Pack Guarrón, de venta en farmacias y tiendas de disfraces. |
Para conseguir llevarse al huerto a cincuenta mujeres, las sombras a las que se refiere el título, se hipotecó entero en un apartamento calcado de la suite nupcial de cualquier motel de las afueras de Las Vegas de los que tienen un Elvis con el pelo blanco, o directamente peluca, que te casa por cincuenta dólares. Cincuenta millones de las vetustas pesetas le costó el picadero.
Grey, que nunca cambiaba su modus operandi, siempre iba a esas salas de fiesta donde acuden a bailar las viudas, separadas, divorciadas y alguna casada insatisfecha. Los galanes a los que Grey tiene que hacer frente ni están tan bien dotados como él ni pueden presumir de tener menos de cuarenta años. A veces le doblan la edad. A menudo tienen poco pelo.
Y el libro va de eso: de Grey follándose a cuarenta y nueve mujeronas desesperadas, casi tanto como él, hasta que se enamora de la número cincuenta, que es la más bella y sensual. El bueno de Grey desiste de ligarse a todo lo que se mueve durante cincuenta noches sombrías en las que no aparece su enamorada S. Hadow (en inglés, sombra). Y cuando por fin da con ella, la salva de cincuenta hombres armados con vibradores de titanio. Pero tarda cincuenta días más en esperar a que se le pase el trauma, y como la señorita Hadow es bastante más inteligente que sus cuarenta y nueve ligues fáciles anteriores le obliga a instruirse leyéndose cincuenta libros.
Por fin, cuando cumple cincuenta años, Grey convence a S. Hadow para pasar una noche de amor. Entonces tiene un gatillazo. De hecho, técnicamente son cincuenta (este dato ha generado una gran controversia entre famosos urólogos y el agente de la autora de las obras de Grey, pero no nos detendremos en esto)..
Y es así que se ha escrito una trilogía sobre el famoso Grey y su verga en torno al número cincuenta, que para los sumerios era un número más, Como para nosotros, los occidentales modernos.
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