Ser Papa y querer cambiar la Iglesia tiene un alto riesgo. |
A los que pensaban que tendrían al Papa Francisco hasta en
la sopa, servidor incluido, les estará causando extrañeza la desaparición del
nuevo pontífice de los medios de comunicación.
¿Quién sopla ahora los clarines y trompetas de oro que
durante dos semanas nos anunciaron que había llegado el Santo Padre de los
humildes?
Ni siquiera el sacrosanto Telediario, el espacio de noticias
de TVE, el más visto y creído de España, a las órdenes siempre del partido que
gobierna (el católico PP), se hace eco de la supuesta revolución del argentino
Bergoglio.
Uno, que a pesar de los años pasados, sigue traumatizado con
el escandaloso asesinato nunca juzgado, nunca investigado suficientemente, del
papa Juan Pablo I, se temió lo peor en cuanto Francisco empezó a dar muestras
de rebeldía.
También es cierto, lo confieso, que en su día pensé que sólo
eran escenas piadosas de cara a la galería: un muestrario de decisiones poco
trascendentes, pero simbólicas, a lo Zapatero y Obama, que buscaban relanzar el
antiguo fulgor del Vaticano.
En estos momentos sospecho que el Papa Francisco ha querido pasar la escoba por el Vaticano, despedir a unos cuantos prelados,
acabar con los negocios turbios, cortar con la mafia, modernizar el mensaje e
incluso… volver a lo que la propia Iglesia postula que Jesucristo promulgó.
Si es así, entiendo que quieran silenciarlo. A fin de
cuentas, un escándalo interno acabó con Ratzinger, recluido de por vida en un
monasterio. ¿O acaso lo despidieron por su falta de carisma?
Recordemos que la Iglesia nunca ha tenido un Papa tan
mediático (también es verdad que nunca antes del siglo XX hubo tantos
medios) como Juan Pablo II. Sí, viajaba
mucho, su oratoria tenía cierto encanto, pero también dejó que la corrupción
siguiera royendo los cimientos de su institución-Estado e impuso barreras, más
bien diques, a la modernidad e incluso al sentido común prohibiendo el uso del
preservativo, a sabiendas de que el SIDA estaba y está devorando África, o
tomando decisiones tan absurdas como que en el caso de que una pareja contraiga
segundas nupcias sólo será pecado si hacen el amor.
Sin embargo, eso no es lo peor que hizo Karol Józef Wojtyła. Lo más doloroso de su
pontificado es el encubrimiento de la pederastia en la Iglesia. Y, en general,
su apuesta por perpetuar el status quo, es decir, seguir con la misma
situación grave que arrastraba el Vaticano desde tiempos inmemoriales, desde
antes incluso que la Iglesia no moviera ni un solo dedo por parar el fascismo
ni el nazismo.
Estoy convencidísimo de que la mayoría de fans de Juan Pablo
II no sabrían hacer una lista basada en la realidad de sus aciertos y errores (si pincháis aquí, una muestra).
Tengo la misma convicción de que su antecesor, el Papa Juan Pablo I, que murió
a los 33 días de ser elegido, fue asesinado porque la noche antes de morir
redactó una lista con los cargos que iban a ser sustituidos, porque no estaba
en contra del uso de la píldora anticonceptiva (que una empresa vinculada al
Vaticano fabricaba) y, resumiendo, porque no se le hizo la autopsia, porque se
le embalsamó antes del plazo legal, porque sustrajeron de su habitación varios
enseres y mintieron sobre quién encontró el cadáver y cómo, y sobre todo porque
no estaba enfermo del corazón (y le diagnosticaron la muerte por infarto de
miocardio a ojo, algo que sin una autopsia en condiciones no tiene ninguna credibilidad médica).
De momento el Papa argentino ya ha comparado a Dios con las madres y ha denunciado que el carrerismo eclesiástico es como una lepra. La verdad es que
cada vez que habla, suenan las alarmas en los aledaños de Roma. En algún diario
argentino han rescatado las 25 frases más polémicas del Papa, pero en los
medios de comunicación españoles no han tenido eco ni la mitad (pinchad en este enlace y veréis).
Una búsqueda simple por las Noticias de Google destaca sobre
todo que el Papa Francisco recibirá en audiencia a Nicolás Maduro, el presidente
venezolano. ¿Verdad que es una forma sibilina de presionar al Papa? Prácticamente cada día se reúne con muchos políticos y gente influyente, pero si son del Opus Dei parece ser que no merecen ningún titular. Que se entreviste con la derecha es lo normal, pero, como sucedía en la Guerra Fría, la visita de cualquier representante de la izquierda constituye una anomalía.
Ahora bien, para tranquilidad de Bergoblio, no creo que
nadie, más allá de algún francotirador, se interese mucho por determinar cuánto
hizo y cuánto pudo hacer para frenar los terribles crímenes de las dictaduras
que sacudieron Latinoamérica en los setenta, empezando por la de Videla. Aunque me temo también que este Papa sea capaz de entonar el mea culpa un día de estos apelando a su condición de ser humano susceptible de equivocarse.
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