen evaporarse. Afortunadamente, muchos son adolescentes y huyen de sus casas de motu propio. Normalmente, regresan a su hogar sin más problema.
Sin embargo, muchos niños pequeños desaparecen para siempre. Este secuestro de niños es una pandemia mundial. En los países menos desarrollados, las mujeres son el segundo grupo de riesgo por el mero hecho de nacer bajo un género que es despreciado por la cultura de su pueblo y, a menudo, incluso por las leyes de sus países o sus clanes.
Desde este modesto blog sólo puedo aconsejar que mantengamos los ojos abiertos con los menores. Los niños no surgen de la nada y tampoco se desvanecen.
Respecto a las mujeres, ninguna tradición ni costumbre ni origen étnico justifica el maltrato a un ser humano por razones de género. A veces, una mujer asustada, cohibida o golpeada es sólo la punta del iceberg. Detrás de una prohibición, una negación o una bronca se puede ocultar una agresión física. Tras estas agresiones, palizas. Y en el trasfondo de cada paliza hay mujeres violadas, secuestradas y obligadas a prostituirse que nunca podrán defenderse.
Fuente principal: MCA
Esta circunstancia obliga a examinar país por país con la dificultad que esto acarrea, sobre todo en regímenes tan cerrados como China, Corea del Norte, etc. Tampoco hay que ser muy avispado para sospechar que a ningún gobierno le conviene dar la voz de alarma sobre el número de desapariciones. Una de las razones principales, por desgracia, es que este tipo de datos ahuyentan las inversiones extranjeras y crean incertidumbre en organismos internacionales.
El caso de Australia es ejemplar. Sus autoridades mantienen esta página web en la que los ciudadanos pueden denunciar nuevas desapariciones o aportar pistas sobre las personas listadas. Al año se denuncian unas 35.000 desapariciones, de las que el gobierno de Camberra asegura encontrar un 95 por ciento.
En la India las desapariciones suponen una tragedia fuera de control. Se calcula que faltan 70 millones de mujeres en el país asiático (las estadísticas muestran que hay muchas menos mujeres que hombres y, como sabemos, la proporción de mujeres acaba siendo mayor aunque nazcan menos niñas porque la esperanza de vida de ellas es en todos los casos mayor).
Desafortunadamente, la mayoría acaban explotadas por redes de prostitución y, con la corrupción que existe en países como la India y el nivel de sofistificación de las mafias, no hay manera de seguirles el rastro. Otro tanto de lo mismo sucede con los niños: sólo en Delhi, en el transcurso de un año se han contabilizado 725 niños que se han esfumado.
En España, con datos del año pasado, las autoridades estimaban que habían desaparecido entre 12.000 y 14.000 ciudadanos. Otros números provocan aún más alarma: hay de 4.000 a 5.000 cuerpos sin identificar en la morgue, a falta de cotejar los datos genéticos con la lista de desaparecidos.
Desde 2010 a 2012, además, se denunció la desaparición de casi 12.000 menores. Hace un año, casi mil casos quedaban abiertos.
En el Reino Unido los padres denuncian la ausencia de un niño cada tres minutos.
Es una realidad que, en términos globales, los menores de edad suman casi dos tercios de las personas que parecen evaporarse. Afortunadamente, muchos son adolescentes y huyen de sus casas de motu propio. Normalmente, regresan a su hogar sin más problema.
Sin embargo, muchos niños pequeños desaparecen para siempre. Este secuestro de niños es una pandemia mundial. En los países menos desarrollados, las mujeres son el segundo grupo de riesgo por el mero hecho de nacer bajo un género que es despreciado por la cultura de su pueblo y, a menudo, incluso por las leyes de sus países o sus clanes.
Desde este modesto blog sólo puedo aconsejar que mantengamos los ojos abiertos con los menores. Los niños no surgen de la nada y tampoco se desvanecen.
Respecto a las mujeres, ninguna tradición ni costumbre ni origen étnico justifica el maltrato a un ser humano por razones de género. A veces, una mujer asustada, cohibida o golpeada es sólo la punta del iceberg. Detrás de una prohibición, una negación o una bronca se puede ocultar una agresión física. Tras estas agresiones, palizas. Y en el trasfondo de cada paliza hay mujeres violadas, secuestradas y obligadas a prostituirse que nunca podrán defenderse.
Fuente principal: MCA
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