Los inversores del imperio creado por los famosos estudiantes Page y Brin se partirán de risa si es que dan con este articulillo.
Para ellos, como para los más tecnófilos, decir que Google ha muerto equivale a asegurar que Estados Unidos no tiene petróleo o que Alemania tiembla ante el futuro económico de España y Portugal.
Sin embargo, no vengo a hablar de dinero. Más bien me refiero al Google original, el buscador que a principios del 2000 acabó con toda la competencia, porque puso bastante orden en el caos de la Red y logró, por momentos, lo impensable hasta entonces: darte los resultados que querías en muy poco tiempo. Además, podías usar tu lenguaje habitual y salir airoso obteniendo los resultados de eso que los expertos llaman búsquedas orgánicas (más o menos. resultados limpios, sin intervención de enlaces patrocinados ni publicidad).
Por desgracia, el párrafo anterior sólo puede estar escrito en pasado. Lo dicho, Google, el buscador, ha muerto y, añado, su cadáver huele muy mal.
Obviamente, como empresa Google es un verdadero titán, ya no solamente porque cotice en Bolsa, o forme parte de la vida de tanta gente, sino por sus múltiples ramificaciones, desde la geolocalización a los sistemas operativos, navegadores y un conglomerado de proyectos tecnológicos y negocios que abarcan tiendas online multimillonarias como Google Play y su no menos lucrativo sistema de cobros por anuncios en la Red (los que dan de comer a los blogs más visitados).
Lo más sorprendente de Google es que fulmina a la competencia en casi todas las actividades en las que se involucra (el sistema Android para móviles y tabletas, su AdSense, etc.). E incluso si no gana la batalla, planta cara con fiereza hasta conseguir la victoria final, como ha ocurrido con Chrome, un navegador que a finales de 2009 "sólo" tenía entre sus usuarios el 10 por ciento de los internautas y a día de hoy supera el 50 por ciento, por encima del hasta 2008 invencible Internet Explorer de Microsoft, que apenas cuenta con un 11 por ciento de usuarios, y del segundo navegador más usado, el popular Mozilla de Firefox, el primero en destronar a Internet Explorer (allá por 2009) y que, se rumorea, está controlado por Google.
Da la sensación de que en los "laboratorios" de Google, como ellos llaman a sus departamentos de I+D, trabajan las mentes más brillantes de la tecnología mundial. Dan siempre con la tecla y crean tendencia.Y si no se les ocurre a los ingenieros de Google, van y lo compran, como ha pasado ya en innumerables ocasiones, por ejemplo con el archiconocido Youtube.
También tienen una habilidad especial para detectar a la competencia y adquirirla. Hay ejemplos a decenas. Algunos parecen fruto de una mente macabra. Tal es el caso del buscador Cuil, cuyas patentes compró Google cuando ya se había ido a la deriva.
Además, mete las zarpas allá donde puede hacer daño a empresas o servicios ya consolidados. Sin ir más lejos, adquiere Snapseed para neutralizar a Instagram, de Facebook, y Textcube para destronar a Wordpress.
Para colmo, la mayoría de sus servicios parecen gratuitos. Digo parecen, porque en esta vida no hay nada gratis y, desde luego, Google, la empresa, no es una ONG.
¿Un talón de Aquiles? Más bien, un grano en el trasero: se llama Facebook, que equivale a hablar de redes sociales y, de momento, Google +, su intento más conocido, es sólo eso, un intento.
De todas maneras, insisto, yo quería hablar del buscador. Y, como el monopolio de Google me lo impide, no puedo ofrecer más datos que mi experiencia como usuario (en realidad hay un runrún creciente en Internet de que Google cada vez busca peor y, por tanto, surgen análisis fiables: ejemplo aquí).
Lo cierto es que cada vez me siento más defraudado a la hora de buscar noticias, informes y datos en general. Muchos se quejan de que los resultados "buenos" aparecen en lugares semiocultos. A mí lo que me molesta de verdad es que no aparezcan. Y, cada vez con más frecuencia, me tengo que quedar con las ganas de encontrar algo que sé que está en Internet (¿en serio no hay una versión traducida al español del famoso Don Juan de Lord Byron? No me lo creo).
Para dar con el motivo no hay que estudiar en Harvard. Se llama dinero. Por más que los expertos en Internet, que por cierto se autoproclaman como Napoleón, echen balones fuera aludiendo al complejo algoritmo que cambia sus variables y bla, bla, bla... La realidad es que a los usuarios nos importa un pimiento la arquitectura interna de Google. Lo que de verdad nos afecta es la política de la empresa y en este asunto no hay dudas. El objetivo primordial es favorecer a los anunciantes y atraer nuevas fuentes de financiación.
