Estoy convencido de que los autores de ciencia ficción
que están trabajando en obras en las que la Tierra, el Cosmos o cómo lo llamen
se rebela contra el ser humano pronto se quedarán desfasados.
Ya hace mucho tiempo que las alergias se han
apoderado de nuestros cuerpos: las personas libres de esta pandemia se cuentan
con los dedos.
Nuestros sistemas respiratorios responden
paradójicamente peor que en los tiempos en los que la medicina era poco más que
un experimento. Igual que los corazones, la circulación, los huesos.
Lamentablemente, en la gente mayor se aprecia
perfectamente cómo el cerebro no resiste a los intentos del ser humano por
vivir más años. El principal órgano que regula todos nuestros actos se atrofia
sin remedio.
Está también el cáncer, que tal y como lo pintan los
estudiosos, poco más que elige a sus víctimas de entre las personas destinadas a
vivir muchos años. A menudo se asocia la aparición de tumores malignos con
hábitos malsanos, pero por desgracia no se puede predecir a quién le afectará.
Es la más cruel lotería.
Además, tenemos las enfermedades psiquiátricas que
cada vez comen el terreno a lo que antes se calificaba de trastorno psicológico
pensando ingenuamente que bastaba con hablar los problemas para que se
disipaban. Cada vez afectan a gente más diversa y de todas las edades. Casi
todo el mundo está expuesto a sufrir una depresión y pocos se libran del
alcance de la ansiedad. No sé por dónde andará la media de años de medicación
que debe sufrir un depresivo, pero los hay que llevan ya varios lustros de
tratamiento y son y serán depresivos de por vida.
Esto en cuanto a la biología humana, pero por otra
parte se yerguen sobre el futuro de la Humanidad amenazas que ponen en riesgo
la continuidad de la vida, a día de hoy la única posible vida humana que se
conoce. Es el deshielo de los polos, la capa de ozono, la deforestación, la
desertización, la desaparición de especies animales, las teorías sobre el
cambio de polarización de la Tierra y un largo etcétera que tiene un aquí y
ahora palpable: el cambio climático.
Por eso, yo no creo que nos estemos cargando el
planeta. Todo lo contrario: Gaia, nuestra Madre Tierra, se está defendiendo y
pongo por testigos a los tsunamis, tornados y meteoritos que la Naturaleza
cuenta y contará con todos los recursos posibles para eliminar a las mujercitas
y hombrecitos que no se portan bien de un plumazo. Claro, que por el camino
quedarán los cadáveres de los magnates de la globalización y de los activistas
de Greenpeace. Todos unidos en la armónica serenata de la muerte.
No, la Naturaleza no hace distinciones.
NOTA: Para reflexionar sobre este tema con un dramatismo tolerable recomiendo dos películas notables y muy distintas, El incidente y la reciente Los últimos días.
Comentarios