La muerte de Nelson Mandela, a los 95 años, nos obliga a dirigir la mirada a la realidad del país por el que pasó 27 años en la cárcel: Sudáfrica, una nación sumida en un régimen racista, herencia del salvaje colonialismo europeo de siglos anteriores, que Mandela democratizó con su ejemplo de lucha, esperanza y tolerancia.
Tras ese lavado de imagen que intentó ser el Mundial de fútbol de 2010, la realidad de Sudáfrica volverá a la palestra y demostrará que, de nuevo, no basta un líder pacifista y carismático como Madiba para cambiar el curso de la historia.
En la actualidad, el país africano más occidentalizado del continente es uno de los lugares del mundo con una mayor tasa de violaciones y, entre otras cifras tremebundas, los datos reflejan que se producen 30 asesinatos por cada 100.000 habitantes y una media de 45 muertes violentas al día (fuente: Africacheck). Por ilustrarlo brevemente y no restarle importancia a la figura de Mandela, las estadísticas revelan que es más peligroso ser granjero en Sudáfrica que policía.
Mandela ya era un mito en vida. También le ocurrió a Gandhi. Es cierto que India siempre le agradecerá su esfuerzo y su trabajo, pero tras la muerte del no se puede decir que en el país asiático se hayan solucionado los problemas de la población más acuciantes, como la pobreza y las desigualdades sociales. Lo que sí logró Mahatma Gandhi fue terminar con el abuso más tangible y bárbaro del "hombre blanco", pero me da por sospechar que, a lo mejor y sin querer restarle méritos al líder indio, el imperialismo de la fuerza bruta se retiró para dar paso a uno igual de dañino, pero que opera en silencio e impide el desarrollo del subcontinente asiático.
Quizá el ritmo de los cambios históricos de Sudáfrica tenía su propia cadencia y, tras la caída del muro de Berlín, fueron las grandes potencias del Occidente capitalista las que terminaron con el apartheid (tengamos en cuenta que Mandela no es liberado hasta 1990, coincidiendo con el desmantelamiento de los regímenes comunistas europeos y el declive de la URSS).
Tanto Gandhi como Mandela son, con toda seguridad, dos de los referentes más importantes del siglo XX en valores humanos, bastante por encima de los héroes de las religiones mayoritarias. No creo que nadie se atreva a equiparar la integridad moral de estos dos activistas de la paz con Juan Pablo II, por ejemplo, considerado por los católicos uno de los líderes más importantes de la Historia y un hombre santo. Desconozco si Jomeini goza de tan buena reputación entre los musulmanes, pero está bien documentado que el antiguo ayatolah no estaba por la labor de predicar la paz. Otros referentes religiosos que han luchado por la libertad de su pueblo y que denuestan la guerra, como el Dalai Lama, quedan lejos, a mi juicio, de las gestas de Mandela y Gandhi.
Sin embargo, la globalización ha impuesto unos valores muy concretos a lo largo y ancho del planeta y, hoy por hoy, los mitos son sólo reclamos para vender bandoleras, gorras y camisetas. No en vano, la filosofía de Gandhi y otros pacifistas no tienen nada que hacer contra nombres como los de Ernesto "Che" Guevara y, nos guste o no, dictadores de la catadura de Hitler. Por no hablar del star system de actores, músicos y famosos varios que consiguen que Rigoberta Menchú o Hannah Arendt parezcan insignificantes ante iconos como Marilyn Monroe, Jim Morrisson o James Dean.
El gran error de Mandela ha sido no dejar un cadáver joven y hermoso, aunque en realidad lo que más le habrá dolido a Mandiba es haber perdido la batalla contra la barbarie en la nación por la que lo ha dado todo, por no hablar del continente africano, sumido en la miseria y en la explotación en su mayor parte.
La Humanidad habrá ganado mucho cuando nuestros referentes sean personas como Nelson Mandela, uno de los espejos que, con su compromiso y su tolerancia, debería servirnos de ejemplo para tener alguna posibilidad de ajustar los desequilibrios de este mundo que, según todos los indicadores (bastante más allá de mi particular pesimismo), se va a la deriva en la mayoría de aspectos (reparto de la riqueza, nivel de felicidad, ecología, desarrollo humanista y ético del conocimiento, etc.).
NOTA: A las pocas horas de su muerte, la derecha mediática española ya está publicando en sus numerosas armas de destrucción informativa odiosas comparaciones entre Mandela y terroristas de medio pelo. En fin, me pregunto si alguno de estos desinformadores tendería la mano a su enemigo tras 27 años entre rejas por un único delito: defender la libertad y luchar contra el racismo.
