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Últimas horas en el mundo

¿Cuándo viene Juan Carlos? ¡La manada se aburre!
Me he querido callar estos últimos días para que el mundo hablara. Mejor dicho, para escucharlo mejor.

Se hablaba de crisis otra vez y descubrimos un país: Chipre. Todos suspiraban de alivio en el fondo. "Ahora irán a por ellos y nos dejarán tranquilos".

Pero luego la razón triunfó en Portugal y, puesto que los tribunales paralizaron algunos recortes, la solución de nuestra Europa y de sus compinches, en este caso los gobernantes portugueses, fue recortar más.

Otra vez el miedo en el cuerpo.



Menos mal que en España sobran los chivos expiatorios. La monarquía se resquebraja a pesar del especial de quince páginas de La Razón, publicado el pasado domingo, y que incluía perlas como una comparativa que venía a decir que los países con familia real funcionaban mejor que los republicanos. Y aunque así fuese. España va como el culo. Con perdón.

Se me olvidó comentar que los chivos van y vienen. Cuando se habla de Urdangarín, Bárcenas engorda diez kilos. Y no digamos los Millet y compañía. Éstos abren botellas de cava o champán (en el fondo el nacionalismo sólo lo utilizan para ganar puestos o votos). Por no hablar de los gallegos con sus pintorescas tramas que defienden la tesis de que todos los partidos son iguales (de malos).

No se sabe nada de África. Si quieres noticias, tienes que buscarlas bien, porque no te las ofrecerán gratis. Y ni buscando a fondo es fácil.

En Catar, en cambio, todo marcha a las mil maravillas. Allí juega Raúl, el alma de los nostálgicos del Madrid galáctico. Este democrático país financia parte de los disparates del Barça, que quiere mucho a su cantera, pero ficha patatas millonarias como Song o un chileno que maravilla poco. A Catar podría irse nada más y nada menos que Urdangarín, a forrarse como ayudante del mejor entrenador de balonmano de la historia, Valero Rivera. Definitivamente, lo del duque empalmado es estar a la sombra. Qué bien se está. Que se lo digan a Mario Conde, que vivía mejor que mucha gente en sus jaulas realquiladas.

La gente de la calle ya se ha acostumbrado a la crisis. Resignación cristiana de boquilla, porque las iglesias siguen vacías, pero el Vaticano manda tanto que Rajoy ya se ha visto con el Papa Francisco dos veces en menos de un mes.

La gente se queja. Es verdad. Pero ¿quién moverá un dedo mientras haya en juego un mendrugo de pan, llámese aparcamiento con espacio para el simulacro de Harley, hipoteca, trabajo casi fijo, etc.?

Nadie. Los idealistas canosos y los muy jóvenes, que tienen todo que ganar y casi todo perdido.

El PP sigue ganando en las encuestas. Lo del PSOE, no puede ser de otro modo, debe de ser un caso de partido zombi. El primero diagnosticado.

No, no son buenas las noticias. Añado que son repetitivas, escasas, tergiversadas, localistas, degeneradas y muy poco constructivas. Ah, es verdad, el periodismo debe de ser objetivo. Pero aquí mucha gente cree que la objetividad es no decir nada nuevo. Supongo que entonces el Watergate fue un trabajo de fontanería, no de periodismo.

Añoro las protestas del 15M, los WikiLeaks, los No a la guerra. Añoro incluso a los casquivanos políticos de la transición con sus problemas de dicción, sus códigos de honor, sus pelucas y hasta sus chaquetas de pana. ¡Qué gusto daría ver a un Presidente de Gobierno anunciar su dimisión cuando vea que no tiene razón de ser seguir pegado al asiento!

La izquierda, eso sí, está contenta. Ahora que todos sabemos que los bancos nos roban continuamente y que son los que gobiernan los Estados no hay más remedio que proclamar que el capitalismo así, sin anestesia, es una mierda. Pero el engranaje actual continuará y, por si fuera poco, los medios de comunicación que se pasen de rebeldes cerrarán como el diario Público. ¿Al fin y al cabo qué empresario montaría un medio de comunicación que se oponga a los poderes fácticos?

Políticos, periodistas y jueces de medio pelo. Hablemos de una vez del tejido empresarial español: es mezquino, retrógrado y, en general, salvo excepciones como la del tito Amancio, malvive con su concepto dickensiano de la riqueza.

Nadie habla de lo nefastos que son nuestros empresarios. Por no tener, ya no tienen ni grandes empresas: todas las acaban vendiendo al exterior con su sentido patriótico de siempre, el de los himnos y las gaviotas de cartón-piedra. ¿Una industria del motor española competitiva? No la hay. ¿Alimentaria? Tampoco. Por no tener, no tenemos ya ni Chupa-Chups ni Cola-Cao. Eso sí, tenemos al señor Botín, al tinglado del BBVA y sus tentáculos.

Hay que apuntar en la dirección de los empresarios. A poder ser de los grandes. Y que paguen con su misma moneda. Lo tenemos muy fácil: siempre que se rasca, hay premio.

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