La mala noticia es que no se avista, ni siquiera a miles de kilómetros, un rival a la altura. De hecho, como asome el morro me temo que Google se lo zampará (posibles candidatos en este enlace).
Este planto desconsolado por la imposibilidad de buscar en Internet lo que quiero, y no lo que conviene a los intereses económicos de Google, la empresa, intenta ir más allá de lo que significa criticar a una entidad poderosa
A mí me parece que Internet, sin cartas de navegación fiables, no es un mar de contenidos en los que encontrar los pequeños tesoros de cada día o los grandes navíos cargados de cofres con los que sacar unas oposiciones o encontrar trabajo. Más bien se parece a un centro comercial con un montón de franquicias replicadas y replicantes.
Las hamburguesas ultracongeladas matan el hambre, pero no alimentan. O si alimentan, producen más mal que bien al organismo. Lo mismo ocurre con el Google de estos últimos años: si vas a por un dato concreto, un programa o un documento particular, la mayoría de las veces acabas perdiendo el tiempo.
Hay una solución: pasarse al lado oscuro. Olvida tu interés por el jazz de vanguardia o la gaita lucense, las películas de autor, los ensayos arriesgados o los deportes minoritarios. Pásate a la MTV, la CNN, las tropocientas sombras de Grey y las batallitas de elfos.
Mejor lo tendrás si te interesas sólo por los cuatro deportes mayoritarios, los cotilleos de famosos, el porno y todo lo que está en las listas "top" de los artículos más vendidos, porque de lo contrario, tendrás que acabar entre las estanterías de una biblioteca como las de toda la vida y cruzar los dedos.
Capítulo aparte merece la confidencialidad de tus datos en Google. En dos palabras: no existe. Miles de empresas y de organismos tienen acceso a tus hábitos de búsqueda, que es el equivalente a rastrear en tu basura, instalar micrófonos y cámaras en tu comedor y seguirte a todas partes. En ese sentido, sí existen alternativas como Ixquick.com y Duckgogo.com. Ahora bien, ¿son buenos buscadores? Pues de momento no, pero todo es cuestión de tiempo.
Para ellos, como para los más tecnófilos, decir que Google ha muerto equivale a asegurar que Estados Unidos no tiene petróleo o que Alemania tiembla ante el futuro económico de España y Portugal.
Sin embargo, no vengo a hablar de dinero. Más bien me refiero al Google original, el buscador que a principios del 2000 acabó con toda la competencia, porque puso bastante orden en el caos de la Red y logró, por momentos, lo impensable hasta entonces: darte los resultados que querías en muy poco tiempo. Además, podías usar tu lenguaje habitual y salir airoso obteniendo los resultados de eso que los expertos llaman búsquedas orgánicas (más o menos. resultados limpios, sin intervención de enlaces patrocinados ni publicidad).
Por desgracia, el párrafo anterior sólo puede estar escrito en pasado. Lo dicho, Google, el buscador, ha muerto y, añado, su cadáver huele muy mal.
Obviamente, como empresa Google es un verdadero titán, ya no solamente porque cotice en Bolsa, o forme parte de la vida de tanta gente, sino por sus múltiples ramificaciones, desde la geolocalización a los sistemas operativos, navegadores y un conglomerado de proyectos tecnológicos y negocios que abarcan tiendas online multimillonarias como Google Play y su no menos lucrativo sistema de cobros por anuncios en la Red (los que dan de comer a los blogs más visitados).
Lo más sorprendente de Google es que fulmina a la competencia en casi todas las actividades en las que se involucra (el sistema Android para móviles y tabletas, su AdSense, etc.). E incluso si no gana la batalla, planta cara con fiereza hasta conseguir la victoria final, como ha ocurrido con Chrome, un navegador que a finales de 2009 "sólo" tenía entre sus usuarios el 10 por ciento de los internautas y a día de hoy supera el 50 por ciento, por encima del hasta 2008 invencible Internet Explorer de Microsoft, que apenas cuenta con un 11 por ciento de usuarios, y del segundo navegador más usado, el popular Mozilla de Firefox, el primero en destronar a Internet Explorer (allá por 2009) y que, se rumorea, está controlado por Google.
