Héme aquí, tan de repente, cambiado de profesor de inglés para mozalbetes de hasta 18 años a maestro multiusos para infantes.
¿Por qué? Pues porque dejé la opción marcada "disponibilidad para primaria" y tuve la suerte (discutible) de quedarme con una sustitución en un colegio. Yo, que tenía experiencia en clases de inglés para adolescentes y adultos, que tengo muchas tablas en el mundo editorial y la escritura creativa, que no tengo ni idea de cómo tratar a una criatura de, digamos, 8 añitos.
Como el hambre aprieta, accedo a tomar posesión. Y enseguida noto que el trabajo sin descanso no sólo no da un fruto tangible, sino que provoca molestias a distancia. Es decir, en las familias, que o me han puesto una cámara, o tienen el don de la invisibilidad y se filtran en mis clases.
Si pongo deberes, los pongo en demasía.
Si los corrijo oralmente, es que no me los miro.
Si no les pongo deberes, es que paso de todo.
Si utilizo ironías, me burlo de los niños.
Si en lugar de tirar de humor, reacciono a los insultos y agresiones entre críos con gritos de indignación, soy un malhumorado.
Además, por los pasillos, me advierte alguien del equipo directivo que dicen los compañeros que esto, porque se han quejado los padres de lo otro, y los niños añaden verdad y fantasía y la espolvorean en cualquier plaza en la que se les pide (o no) torear.
Al final, llega uno derrotado a casa, como la mujer maltratada, como el perro apaleado cuando le devuelve el palo al dueño que ahora no quiere jugar sino quitárselo de encima.
Mal. Se pasa mal, y no siempre porque uno se lo merezca o no quiera mejorar.
El Sistema que pone licenciados y graduados en los puestos de los maestros y la incomprensión de la gente hacia los que hacemos lo que podemos, sin saber del todo lo imperfectos que somos, provoca mucho sufrimiento.
Calibrar la educación primaria y secundaria como si fueran la segunda y primera división de un mismo deporte es una rémora en sí y, la causa, por ejemplo, de que un licenciado pueda jugar en secundaria o en primaria, y un maestro sólo en primaria. Sólo que exista esta posibilidad en la adjudicación de plazas demuestra que hay alguien en los departamentos de educación que no tiene ni idea de a lo que está jugando.
Porque una cosa muy diferente es que a un especialista de inglés de secundaria le mandaran a hacer sólo inglés en primaria. Ya de por sí un cambio mayúsculo. Sin embargo, esto no acaba ahí: este especialista acaba impartiendo materias tan dispares como Lengua, Matemáticas, Sociales, etc. y lo que haga falta y, para colmo, le asignan la tutoría de niños sobre los que no sabe nada (en cuanto a niños, no me refiero a ellos como personas, que ya se sobreentiende que tampoco).
Un desastre, en fin, en el que el licenciado se siente abrumado por las exigencias, entiende las protestas, pero también quisiera ver un poco de comprensión y humanidad.
¿Por qué? Pues porque dejé la opción marcada "disponibilidad para primaria" y tuve la suerte (discutible) de quedarme con una sustitución en un colegio. Yo, que tenía experiencia en clases de inglés para adolescentes y adultos, que tengo muchas tablas en el mundo editorial y la escritura creativa, que no tengo ni idea de cómo tratar a una criatura de, digamos, 8 añitos.
Como el hambre aprieta, accedo a tomar posesión. Y enseguida noto que el trabajo sin descanso no sólo no da un fruto tangible, sino que provoca molestias a distancia. Es decir, en las familias, que o me han puesto una cámara, o tienen el don de la invisibilidad y se filtran en mis clases.
Si pongo deberes, los pongo en demasía.
Si los corrijo oralmente, es que no me los miro.
Si no les pongo deberes, es que paso de todo.
Si utilizo ironías, me burlo de los niños.
Si en lugar de tirar de humor, reacciono a los insultos y agresiones entre críos con gritos de indignación, soy un malhumorado.
Además, por los pasillos, me advierte alguien del equipo directivo que dicen los compañeros que esto, porque se han quejado los padres de lo otro, y los niños añaden verdad y fantasía y la espolvorean en cualquier plaza en la que se les pide (o no) torear.
Al final, llega uno derrotado a casa, como la mujer maltratada, como el perro apaleado cuando le devuelve el palo al dueño que ahora no quiere jugar sino quitárselo de encima.
Mal. Se pasa mal, y no siempre porque uno se lo merezca o no quiera mejorar.
El Sistema que pone licenciados y graduados en los puestos de los maestros y la incomprensión de la gente hacia los que hacemos lo que podemos, sin saber del todo lo imperfectos que somos, provoca mucho sufrimiento.
Calibrar la educación primaria y secundaria como si fueran la segunda y primera división de un mismo deporte es una rémora en sí y, la causa, por ejemplo, de que un licenciado pueda jugar en secundaria o en primaria, y un maestro sólo en primaria. Sólo que exista esta posibilidad en la adjudicación de plazas demuestra que hay alguien en los departamentos de educación que no tiene ni idea de a lo que está jugando.
Porque una cosa muy diferente es que a un especialista de inglés de secundaria le mandaran a hacer sólo inglés en primaria. Ya de por sí un cambio mayúsculo. Sin embargo, esto no acaba ahí: este especialista acaba impartiendo materias tan dispares como Lengua, Matemáticas, Sociales, etc. y lo que haga falta y, para colmo, le asignan la tutoría de niños sobre los que no sabe nada (en cuanto a niños, no me refiero a ellos como personas, que ya se sobreentiende que tampoco).
Un desastre, en fin, en el que el licenciado se siente abrumado por las exigencias, entiende las protestas, pero también quisiera ver un poco de comprensión y humanidad.
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