Por favor, que ninguno de mis amigos se vea amenazado por mi artículo. Para mí la amistad es uno de esos temas tabú que me interesan especialmente y no puedo ni quiero defenderme de susceptibilidades ajenas. ¿Queda aclarado? Pues, adelante.
Que entre tantos libros de autoayuda que acorralan al resto de secciones de las librerías no haya apenas referencia a la amistad debería dar que pensar.
Si el Sistema nos impele a sacar lo mejor de nosotros mismos; si el miedo al futuro corona nuestras cabezas; si la moda que impera es lo personalizable, lo diferente y si sólo formamos piña cuando alguien, sin abusar, nos convoca para gritar un mismo lema; entonces, es complicado eso de cultivar la amistad.
Decía alguien que un amigo es que el te critica en persona y te elogia por la espalda.
¿Pero quién dedica su tiempo a buscar soluciones a los posibles problemas de un amigo? ¿Quién se atreve a decírselo a sabiendas de que el otro le recordará que nadie es perfecto?
Seamos sinceros, nadie aguanta bien las críticas sobre sí mismo. Ni siquiera cuando te dicen: "dime lo que piensas sobre mi obra, sea lo que sea, son sinceros". La gente prefiere pagar a un psicólogo y que les digan lo que quieren escuchar, aunque sea a costa de cincuenta euros por sesión.
¿Y eso de elogiar por la espalda? Claro que lo puedes hacer, pero el aludido nunca se enterará. Sólo se transmite lo negativo. Eso ya lo sabemos.
Hay otro tema delicado: cultivar la amistad exige un compromiso. No es una obligación, sino una autoexigencia para estar al quite cuando el amigo lo necesite. Además, tiene que nacer de la estima hacia la otra persona. De lo contrario, es protocolo, falsedad.
A veces no nos apetecerá saltarnos tal actividad solitaria, como el tan celebrado running o la fotografía urbana o todas esas cosas que la gente hace en solitario para compartir luego por Internet y sentir que tiene amigos, y tendremos que acudir al lado de un amigo. Quizá no podamos soltar todo nuestro material de marketing para creernos mejores individuos originales, sino escuchar, y lo haremos por amor al prójimo.
Algo de eso hay en la amistad.
Por supuesto, nada es para siempre. La amistad necesita un feedback o reflujo constante.
Esos que aseguran que tienen amigos con los que pueden no hablarse durante un año se refieren a otro tema: la admiración mutua. Por tanto, la aseveración anterior tiene mucho de tópico, pero también de falsario.
Ser amigo de alguien no te permite pasar de su cara y de sus alegrías y penas durante un año. Simplemente no te lo puedes permitir.
En este sistema actual de valores donde prima lo individual, pero se baila a un mismo son (aunque pocos lo reconocen), la amistad se ha ido a hacer puñetas. Le ha venido a sustituir otra cosa, que tampoco es que sea nuevo, pero que acapara más que nunca el espectro de las relaciones entre las personas. Llámalo interés, conveniencia, oportunidad. Para mí también es complicado de explorar, porque no me encuentro fuera de toda una red convocada para practicar el autoengaño y consumir mejor. Piénsalo: la soledad te lleva a centrarte más en el trabajo. Al mismo tiempo, compartirás menos y comprarás más cosas y más caras.
Luego está el budismo. Practica la amistad y que medite el budista del Tibet, que por algo está más solo que la una, el pobre.
Que entre tantos libros de autoayuda que acorralan al resto de secciones de las librerías no haya apenas referencia a la amistad debería dar que pensar.
Si el Sistema nos impele a sacar lo mejor de nosotros mismos; si el miedo al futuro corona nuestras cabezas; si la moda que impera es lo personalizable, lo diferente y si sólo formamos piña cuando alguien, sin abusar, nos convoca para gritar un mismo lema; entonces, es complicado eso de cultivar la amistad.
Decía alguien que un amigo es que el te critica en persona y te elogia por la espalda.
¿Pero quién dedica su tiempo a buscar soluciones a los posibles problemas de un amigo? ¿Quién se atreve a decírselo a sabiendas de que el otro le recordará que nadie es perfecto?
Seamos sinceros, nadie aguanta bien las críticas sobre sí mismo. Ni siquiera cuando te dicen: "dime lo que piensas sobre mi obra, sea lo que sea, son sinceros". La gente prefiere pagar a un psicólogo y que les digan lo que quieren escuchar, aunque sea a costa de cincuenta euros por sesión.
¿Y eso de elogiar por la espalda? Claro que lo puedes hacer, pero el aludido nunca se enterará. Sólo se transmite lo negativo. Eso ya lo sabemos.
Hay otro tema delicado: cultivar la amistad exige un compromiso. No es una obligación, sino una autoexigencia para estar al quite cuando el amigo lo necesite. Además, tiene que nacer de la estima hacia la otra persona. De lo contrario, es protocolo, falsedad.
A veces no nos apetecerá saltarnos tal actividad solitaria, como el tan celebrado running o la fotografía urbana o todas esas cosas que la gente hace en solitario para compartir luego por Internet y sentir que tiene amigos, y tendremos que acudir al lado de un amigo. Quizá no podamos soltar todo nuestro material de marketing para creernos mejores individuos originales, sino escuchar, y lo haremos por amor al prójimo.
Algo de eso hay en la amistad.
Por supuesto, nada es para siempre. La amistad necesita un feedback o reflujo constante.
Esos que aseguran que tienen amigos con los que pueden no hablarse durante un año se refieren a otro tema: la admiración mutua. Por tanto, la aseveración anterior tiene mucho de tópico, pero también de falsario.
Ser amigo de alguien no te permite pasar de su cara y de sus alegrías y penas durante un año. Simplemente no te lo puedes permitir.
En este sistema actual de valores donde prima lo individual, pero se baila a un mismo son (aunque pocos lo reconocen), la amistad se ha ido a hacer puñetas. Le ha venido a sustituir otra cosa, que tampoco es que sea nuevo, pero que acapara más que nunca el espectro de las relaciones entre las personas. Llámalo interés, conveniencia, oportunidad. Para mí también es complicado de explorar, porque no me encuentro fuera de toda una red convocada para practicar el autoengaño y consumir mejor. Piénsalo: la soledad te lleva a centrarte más en el trabajo. Al mismo tiempo, compartirás menos y comprarás más cosas y más caras.
Luego está el budismo. Practica la amistad y que medite el budista del Tibet, que por algo está más solo que la una, el pobre.
Comentarios
Yo mismo he leído alguno y cuando te sientes bajo de ánimos sienta como un bálsamo o un baño caliente. En cuanto sales del libro, como del baño, vuelve la fría realidad. A veces con resfriado de regalo.