Tras ese lavado de imagen que intentó ser el Mundial de fútbol de 2010, la realidad de Sudáfrica volverá a la palestra y demostrará que, de nuevo, no basta un líder pacifista y carismático como Madiba para cambiar el curso de la historia.
En la actualidad, el país africano más occidentalizado del continente es uno de los lugares del mundo con una mayor tasa de violaciones y, entre otras cifras tremebundas, los datos reflejan que se producen 30 asesinatos por cada 100.000 habitantes y una media de 45 muertes violentas al día (fuente: Africacheck). Por ilustrarlo brevemente y no restarle importancia a la figura de Mandela, las estadísticas revelan que es más peligroso ser granjero en Sudáfrica que policía.
Mandela ya era un mito en vida. También le ocurrió a Gandhi. Es cierto que India siempre le agradecerá su esfuerzo y su trabajo, pero tras la muerte del no se puede decir que en el país asiático se hayan solucionado los problemas de la población más acuciantes, como la pobreza y las desigualdades sociales. Lo que sí logró Mahatma Gandhi fue terminar con el abuso más tangible y bárbaro del "hombre blanco", pero me da por sospechar que, a lo mejor y sin querer restarle méritos al líder indio, el imperialismo de la fuerza bruta se retiró para dar paso a uno igual de dañino, pero que opera en silencio e impide el desarrollo del subcontinente asiático.
Quizá el ritmo de los cambios históricos de Sudáfrica tenía su propia cadencia y, tras la caída del muro de Berlín, fueron las grandes potencias del Occidente capitalista las que terminaron con el apartheid (tengamos en cuenta que Mandela no es liberado hasta 1990, coincidiendo con el desmantelamiento de los regímenes comunistas europeos y el declive de la URSS).
Tanto Gandhi como Mandela son, con toda seguridad, dos de los referentes más importantes del siglo XX en valores humanos, bastante por encima de los héroes de las religiones mayoritarias. No creo que nadie se atreva a equiparar la integridad moral de estos dos activistas de la paz con Juan Pablo II, por ejemplo, considerado por los católicos uno de los líderes más importantes de la Historia y un hombre santo. Desconozco si Jomeini goza de tan buena reputación entre los musulmanes, pero está bien documentado que el antiguo ayatolah no estaba por la labor de predicar la paz. Otros referentes religiosos que han luchado por la libertad de su pueblo y que denuestan la guerra, como el Dalai Lama, quedan lejos, a mi juicio, de las gestas de Mandela y Gandhi.
Sin embargo, la globalización ha impuesto unos valores muy concretos a lo largo y ancho del planeta y, hoy por hoy, los mitos son sólo reclamos para vender bandoleras, gorras y camisetas. No en vano, la filosofía de Gandhi y otros pacifistas no tienen nada que hacer contra nombres como los de Ernesto "Che" Guevara y, nos guste o no, dictadores de la catadura de Hitler. Por no hablar del star system de actores, músicos y famosos varios que consiguen que Rigoberta Menchú o Hannah Arendt parezcan insignificantes ante iconos como Marilyn Monroe, Jim Morrisson o James Dean.
El gran error de Mandela ha sido no dejar un cadáver joven y hermoso, aunque en realidad lo que más le habrá dolido a Mandiba es haber perdido la batalla contra la barbarie en la nación por la que lo ha dado todo, por no hablar del continente africano, sumido en la miseria y en la explotación en su mayor parte.
La Humanidad habrá ganado mucho cuando nuestros referentes sean personas como Nelson Mandela, uno de los espejos que, con su compromiso y su tolerancia, debería servirnos de ejemplo para tener alguna posibilidad de ajustar los desequilibrios de este mundo que, según todos los indicadores (bastante más allá de mi particular pesimismo), se va a la deriva en la mayoría de aspectos (reparto de la riqueza, nivel de felicidad, ecología, desarrollo humanista y ético del conocimiento, etc.).
NOTA: A las pocas horas de su muerte, la derecha mediática española ya está publicando en sus numerosas armas de destrucción informativa odiosas comparaciones entre Mandela y terroristas de medio pelo. En fin, me pregunto si alguno de estos desinformadores tendería la mano a su enemigo tras 27 años entre rejas por un único delito: defender la libertad y luchar contra el racismo.
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