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Habremus Papam... para rato

Me imagino la escena: el jefe del cotarro, algún Rockefeller: "Está jodido el viejo. Oye, asesor número 666, ¿y si hablamos con el Vaticano para que lo cambien y dejan a los bancos en paz?".

El jefe del Vaticano, que no es Ratzinger, debió de pensar que era una barbaridad, que a Juan Pablo II lo habían convertido en un zombi sin derecho a un retiro digno, y ahora iban a darle vacaciones al alemán... Como mínimo no era justo y, por lo menos, era rompedor.

"La verdad", le dijo el asesor cardenalicio número 13, "vendemos mil veces más calendarios de Wojtyla que del alemán. Es una buena oportunidad para elegir otro con cara de bueno y puño de hierro. Ratzinger, además, nos ha salido muy intelectual. Menos escribir y más viajar. Eso es lo que tendría que hacer".



El jefe del Vaticano también andaba preocupado porque estaban perdiendo mucha pasta en la Bolsa y los bancos y las empresas católicas habían disminuido sus contribuciones y negocios por la crisis. "Montemos un espectáculo católico y universal. Que empiece la fiesta".

Los directores de noticias de las cadenas públicas donde gobernaba la derecha se pusieron a pegar saltos de alegría. "Ya no hay que buscar noticias raras para no hablar de la corrupción y del paro. Tenemos Papa para rato. Haremos quinielas y con un poco de suerte elegirán a un español, un italiano o un portugués. Ojalá fuera negro. Sería la bomba".

Rockefeller, el del principio, pensó exactamente igual y su maquinaria de agencias de prensa dejó de rodar en zonas de guerra y de podredumbre. Por un momento, le perdió el entusiasmo y llamó al jefe del Vaticano: "¿Y si montamos un Gran Hermano con el Cónclave? Vale, vale, olvídalo. Oye, ¿no habrá algún transexual papable? ¿Y uno que cante bien?".

Desde los Cielos, Dios debió de contemplar la jugada con un malhumor divino, pero por enésima vez supo armarse de paciencia y no envió miles de tormentas y huracanes a darse un garbeo por la Basílica de San Pedro, que es lo que algunos santos aconsejaban desde hacía siglos.

Las malas lenguas también dejaron caer que algún pedófilo poderoso quiso terminar con la osadía de Benedicto XVI. Y seguramente sea así de simple.

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