Ir al contenido principal

Los profesores de instituto y su verdadera labor (miserias de un sustituto, volumen 745)

El sueño de algunos "profes" de secundaria.
En cada instituto en el que he estado me he encontrado con un batallón de profesores que resiste al sentido común y proclama a los cuatro vientos: yo enseño mi materia y punto; que los eduquen en los colegios.

Hablamos de enseñanza pública y de alumnos que tienen entre 12 y 18 años. Recordemos que en España es obligatorio estudiar hasta los 16. Es decir, los institutos están poblados de niños y adolescentes que no tienen otro remedio que acudir a los centros de secundaria. No van de motu propio ni tienen por qué cumplir con las expectativas del alumno ideal.

Si, además, ojeamos los distintos decretos educativos vemos cómo las normativas insisten en el seguimiento de los alumnos y en la importancia del proceso educativo (del Decreto de Secundaria de Catalunya: "el objetivo de la educación es formar al alumnado como personas", etc.). Podría poner que el objetivo es llenar de conocimientos científicos, matemáticos o literarios a los alumnos, pero la realidad es otra.


Educar, cae por su propio peso, es mucho más que soltar un rollo a los chavales.

El hecho de que tantos profesionales se nieguen a educar a los estudiantes tiene una lectura clara: algunos profesores se están embolsando el sueldo íntegro por realizar su trabajo a medias.

Comparemos los dos casos siguientes:

Un profesor se prepara una clase, llega al instituto, explica y se marcha a casa.

Otro profesor prepara diferentes actividades según los distintos niveles de la clase, se ocupa de marcar directrices a los alumnos, que por supuesto no le van a esperar sentados y calladitos, y según transcurre la sesión, adecua la programación al estado real del grupo y si detecta problemas concretos en estudiantes pone en marcha los protocolos necesarios.

El docente del primer ejemplo quiere imitar a un profesor universitario, pero no lo es. De paso, vive muy bien. El segundo no gana para disgustos, tiene menos tiempo libre, pero cumple con su función.

Si lo que digo es cierto, y lo es, ¿por qué ocurre? Porque en la mayoría de centros, los equipos directivos y los compañeros de trabajo prefieren salvaguardar las buenas relaciones con sus colegas a ayudar a implantar una educación de calidad.

En cualquier caso, y dado que existe la libertad de cátedra, ¿cómo se puede saber si un profesor ejerce conforme a sus obligaciones o no? Desde luego, interrogar a los alumnos o irrumpir en sus clases no es un buen método. Mejor realizar reuniones periódicas sobre el funcionamiento del grupo clase. Como en esas reuniones siempre hay quien va a calentar la silla, es tan simple como pedir un informe justificado sobre la evolución de los alumnos.

Si los inspectores de educación revisan estos informes, ningún director ni jefe de estudios tendrá problemas en exigir a sus compañeros que se pongan a trabajar.

Comentarios

Entradas populares de este blog

GTA V no es un juego para niños

He sido monaguillo antes que fraile. Es decir, he pasado por una redacción de una revista de videojuegos y desde hace más de cinco años me dedico a la docencia. De hecho, cuando nuestro Gobierno y la molt honorable Generalitat quieran, regresaré a los institutos y me dedicaré, primero, a educar a los alumnos y, en segundo lugar, a enseñarles inglés. Por este orden. Calculo que más de la mitad de mis alumnos de ESO (de 12 a 16 años) juegan a videojuegos con consolas de última generación, esto es, PlayStation 3 y Xbox 360 (dentro de unos meses, esta información quedará obsoleta: hay dos nuevas consolas a la vista). Deduzco, a su vez, que de este alto porcentaje de estudiantes, la mayoría, y no sólo los niños, querrá hacerse con el último título de la saga GTA: la tan esperada quinta parte.

Redescubriendo temas musicales: Jesus to a child

Las canciones que más adentro nos logran tocar son, en ocasiones, las más sencillas. La letra de Jesus to a child descolocará a los que asuman, por desconocimiento, que la belleza de la expresión escrita requiere complejidad. La sintaxis es clara, el vocabulario, sencillo, y la composición en su conjunto constituye una metáfora: el amante sufre la pérdida del ser querido, pero a pesar de la tristeza es capaz de comparar el hallazgo del amor verdadero con la limpieza de corazón con la que Jesucristo amaba a los niños, que son, por antonomasia, los seres humanos más puros que existen. Por este motivo, mucha gente interpreta la letra como una exaltación de los sentimientos nobles y, en realidad, la letra se puede explicar en clave de amistad idealizada o de amor perfecto en cuanto en tanto no deja lugar a la contaminación de otros sentimientos que no tengan que ver con la piedad y el desprendimiento.

Dos grandes pintores para una ciudad pequeña

Una obra de Alguacil que recuerda a Monet. En la calle Pizarro de La Vila Joiosa, probablemente una de las arterias principales de la ciudad (o pueblo, los que me habéis leído sabéis que los uso indistintamente en referencia a mi lugar de nacimiento) hay abierto desde tiempos inmemoriales un taller de un gran pintor: Evaristo Alguacil. Casi sin anunciarse, muchos aficionados a la pintura han insistido hasta recibir sus clases y quién más o quién menos conoce lo más representativo de su trabajo, sobre todo al óleo, principalmente esas marinas tan personales, tan vileras y universales al mismo tiempo. Sin embargo, pocos, en relación a la categoría del artista, conocen bien la obra de Alguacil. Creen que es un señor que repite cuadros sobre las casas de colores representativas de La Vila o se dedica solamente al puerto y sus barcos de pesca. Es cierto, y él lo reconoce, que son parte de su sello personal y la gente aprecia estas pinturas por dos motivos: por su calidad y, además,