Ir al contenido principal

El colegio es mío (miserias de un sustituto, volumen 1.023)

Compañeros de trabajo bien avenidos y asentados.
Cuesta creer que en un centro de enseñanza público un puñado de hombres y mujeres se enroquen entre sus paredes, marquen su territorio y defiendan su estatus de veterano contra cualquier recién llegado.

Como entras en su casa te reciben con cortesía, pero sientes que ya te han sentado en la tribuna de los acusados y una vez empieza el juicio ya no hay manera de cerrarlo si no es con una sentencia firme.

Pasa en la mayoría de trabajos. El núcleo duro se siente inseguro a la que reciben un currículum. Y en cuanto ese papel muta en "el nuevo" (o la nueva) sus debilidades humanas les llevan a mostrarse encantadores, porque cualquier novedad resulta atractiva en los cortijos cerrados. El embrujo de lo nuevo dura poco (las personas, todas, acaban oliendo a algo terrenal). Eso en cuanto a los peones. Los jefes ya han iniciado el proceso: te están evaluando cuando todavía no has dado los buenos días.

En un colegio público todos deberían ser buenos compañeros y, dado que su puesto de trabajo no peligra, no tendrían que enseñar los dientes ante cualquier maestro que hable y piense con independencia. Si, además, peligra la plaza de alguno de los intocables entonces se complica la historia.

En esencia hay dos tipos de colegios públicos: los pequeños y los grandes. En los grandes, hay espacio para bloques y uno puede decidir bando. Incluso, si tienes una personalidad bien asentada, puedes permitirte el lujo de no participar en el constante fuego de artillería. Mientras, en los pequeños se suele bailar a un único son. Y como son poquitos, la cúpula directiva, la oficial y la fáctica, cuenta con tantos miembros como los peones. No se contemplan disidencias. Hay que aceptar la doctrina. Siempre están alerta y te lo harán saber. Los directivos con puesto reconocido te darán el aviso sutilmente. Los que ejercen el poder sin cargo oficial te pondrán los puntos sobre las íes antes de que puedas decir esta boca es mía.

Resulta trágico tratar de comportarse como un ser humano racional y civilizado en ambientes tan cavernarios. Siempre acabas mal: o te traicionas a ti mismo y haces lo que te mandan como te lo ordenan, o sufres un mobbing de narices que va en escalada (deliberado o no, pero mobbing).

Lo irónico del caso es que los que actúan contra la libertad de pensamiento y con la sospecha y el prejuicio como banderas se las dan de maestros ejemplares. ¿Qué valores transmitirán a los niños? Aunque su doctrina sea impecable nunca podrá ser ejemplar, porque los niños no son tontos y perciben cuando un adulto actúa en consecuencia con sus ideas o cuando se trata de un farsante. Por desgracia, también son fáciles de engatusar y habrá quien se dedique a eso (espero que inconscientemente). Con los padres ni cuenten: ellos van a lo suyo y siempre tocan de oídas.

Al final no estás asistiendo más que a la vieja historia: o contigo o contra ti. La manada te castiga si perciben un peligro en tu modo de pensar o de obrar. Cuando hayas demostrado con creces que te portas bien y necesiten un relevo, a lo mejor te recompensan con el dudoso premio de seguir perpetuando su especie.

En la escuela pública como en la oficina de los calientasillas estas cosas pasan. Y, recuerda, la culpa no sólo es tuya.

Comentarios

Entradas populares de este blog

GTA V no es un juego para niños

He sido monaguillo antes que fraile. Es decir, he pasado por una redacción de una revista de videojuegos y desde hace más de cinco años me dedico a la docencia. De hecho, cuando nuestro Gobierno y la molt honorable Generalitat quieran, regresaré a los institutos y me dedicaré, primero, a educar a los alumnos y, en segundo lugar, a enseñarles inglés. Por este orden. Calculo que más de la mitad de mis alumnos de ESO (de 12 a 16 años) juegan a videojuegos con consolas de última generación, esto es, PlayStation 3 y Xbox 360 (dentro de unos meses, esta información quedará obsoleta: hay dos nuevas consolas a la vista). Deduzco, a su vez, que de este alto porcentaje de estudiantes, la mayoría, y no sólo los niños, querrá hacerse con el último título de la saga GTA: la tan esperada quinta parte.

Redescubriendo temas musicales: Jesus to a child

Las canciones que más adentro nos logran tocar son, en ocasiones, las más sencillas. La letra de Jesus to a child descolocará a los que asuman, por desconocimiento, que la belleza de la expresión escrita requiere complejidad. La sintaxis es clara, el vocabulario, sencillo, y la composición en su conjunto constituye una metáfora: el amante sufre la pérdida del ser querido, pero a pesar de la tristeza es capaz de comparar el hallazgo del amor verdadero con la limpieza de corazón con la que Jesucristo amaba a los niños, que son, por antonomasia, los seres humanos más puros que existen. Por este motivo, mucha gente interpreta la letra como una exaltación de los sentimientos nobles y, en realidad, la letra se puede explicar en clave de amistad idealizada o de amor perfecto en cuanto en tanto no deja lugar a la contaminación de otros sentimientos que no tengan que ver con la piedad y el desprendimiento.

Dos grandes pintores para una ciudad pequeña

Una obra de Alguacil que recuerda a Monet. En la calle Pizarro de La Vila Joiosa, probablemente una de las arterias principales de la ciudad (o pueblo, los que me habéis leído sabéis que los uso indistintamente en referencia a mi lugar de nacimiento) hay abierto desde tiempos inmemoriales un taller de un gran pintor: Evaristo Alguacil. Casi sin anunciarse, muchos aficionados a la pintura han insistido hasta recibir sus clases y quién más o quién menos conoce lo más representativo de su trabajo, sobre todo al óleo, principalmente esas marinas tan personales, tan vileras y universales al mismo tiempo. Sin embargo, pocos, en relación a la categoría del artista, conocen bien la obra de Alguacil. Creen que es un señor que repite cuadros sobre las casas de colores representativas de La Vila o se dedica solamente al puerto y sus barcos de pesca. Es cierto, y él lo reconoce, que son parte de su sello personal y la gente aprecia estas pinturas por dos motivos: por su calidad y, además,