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Un país llamado listas

A la gente, sobre todo la que lee sin demasiadas ínfulas en plan fast-food, le encantan las listas: los diez consejos para ligarte a tu cuñada, el top 10 de atractivos turísticos de Murcia, las mejores películas musicales del 1912... y la moda tenía que alcanzar a la literatura.

Todo el mundo se puede imaginar que estas listas son, como mucho, el fruto del esfuerzo intelectual, la experiencia y, sobre todo, los gustos de un par de personas de una redacción.

Sin embargo, parece que no importe mucho: el lector firma un pacto, más bien un cheque en blanco, para tragarse lo que sea con tal de que aparezca en forma de lista y venga en colorines e incluya fotos muy chulas.


Las listas a las que aludía al principio, las de libros, son especialmente sangrantes. Seamos claros: una película tiene tanto mérito artístico e intelectual como una novela. Sin embargo, milagros de las reglas espacio-tiempo, es mucho más fácil ver una película que leer un libro. Al menos, hay pocos libros que se lean en dos horas y te permitan comer palomitas a manos llenas mientras te recuestas sobre el hombro de tu noviete.

Por eso, porque una novela, un ensayo y no digamos un poemario llega a menos gente que una película, me parece más sangrante que se coloquen al tuntún los títulos de los libros en listas para crear la ilusión de que las mejores mentes del país/El País han escogido, de entre todos, los libros más importantes del año.

Y la herida escuece más todavía si estos artefactos se colocan en El País, diario que presume de publicar uno de los suplementos culturales más prestigiosos en lengua castellana (Babelia), que para algo tiene en nónima a varios de los críticos literarios más importantes de España y parte del extranjero.

La primera en la frente: uno hace clic en sus diferentes secciones, en este caso listas, y se encuentra con que entre las novelas destacadas están No confíes en Peter Pan (la última novela policíaca de John Verdon) y el bestseller Victus, un novelón oportunista como pocos.

Eso sí, hay muchas novelas. Algunos menos títulos encontramos en la modalidad de ensayo, pero 25 sigue siendo un buen número. Ya en la sección de cuentos se observa una caída considerable en cuanto a número de libros (y uno podría pensar: es que se editan pocos conjuntos de relatos). Es cierto, pero precisamente la gracia de acudir al consejo de los expertos es que nos muestren lo que no se ve a simple vista.

La que no cuela, por mejor voluntad que le pongamos, es la que han montado en el apartado de los poemarios: sólo quince títulos y eso que han incluido a clásicos como Rimbaud, Dickinson y Blake (entre otros), que podrían figurar cada año y encabezar las listas.

El descalabro se produce en su lista de cómics. ¡Cinco tebeos! ¡Cinco! ¿Es que no hay nadie en la redacción que cubriera alguna de las ferias del sector que se celebra cada año? ¿No saben buscar por Internet? ¿Ni siquiera van a librerías especializadas en cómics?

Como soy libre de hacer mi lectura, al igual que ellos pueden publicar sus listas como les dé la gana (y recibir miles de visitas), considero que:

A El País sólo le interesa realzar el género novela, que para algo es el que más vende.

En segundo lugar, el de ensayos, porque está de moda. Sección que tiene una segunda parte, supongo que para disimular, con el curioso título de La mejor biografía, autobiografía, testimonio, diario o cartas.

Se desprende que, una vez agotados los recursos de novela y ensayo (parte 1 y 2), a los redactores de El País les importa más bien poco el resto de géneros, dado que seleccionan muy pocos libros y de fácil localización en cualquier Casa del libro.

Si la anterior hipótesis no es correcta, entonces se puede deducir que los artífices de las listas desconocen todo producto editorial que vende menos que las novelas y los ensayos. En especial, la poesía y los cómics.

De esta manera, El País sigue bajando enteros en su espíritu de iluminar los caprichosos designios de la cultura escrita y publicada y viene a hacer las veces de catálogo de la Fnac.

Al fin y al cabo, no conviene creer en nada que tenga formato de lista con la excepción de los 10 mandamientos, claro.

Tampoco deberíamos dar crédito a los diarios que generan más faltas de ortografía en sus ediciones online que un examen de primero de ESO (aquí se incluyen todos los "grandes" periódicos de España).

Imagen copiada vilmente de algún blog de El País.

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