Ir al contenido principal

La Vila Joiosa, un poco más cerca a muchos kilómetros de allí

El lado luminoso de La Vila Joiosa.
Cuando piso la arena de la playa, una arena que no estaba de pequeño, me siento parte del agua del mar, aunque le tenga más que respeto, miedo.

Al encarar la cuesta de la casa de mi abuelo, me sobrecojo si pienso en los días que vendrán, cuando él ya no esté allí, sentado en el patio, a la fresca.

Sentado en el patio del chalet (la caseta) que mi padre levantó con sus propias manos, aprecio el sonido sofocante de las chicharras, el viento de Levante, los ladridos lejanos de los perros y el rebuzno de una burrita que mi padre se empeña en mimar.

Por las calles de La Vila, siento nostalgia, sorpresa, felicidad, tranquilidad y, muy pocas veces, desasosiego. Los recuerdos se agolpan. Algunos fantasmas me acechan en las esquinas. Me surge la sonrisa por gracias pasadas. Y me duelen heridas que creía curadas.

A veces, a pesar del sol casquivano, me gustaría parar el tiempo para dar abrazos y besos, pedir explicaciones, lamentar mis errores, arreglar cosas que rompí o romper para siempre lazos que nunca acabaron de ligar.

Las canas de los viejos amigos, los críos preciosos que los acompañan, las mujeres, maridos y parejas que me sorprenden para bien o para mal, los locales rancios que se renuevan, la leve hierba que crece donde antes había un solar y lo mismo de siempre, eso me gusta.

Un abrazo fuerte a mis padres, un beso a mi abuela en su piel áspera, el saludo del hermano menor al que debería ser su modelo (pero afortunadamente no lo es) y la charla con los amigos de siempre... ¡Eso también es La Vila!

Luego, vuelvo a Barcelona y me cuesta situarme. Es normal, me digo. Quizá sea cuestión de mirar menos hacia atrás y vivir en el presente vertiginoso hasta que mi pareja y yo huyamos del centro anodino y turístico hacia un lugar más tranquilo, con parques de verdad, gente fea y tiendas regentadas por seres humanos.

Ahí estamos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

GTA V no es un juego para niños

He sido monaguillo antes que fraile. Es decir, he pasado por una redacción de una revista de videojuegos y desde hace más de cinco años me dedico a la docencia. De hecho, cuando nuestro Gobierno y la molt honorable Generalitat quieran, regresaré a los institutos y me dedicaré, primero, a educar a los alumnos y, en segundo lugar, a enseñarles inglés. Por este orden. Calculo que más de la mitad de mis alumnos de ESO (de 12 a 16 años) juegan a videojuegos con consolas de última generación, esto es, PlayStation 3 y Xbox 360 (dentro de unos meses, esta información quedará obsoleta: hay dos nuevas consolas a la vista). Deduzco, a su vez, que de este alto porcentaje de estudiantes, la mayoría, y no sólo los niños, querrá hacerse con el último título de la saga GTA: la tan esperada quinta parte.

Redescubriendo temas musicales: Jesus to a child

Las canciones que más adentro nos logran tocar son, en ocasiones, las más sencillas. La letra de Jesus to a child descolocará a los que asuman, por desconocimiento, que la belleza de la expresión escrita requiere complejidad. La sintaxis es clara, el vocabulario, sencillo, y la composición en su conjunto constituye una metáfora: el amante sufre la pérdida del ser querido, pero a pesar de la tristeza es capaz de comparar el hallazgo del amor verdadero con la limpieza de corazón con la que Jesucristo amaba a los niños, que son, por antonomasia, los seres humanos más puros que existen. Por este motivo, mucha gente interpreta la letra como una exaltación de los sentimientos nobles y, en realidad, la letra se puede explicar en clave de amistad idealizada o de amor perfecto en cuanto en tanto no deja lugar a la contaminación de otros sentimientos que no tengan que ver con la piedad y el desprendimiento.

Dos grandes pintores para una ciudad pequeña

Una obra de Alguacil que recuerda a Monet. En la calle Pizarro de La Vila Joiosa, probablemente una de las arterias principales de la ciudad (o pueblo, los que me habéis leído sabéis que los uso indistintamente en referencia a mi lugar de nacimiento) hay abierto desde tiempos inmemoriales un taller de un gran pintor: Evaristo Alguacil. Casi sin anunciarse, muchos aficionados a la pintura han insistido hasta recibir sus clases y quién más o quién menos conoce lo más representativo de su trabajo, sobre todo al óleo, principalmente esas marinas tan personales, tan vileras y universales al mismo tiempo. Sin embargo, pocos, en relación a la categoría del artista, conocen bien la obra de Alguacil. Creen que es un señor que repite cuadros sobre las casas de colores representativas de La Vila o se dedica solamente al puerto y sus barcos de pesca. Es cierto, y él lo reconoce, que son parte de su sello personal y la gente aprecia estas pinturas por dos motivos: por su calidad y, además,