Mejor ilustrarlo con un pájaro muerto que con una persona. |
¿Cuántas veces compruebas qué hay en el contenedor cuando tiras la basura? En mi caso, ninguna vez.
Estoy seguro de que a partir de ahora te fijarás un poco. No cuesta nada y puedes destapar un crimen y, sobre todo, acabar con la angustia de los seres queridos de alguien que falta a casa.
Mira bien dentro del contenedor. En cualquier bolsa puede haber rastros de sangre. No es fácil descuartizar un cadáver de forma que encaje en una bolsa y, mucho menos, que ésta se mantenga impoluta por más envueltos que vayan los restos.
El asesino habrá tirado la basura en el contenedor al azar. Seguro que vive lejos de allí. No tengas miedo, pues.
Es más que probable que lo haya hecho de madrugada, cuando es menos factible que alguien lo vea. Por tanto, los deshechos humanos olerán mal. Ya sé que entre la basura es lo normal, pero la peste será especialmente insoportable.
Ante cualquier duda, merece la pena que metas la mano en el interior del contenedor. Luego te lavas bien y ya está. Estoy convencido de que cada noche, tal vez en la esquina de tu edificio, alguien saborea la sádica idea de enviar al estercolero los restos de su víctima.
Los asesinos son muy listos y saben que si entierran a los muertos, acabarán brotando; si los lanzan al río o al mar, saldrán a flote, y si los mantienen ocultos en casa, alguien los descubrirá.
Por eso, la bestia despiadada merodea los contenedores. A fin de cuentas, en una misma ciudad, los procedimientos de recogida de basura son idénticos. Lo que aprenda vigilando el contenedor de la esqina valdrá para otro unos kilómetros más allá. Tan cerca que pueda salir del lugar del crimen y volver al lugar de la coartada sin que nadie se entere.
Digan lo que digan, la basura se amontona en el estercolero de cualquier manera. Luego se incinera y fin de la historia. En estos tiempos más que nunca, nadie quiere ensuciarse las manos con la basura. Nadie quiere decir la verdad sobre la lista de desaparecidos. A nadie le interesa el destino de seis o siete mil muertos. Muy pocos se preocupan por los sin papeles y los mendigos, víctimas propiciatorias de los monstruos que matan por matan y algunos, por un hígado y un corazón.
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