A mí no me extraña que Dolores de Cospedal haya prohibido que su equipo de gobierno en Castilla la Mancha use la palabra "desahucio". Demasiado contundente, cita una circular.
Quizá fue el día que la vi con la mantilla y el traje negro. Seguramente fue en un rincón de la catedral de Toledo, cuando los flashes se apagaron, porque la señora de Cospedal siguió una luz que gorgojeaba entre las oscuras piedras, y los fotógrafos oficiales no estaban preparados para salir corriendo tras un espectro.
Me imagino a Dolores de Cospedal arrodillada ante una llama flotando a un metro del muro y a más de dos sobre el suelo.
Entiendo que en aquel momento se le encomendó una misión. Nada más y nada menos que limpiar de basura y mierda el semillero espiritual de Occidente.
Desde entonces se propuso eliminar a los viejos. Quitoles algo de su paga y cuidados sanitarios.
Luego a los parados, pues no servían en un mundo competitivo.
Adoctrinar a los niños y cargarse a los profesores rebeldes fue lo siguiente.
Y a los extranjeros, masones y comunistas. Como años antes un famoso general que todavía vive en el recuerdo bajo una enorme cruz, una basílica, cadáveres, roca, el mármol y las flores, y el fluido de más cadáveres.
Cuando ya no supo qué basura seguir limpiando, atenta a que las Escrituras la autorizan a no ver la viga en su tejado, entonces verbalizó su pensamiento y vio que salía detritus.
Puesto que el lenguaje putrefacto ayuda a pudrir el pensamiento en una retroalimentación casi infinita, se decidió a culminar su misión sagrada con la purificación del idioma.
Así, eliminando palabras como desahucio, pensó la Cospedal, las víctimas de los desalojos se sentirían un poco mejor. No habrían sufrido una injusticia ni siquiera habrían acatado la ley (de los hombres). Habrían abonado el valor justo de sus errores, lo que antes se decía "purgar los pecados".
Noticia inspiradora (quizá conspiradora): El País
Quizá fue el día que la vi con la mantilla y el traje negro. Seguramente fue en un rincón de la catedral de Toledo, cuando los flashes se apagaron, porque la señora de Cospedal siguió una luz que gorgojeaba entre las oscuras piedras, y los fotógrafos oficiales no estaban preparados para salir corriendo tras un espectro.
Me imagino a Dolores de Cospedal arrodillada ante una llama flotando a un metro del muro y a más de dos sobre el suelo.
Entiendo que en aquel momento se le encomendó una misión. Nada más y nada menos que limpiar de basura y mierda el semillero espiritual de Occidente.
Desde entonces se propuso eliminar a los viejos. Quitoles algo de su paga y cuidados sanitarios.
Luego a los parados, pues no servían en un mundo competitivo.
Adoctrinar a los niños y cargarse a los profesores rebeldes fue lo siguiente.
Y a los extranjeros, masones y comunistas. Como años antes un famoso general que todavía vive en el recuerdo bajo una enorme cruz, una basílica, cadáveres, roca, el mármol y las flores, y el fluido de más cadáveres.
Cuando ya no supo qué basura seguir limpiando, atenta a que las Escrituras la autorizan a no ver la viga en su tejado, entonces verbalizó su pensamiento y vio que salía detritus.
Puesto que el lenguaje putrefacto ayuda a pudrir el pensamiento en una retroalimentación casi infinita, se decidió a culminar su misión sagrada con la purificación del idioma.
Así, eliminando palabras como desahucio, pensó la Cospedal, las víctimas de los desalojos se sentirían un poco mejor. No habrían sufrido una injusticia ni siquiera habrían acatado la ley (de los hombres). Habrían abonado el valor justo de sus errores, lo que antes se decía "purgar los pecados".
Noticia inspiradora (quizá conspiradora): El País
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