El pasado 23 de febrero España volvió a estar más unida que nunca tras la primera victoria en la Eurocopa de 2008 (los dos triunfos posteriores pillaron a los nacionalistas en guardia y hubo quién no lo festejó). Y esta añorada España (por algunos) lo hizo, cómo no, frente a la tele.
Fue también un 23 de febrero, en 1981, cuando el golpe de estado más chapucero de Europa y, probablemente, uno de los más rocambolescos del mundo, convocó a todos los españoles. Y de nuevo la televisión funcionó como catalizador, aunque primero fue la radio y la memoria me ha jugado una mala pasada (rectificación hecha).
Los poderes fácticos necesitaban que la gente, por fin, se desayunara un lunes sin hablar de la crisis o de las intenciones de independizarse de Catalunya. Los poderes, sean quienes sean, aspiran a tener un Estado fuerte y un mercado sólido y unido, porque de lo contrario pierden dinero, o ganan menos que para ellos es lo mismo.
A otro que le ha venido de maravilla ha sido al Rey. Por una vez no habrá chistes gráficos vergonzantes sobre su hija Cristina y el mangante de su marido.
Al rescate acudió Jordi Évole con su falso documental sobre el 23F. Una fantasía delirante con la que tomó el pelo a muchos españoles y demostró varias cosas, que apunto en adelante.
1) La principal: los españoles están hartos de la crisis. Necesitan respirar. Y cualquier cosa vale.
2) No se sabe un carajo todavía sobre el golpe de estado de Tejero, Armada y los suyos. ¿Quiénes son los suyos? Para mí, la principal incógnita.
3) Los que tragaron el anzuelo no es que sean menos inteligentes, es que tienen poca cultura audiovisual. Mejor dicho, la tienen mal educada. Ven Aída, Sálvame y otras sutilezas. Tampoco hay que fustigarse: quizá Évole se aprovechó de su enorme crédito. Aparte, cualquiera puede equivocarse.
4) A Jordi Évole y su equipo se les ha subido el éxito a la coronilla. Si te atreves a burlarte de la audiencia, si quieres bromear con las cosas de comer, ten narices. No vengáis con excusas tan petulantes como que queríais educar a los ciudadanos. Ya sabemos que existe la manipulación mediática. Es una patraña que fuera el objetivo del mockumentary. Hay centenares de programas que podríais haber analizado. Emisiones reales, contemporáneas. Periodismo de investigación. Para educar ya existen instituciones milenarias como los colegios.
5) Siempre habrá dos Españas: la rojilla y la facha; la taurina y la ecologista; la nacionalista desde Madrid y la nacionalista desde su "pequeño país", etc. Aquí, sobre todo a través de las redes sociales, ha salido a escena otra pareja de baile: la España progre supermoderna y la que se sincera. Y, dentro de la sincera, por desgracia, se oculta la facha (todo hay que decirlo). Pero es que sólo un postmoderno con los valores doblados puede aplaudir la ¿gesta? del follonero y llamarle Orson Welles. No es serio.
6) Para concluir con la lista: lo de siempre. Pan y circo. Lo que pasa es que sobran pistas de circo y falta pan. En realidad, hay gente que lo está pasando tan mal que no tiene ganas de twittear toda la madrugada y escribir gilipolleces como ésta, porque no llega a fin de mes y, sencillamente, no está el horno para bollos. Y lo que más me jode: nadie hablará del escándalo de Ceuta en mucho tiempo.
En el plano meramente televisivo, el triunfo en audiencia del especial de Salvados se cargó dos propuestas interesantes:
(sigue en una próxima entrega)
Fue también un 23 de febrero, en 1981, cuando el golpe de estado más chapucero de Europa y, probablemente, uno de los más rocambolescos del mundo, convocó a todos los españoles. Y de nuevo la televisión funcionó como catalizador, aunque primero fue la radio y la memoria me ha jugado una mala pasada (rectificación hecha).
Los poderes fácticos necesitaban que la gente, por fin, se desayunara un lunes sin hablar de la crisis o de las intenciones de independizarse de Catalunya. Los poderes, sean quienes sean, aspiran a tener un Estado fuerte y un mercado sólido y unido, porque de lo contrario pierden dinero, o ganan menos que para ellos es lo mismo.
A otro que le ha venido de maravilla ha sido al Rey. Por una vez no habrá chistes gráficos vergonzantes sobre su hija Cristina y el mangante de su marido.
Al rescate acudió Jordi Évole con su falso documental sobre el 23F. Una fantasía delirante con la que tomó el pelo a muchos españoles y demostró varias cosas, que apunto en adelante.
1) La principal: los españoles están hartos de la crisis. Necesitan respirar. Y cualquier cosa vale.
¡Hablad de mí aunque sean chorradas! |
3) Los que tragaron el anzuelo no es que sean menos inteligentes, es que tienen poca cultura audiovisual. Mejor dicho, la tienen mal educada. Ven Aída, Sálvame y otras sutilezas. Tampoco hay que fustigarse: quizá Évole se aprovechó de su enorme crédito. Aparte, cualquiera puede equivocarse.
4) A Jordi Évole y su equipo se les ha subido el éxito a la coronilla. Si te atreves a burlarte de la audiencia, si quieres bromear con las cosas de comer, ten narices. No vengáis con excusas tan petulantes como que queríais educar a los ciudadanos. Ya sabemos que existe la manipulación mediática. Es una patraña que fuera el objetivo del mockumentary. Hay centenares de programas que podríais haber analizado. Emisiones reales, contemporáneas. Periodismo de investigación. Para educar ya existen instituciones milenarias como los colegios.
5) Siempre habrá dos Españas: la rojilla y la facha; la taurina y la ecologista; la nacionalista desde Madrid y la nacionalista desde su "pequeño país", etc. Aquí, sobre todo a través de las redes sociales, ha salido a escena otra pareja de baile: la España progre supermoderna y la que se sincera. Y, dentro de la sincera, por desgracia, se oculta la facha (todo hay que decirlo). Pero es que sólo un postmoderno con los valores doblados puede aplaudir la ¿gesta? del follonero y llamarle Orson Welles. No es serio.
6) Para concluir con la lista: lo de siempre. Pan y circo. Lo que pasa es que sobran pistas de circo y falta pan. En realidad, hay gente que lo está pasando tan mal que no tiene ganas de twittear toda la madrugada y escribir gilipolleces como ésta, porque no llega a fin de mes y, sencillamente, no está el horno para bollos. Y lo que más me jode: nadie hablará del escándalo de Ceuta en mucho tiempo.
En el plano meramente televisivo, el triunfo en audiencia del especial de Salvados se cargó dos propuestas interesantes:
(sigue en una próxima entrega)
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