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El año del ocaso blaugrana... si Pep quiere

Sólo puede quedar uno.
La Primera División de la Liga se estrenará a finales de agosto con la misma tónica que el año pasado. El Fútbol Club Barcelona y el Real Madrid se disputarán el título. Los demás, a verlas venir. Y sufrirán. Y rodarán cabezas.


La única y gran diferencia podría ser el nombre del vencedor. El Real Madrid seguirá jugando a ganar en detrimento del espectáculo, excepto por las individualidades, y Mourinho, sin nadie que le corte el paso en el club merengue, dará todo un recital del perfecto manipulador. Algo así como el enésimo manual del todo vale con tal de lograr el éxito, un título que también valdría para el magnate Murdoch, el ex presidente de EE.UU. Bush y tantos otros.

En cuanto al Barça, de momento se le empiezan a ir las perlas de la cantera. El Arsenal y la Juventus se han llevado las promesas más esperanzadoras del club. Por su parte, a Guardiola ya (¡por fin!) se le notan los defectos, como el problema de comunicación con los jugadores que atraviesan malos momentos, véase Bojan. En particular, yo siempre he denunciado un fallo mucho más preocupante: su corporativismo. A Pep Guardiola le importa más su relación con la entidad blaugrana que el devenir del equipo. No todo el mundo está de acuerdo. De hecho, me atrevería a decir que ninguno de los que se autodenomina periodista deportivo ha hablado de este problema. Desde aquí reto a todos los "especialistas" que me documenten un pulso entre Guardiola y la directiva del Barça. Como mucho, algún piedra, papel y tijera.

Por eso, se explica que la hasta ahora única política de fichajes empiece con Álexis Sánchez, un intento por salvar los muebles del fiasco de Villa (gran jugador, pero sin sitio en el equipo), y termine con Cesc Fábregas. Al fin y al cabo, la secretaría técnica del club podrá tomarse las vacaciones en unos días y, además, la operación sólo tiene ventajas: un jugador magnífico y de la casa que hará felices a toda la vertiente más cañí de la afición (y Sandro Rosell ejercerá de pastor con el hijo pródigo, en una escena soñada por muchos).

El caso de Cesc ya ha adquirido tintes surrealistas. Nunca un club alargó tanto una situación desestabilizadora para un jugador y ruinosa para la propia entidad barcelonista en una operación sin un alcance deportivo real.

Con Xavi, Iniesta, Busquests y Thiago en el centro del campo (más las ayudas de Keita e incluso de Adriano), la presencia de Cesc sólo puede complicar las cosas. Otro tema es que interese como recambio de Xavi, pero al de Terrassa todavía le quedan años de fútbol y nadie, y menos en este contexto de crisis, entiende que un equipo de la grandeza del Barça se ahogue en su propio vómito por la terquedad a la hora de fichar un presumible suplente.

Mientras tanto, el puesto de lateral izquierdo queda en manos de dos jugadores que no están a la altura del resto y que, además, ya empiezan a sumar años. Abidal y Maxwell no son malos futbolistas, pero el Barça sólo necesita a uno de ellos y no como titular.

En la banda derecha, Dani Alves, el portentoso carrilero, sigue sin recambio. Si enferma, se lesiona, recibe una sanción, etc., Guardiola se verá obligado a poner un parche. Ni en el Arsenal ni en el Manchester ni el Real Madrid se dan este tipo de agujeros en la plantilla.

Más de lo mismo ocurre con el puesto de central de la defensa: Puyol y Piqué. El día que uno de los dos no está fino o no puede jugar, el juego del Barcelona se resiente muchísimo.

Y sí, en el Barça hay delanteros de ensueño: Villa, Sánchez, Messi... Pero, ¿dónde está ese delantero centro rematador, el jugador número doce que sirva como revulsivo? ¿Acaso no hay posibilidad de fichar un hombre-gol como el recordado Larsson?

Cuatro puestos por cubrir tiene el Barça y, sin embargo, la maquinaría blaugrana sólo está concentrada en sumar una pieza más al tablero para la que ya cuenta con recambios de calidad.

Cesc es un jugador con talento, pero me da en la nariz que pesa más su militancia barcelonista que su futura contribución al equipo. En realidad, más que un jugador con talento se trata de un verdadero crack. Pero si el Barça no detiene las cuatro fugas en la cubierta, sobre todo los tres de la defensa, la nave se va a pique. Y un trasantlántico llamado Real Madrid se aproxima a toda velocidad, quizá con más de la que necesite para rebasar al Pepteam.

Podría ser, porque el fútbol todavía es un juego en el que participen humanos, que Mourinho se hiciera un lío con tanta figura en el vestuario y que los egos de sus jugadores lo enviaran todo al garete.

También es posible que Dani Alves juegue todos los partidos, que Puyol y Piqué estén siempre a tope, que Maxwell y Abidal se salgan en el carril izquierdo y que Villa y Sánchez metan tantos goles como Messi.

Son dos hipótesis: la primera es posible, pero se puede enmendar, y la segunda es muy poco probable, casi imposible.

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