Da la sensación de que en los "laboratorios" de Google, como ellos llaman a sus departamentos de I+D, trabajan las mentes más brillantes de la tecnología mundial. Dan siempre con la tecla y crean tendencia.Y si no se les ocurre a los ingenieros de Google, van y lo compran, como ha pasado ya en innumerables ocasiones, por ejemplo con el archiconocido Youtube.
También tienen una habilidad especial para detectar a la competencia y adquirirla. Hay ejemplos a decenas. Algunos parecen fruto de una mente macabra. Tal es el caso del buscador Cuil, cuyas patentes compró Google cuando ya se había ido a la deriva.
Google también fracasa, pero poco... |
Además, mete las zarpas allá donde puede hacer daño a empresas o servicios ya consolidados. Sin ir más lejos, adquiere Snapseed para neutralizar a Instagram, de Facebook, y Textcube para destronar a Wordpress.
Para colmo, la mayoría de sus servicios parecen gratuitos. Digo parecen, porque en esta vida no hay nada gratis y, desde luego, Google, la empresa, no es una ONG.
¿Un talón de Aquiles? Más bien, un grano en el trasero: se llama Facebook, que equivale a hablar de redes sociales y, de momento, Google +, su intento más conocido, es sólo eso, un intento.
De todas maneras, insisto, yo quería hablar del buscador. Y, como el monopolio de Google me lo impide, no puedo ofrecer más datos que mi experiencia como usuario (en realidad hay un runrún creciente en Internet de que Google cada vez busca peor y, por tanto, surgen análisis fiables: ejemplo aquí).
Lo cierto es que cada vez me siento más defraudado a la hora de buscar noticias, informes y datos en general. Muchos se quejan de que los resultados "buenos" aparecen en lugares semiocultos. A mí lo que me molesta de verdad es que no aparezcan. Y, cada vez con más frecuencia, me tengo que quedar con las ganas de encontrar algo que sé que está en Internet (¿en serio no hay una versión traducida al español del famoso Don Juan de Lord Byron? No me lo creo).
Para dar con el motivo no hay que estudiar en Harvard. Se llama dinero. Por más que los expertos en Internet, que por cierto se autoproclaman como Napoleón, echen balones fuera aludiendo al complejo algoritmo que cambia sus variables y bla, bla, bla... La realidad es que a los usuarios nos importa un pimiento la arquitectura interna de Google. Lo que de verdad nos afecta es la política de la empresa y en este asunto no hay dudas. El objetivo primordial es favorecer a los anunciantes y atraer nuevas fuentes de financiación.
La mala noticia es que no se avista, ni siquiera a miles de kilómetros, un rival a la altura. De hecho, como asome el morro me temo que Google se lo zampará (posibles candidatos en este enlace).
Este planto desconsolado por la imposibilidad de buscar en Internet lo que quiero, y no lo que conviene a los intereses económicos de Google, la empresa, intenta ir más allá de lo que significa criticar a una entidad poderosa
A mí me parece que Internet, sin cartas de navegación fiables, no es un mar de contenidos en los que encontrar los pequeños tesoros de cada día o los grandes navíos cargados de cofres con los que sacar unas oposiciones o encontrar trabajo. Más bien se parece a un centro comercial con un montón de franquicias replicadas y replicantes.
Las hamburguesas ultracongeladas matan el hambre, pero no alimentan. O si alimentan, producen más mal que bien al organismo. Lo mismo ocurre con el Google de estos últimos años: si vas a por un dato concreto, un programa o un documento particular, la mayoría de las veces acabas perdiendo el tiempo.
Hay una solución: pasarse al lado oscuro. Olvida tu interés por el jazz de vanguardia o la gaita lucense, las películas de autor, los ensayos arriesgados o los deportes minoritarios. Pásate a la MTV, la CNN, las tropocientas sombras de Grey y las batallitas de elfos.
Mejor lo tendrás si te interesas sólo por los cuatro deportes mayoritarios, los cotilleos de famosos, el porno y todo lo que está en las listas "top" de los artículos más vendidos, porque de lo contrario, tendrás que acabar entre las estanterías de una biblioteca como las de toda la vida y cruzar los dedos.
Capítulo aparte merece la confidencialidad de tus datos en Google. En dos palabras: no existe. Miles de empresas y de organismos tienen acceso a tus hábitos de búsqueda, que es el equivalente a rastrear en tu basura, instalar micrófonos y cámaras en tu comedor y seguirte a todas partes. En ese sentido, sí existen alternativas como Ixquick.com y Duckgogo.com. Ahora bien, ¿son buenos buscadores? Pues de momento no, pero todo es cuestión de tiempo.
Comentarios
Buen articulo de reflexión, muy interesante.