Ir al contenido principal

Se toca o se teclea...

La derecha intelectual arriesga siempre (ironía).
Me da rabia leer un título que termina en puntos suspensivos. Me han educado para echar pestes de un signo como otro cualquiera y por más que lo racionalizo, el mal ya está hecho.

Bien mirado es el signo de puntuación más infrautilizado de la historia. A la gente le da vergüenza usar los tres puntitos seguidos, porque parece un recurso fácil, infantil, propio de adolescentes que empiezan a enviar SMS o what's lo que sea.

¿Por qué? Muy fácil: porque lo usamos todo el tiempo... en el lenguaje oral... sí, cuando hablamos... esto... cuando ponemos el idioma en movimiento...

Estéticamente son feos, pero para feo, el ABC. Es, según mis estimaciones, el diario más feo del mundo (con permiso de la cabecera de 20 minutos).

Además, molesta su insistencia en no mejorar: coges uno de ayer y otro de 1945 y no hay manera de distinguirlos. Misma estética, misma línea editorial... Son exactamente iguales, salvo por las firmas, aunque hay que decir a favor del longevo folleto que algunos apellidos se repiten misteriosamente a lo largo de las décadas.



De todas maneras, el objeto de este artículo es señalar la inteligente gestión que han hecho desde ABC de la consabida lista de mejores libros del año.

Ellos, en lugar de complicarse la vida como el País y sus 25 canditados a mejor novela, han escogido directamente un top 10.

La primera novela es de Alice Munro, una premio Nobel, que "todo el mundo" quiere leer y que casi nadie conoce. La segunda, un James Salter de 1975, ¡hallazgo!, y la tercera, la última obra del novelista norteamericano de moda, Richard Ford.

Bien, porque nadie puede discutir el reparto de los metales nobles. Una premio Nobel, un escritor consagrado y redescubierto, y el nuevo Tom Wolfe (o DeLillo) de las letras estadounidenses.

Este poderoso podio da pábulo a los redactores de la lista, o acaso, los seleccionadores, porque tampoco es que se hayan esmerado reseñando los títulos, para introducir nuevos nombres de la novela negra que sorprenden porque no entran en las quinielas de la crítica, bastante agenérica en este país, y porque relegan al octavo puesto a valores seguros como Limónov, del prolífico e iluminado Carrère.

La lista suscita tan poca polémica que asusta, aunque se extraña la presencia de algún escritor en lengua española. Vamos, que a mí el conjunto final me parece una dorada. Por el centro puede deslumbrar, pero tiene cabeza y cola de pez. Al final, sólo es un pez.

Además, y éste es el verdadero leit-motiv de todo el artículo, me revienta que se presenten las listas de lo que sea en forma de diapositivas que necesitan de un golpe de teclado o de una cariñosa caricia táctil para cargar página tras página hasta llegar al final.

Es un proceso lento. Supongo que quieren jugar con el suspense, pero sólo acaban venciendo a la paciencia del generoso internauta. Me parece un retraso y un innecesario y pesadísimo tributo al mundo de la imagen.

Casi te dan ganas de comprar la versión en papel para que te den la dichosa lista de una vez y sin listas de espera.

Las pruebas del delito están en la lista de ABC.

Comentarios

Entradas populares de este blog

GTA V no es un juego para niños

He sido monaguillo antes que fraile. Es decir, he pasado por una redacción de una revista de videojuegos y desde hace más de cinco años me dedico a la docencia. De hecho, cuando nuestro Gobierno y la molt honorable Generalitat quieran, regresaré a los institutos y me dedicaré, primero, a educar a los alumnos y, en segundo lugar, a enseñarles inglés. Por este orden. Calculo que más de la mitad de mis alumnos de ESO (de 12 a 16 años) juegan a videojuegos con consolas de última generación, esto es, PlayStation 3 y Xbox 360 (dentro de unos meses, esta información quedará obsoleta: hay dos nuevas consolas a la vista). Deduzco, a su vez, que de este alto porcentaje de estudiantes, la mayoría, y no sólo los niños, querrá hacerse con el último título de la saga GTA: la tan esperada quinta parte.

Redescubriendo temas musicales: Jesus to a child

Las canciones que más adentro nos logran tocar son, en ocasiones, las más sencillas. La letra de Jesus to a child descolocará a los que asuman, por desconocimiento, que la belleza de la expresión escrita requiere complejidad. La sintaxis es clara, el vocabulario, sencillo, y la composición en su conjunto constituye una metáfora: el amante sufre la pérdida del ser querido, pero a pesar de la tristeza es capaz de comparar el hallazgo del amor verdadero con la limpieza de corazón con la que Jesucristo amaba a los niños, que son, por antonomasia, los seres humanos más puros que existen. Por este motivo, mucha gente interpreta la letra como una exaltación de los sentimientos nobles y, en realidad, la letra se puede explicar en clave de amistad idealizada o de amor perfecto en cuanto en tanto no deja lugar a la contaminación de otros sentimientos que no tengan que ver con la piedad y el desprendimiento.

Dos grandes pintores para una ciudad pequeña

Una obra de Alguacil que recuerda a Monet. En la calle Pizarro de La Vila Joiosa, probablemente una de las arterias principales de la ciudad (o pueblo, los que me habéis leído sabéis que los uso indistintamente en referencia a mi lugar de nacimiento) hay abierto desde tiempos inmemoriales un taller de un gran pintor: Evaristo Alguacil. Casi sin anunciarse, muchos aficionados a la pintura han insistido hasta recibir sus clases y quién más o quién menos conoce lo más representativo de su trabajo, sobre todo al óleo, principalmente esas marinas tan personales, tan vileras y universales al mismo tiempo. Sin embargo, pocos, en relación a la categoría del artista, conocen bien la obra de Alguacil. Creen que es un señor que repite cuadros sobre las casas de colores representativas de La Vila o se dedica solamente al puerto y sus barcos de pesca. Es cierto, y él lo reconoce, que son parte de su sello personal y la gente aprecia estas pinturas por dos motivos: por su calidad y, además,