Ir al contenido principal

Los amigos y la esperanza

Friends will be friends, temazo de Queen.
En alrededor de veintitrés horas he recibido dos llamadas y dos encuentros con amigos, que han sumado en total siete muestras de interés por mi existencia.

Es mucho.

Cada uno, a su manera. Desde la llamada de cuatro minutos aproximadamente hasta la velada nocturna de seis horas, pasando por un encuentro fugaz en un parque, con niños de por medio, con lo que mi importancia quedaba relegada a un tercer o cuarto plano, ya que los pequeños siempre acaparan las atenciones y, además, había un rencuentro entre tres amigos al que asistía como testigo.

En este último encuentro, breve, fui motivo, instrumento y complemento circunstancial. Lo dicho: cada cual me mostró su amistad a su manera y según unas variables que, por suerte, escapan a mi pobre entendimiento.

Todo esto sin contar con las muestras de cariño que se han quedado por el camino, simplemente porque no nos hemos encontrado en el momento y lugar conveniente.

No incluyo, ¡muy mal por mi parte!, la llamada necesaria y cariñosa de mi compañera de fatigas.

Ni el contacto con mi familia, que estúpidamente doy por supuesto.

A mí, que sólo soy un hombre limitado, me parece muy importante que haya más de una decena de personas que hayan alterado el orden natural de sus vidas para hacerme más feliz. Y que esto me haya sucedido en menos de veinticuatro horas casi se podría considerar un milagro.

Cuando vengan las vacas flacas de mi ánimo (de natural, flojo), tiraré de esta sensación. Es más, la estiraré como un chicle hasta que se rompa. Para antes de que suceda habré encontrado un par de motivos para amar la vida. Ésa es mi intención.

No me merezco estos minutos de gloria probablemente, pero no puedo evitar disfrutarlos.

Lo que sí me hará enormemente feliz es que alguien que esté acostumbrado a leer mis críticas, quejas y lamentos se sienta un poco mal porque muestre un lado más luminoso.

Si existe alguien con tan mala fe, por favor que se muestre: las manifestaciones demoníacas alimentan la esperanza de que exista un dios misericordioso.

NOTA: El amigo que me soportó más de seis horas merecería un artículo aparte. Ésa es la verdad. ¿Pero cómo laurearlo sin que los demás se sientan ninguneados o el propio interesado se me suba a las barbas? Yo creo que con esta nota queda todo dicho. En cualquier caso, espero que cuando importaba, en los segundos u horas que durase el encuentro, todos supieran que me estaban haciendo momentáneamente feliz.

Comentarios

David N. Lloret ha dicho que…
La sinceridad en literatura es como el excremento a la escultura.

Sincero texto, sí, pero pasteloso. No lo retocaré para que quede como modelo de lo que no debo volver a publicar.

Entradas populares de este blog

Redescubriendo temas musicales: Jesus to a child

Las canciones que más adentro nos logran tocar son, en ocasiones, las más sencillas. La letra de Jesus to a child descolocará a los que asuman, por desconocimiento, que la belleza de la expresión escrita requiere complejidad. La sintaxis es clara, el vocabulario, sencillo, y la composición en su conjunto constituye una metáfora: el amante sufre la pérdida del ser querido, pero a pesar de la tristeza es capaz de comparar el hallazgo del amor verdadero con la limpieza de corazón con la que Jesucristo amaba a los niños, que son, por antonomasia, los seres humanos más puros que existen. Por este motivo, mucha gente interpreta la letra como una exaltación de los sentimientos nobles y, en realidad, la letra se puede explicar en clave de amistad idealizada o de amor perfecto en cuanto en tanto no deja lugar a la contaminación de otros sentimientos que no tengan que ver con la piedad y el desprendimiento.

GTA V no es un juego para niños

He sido monaguillo antes que fraile. Es decir, he pasado por una redacción de una revista de videojuegos y desde hace más de cinco años me dedico a la docencia. De hecho, cuando nuestro Gobierno y la molt honorable Generalitat quieran, regresaré a los institutos y me dedicaré, primero, a educar a los alumnos y, en segundo lugar, a enseñarles inglés. Por este orden. Calculo que más de la mitad de mis alumnos de ESO (de 12 a 16 años) juegan a videojuegos con consolas de última generación, esto es, PlayStation 3 y Xbox 360 (dentro de unos meses, esta información quedará obsoleta: hay dos nuevas consolas a la vista). Deduzco, a su vez, que de este alto porcentaje de estudiantes, la mayoría, y no sólo los niños, querrá hacerse con el último título de la saga GTA: la tan esperada quinta parte.

The Amazing Spider-Man: larga vida al trepamuros

Los que habían colocado la segunda parte del SpiderMan de Sam Reimi como primera pieza del canon del subgénero de los superhéroes tendrán que mover baza. La mala noticia es que los críticos de cine (los oficiales) actúan como los hombres del tiempo, nunca rectifican. La película dirigida por Marc Webb ha conseguido trasladar las dos primeras entregas de Raimi a la tierra media de los proyectos notables, pero mejorables. Ahora mismo, más que hablar de The Amazing SpiderMan, me preocupa cómo realizar una crítica de una película redonda sin caer en el análisis técnico o en la rapsodia lisonjera. Lo primero me da pereza. Lo segundo, asco. La verdad es que no miento si digo que The Amazing SpiderMan es la mejor versión del trepamuros en celuloide. Incluso podemos hablar de este film con la misma seriedad con la que se aborda el Superman de Richard Donner y en la que se situarán, con el tiempo, los X-Men de Brian Singer, el Hulk de Ang Lee y, al menos, el primer Batman de Christo...