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La maldita moda de este invierno (AKA La crisis nos hará más cálidos)

Ojo, a ti podría quedarte algo peor.
Un día cualquiera de noviembre no tenía ganas de abstraerme en uno de mis inquietantes viajes en el metro y como no podía hablar con nadie, pues todo el mundo parecía muy ocupado dándole a las teclas de su smartphone, leyendo su ebook o tras unos auriculares gigantes, me dediqué a observar qué ropa llevaba la gente.

Repetí mi estudio privado más veces durante la misma semana y hasta hoy, con ocasión de tres viajes a diferentes ciudades, creo que ya puedo arrojar resultados reveladores.

Siento no contar con Excels ni gráficas de apoyo. Ha sido una tarea de observación intuitiva y requiere de la confianza del lector en un observador casi profesional.

En Barcelona, mi principal base de experimentación, el invierno está pasando sin pena ni gloria. Por respeto y un poco por costumbre las playas siguen vacías, pero cualquier día podrían amanecer cubiertas de toallas y sombrillas.

Sin embargo, si uno pasara por allí con un taxi climatizado sin saber la temperatura del exterior la mera contemplación de los viandantes podría llevarnos a engaño: una ola de frío polar debe de haber llegado a la ciudad condal. ¡El cambio climático! ¡El efecto invernadero pero al revés!

¿Y a qué viene esto? Pues a las chaquetas de turistas y locales. La gente va bien abrigada. Más o menos llevan puesta la misma ropa que se recomienda para hacer senderismo en la Antártida. Aparte de los siempre feísimos plumas y de singulares abrigos de esquí que uno puede encontrar en las estaciones del deporte blanco, hay una marca que destaca entre todas las demás. Se trata de The North Face. Y es fácil reconocer su logo, porque los diseñadores de la empresa californiana han tenido la buena idea de ponerla bien visible por delante y por detrás.
Por detrás también vale.

Tienen un diseño sobrio, pero al mismo tiempo atractivo. Sin duda, han acabado con los abrigos de paño y las americanas de tela. Su público se ha rendido a la marca que, faltaría más, manda fabricar sus productos en China y cualquier país en el que se lo hagan más barato. Esto no es óbice para que una chaqueta de tres capas, totalmente innecesaria para pasear por El corte inglés, cueste alrededor de 300 euros. Lo más barato de la marca es de un material similar a la felpa tirando a la toalla vieja o la moqueta maltratada que cuesta alrededor de 100 euros. Lo mismo más o menos te cobrarán por unos entalladitos chalecos que algún valiente sin recursos se atreve a vestir.

Es una experiencia gratificante ver cómo se cruzan varias personas que llevan exactamente la misma chaqueta. Los colores que más predominan son el negro, el azul marino y el rojo, por este orden. Con este panorama, me caen muy simpáticos los que optan por un verde militar o caqui, que en esto de los tonos verdosos no estoy muy puesto.

Lo más simpático es que los uniformados paseantes no parecen darse cuenta de que llevan la misma ropa. Al menos no se miran entre ellos ni comentan con sus compañeros o parejas la casualidad que deja de serlo a los cien metros de recorrido, diez chaquetas iguales más tarde.

Descubro en un foro de Internet sobre montañismo que los escaladores y amantes del trekking detestan a The North Face. Dicen que ya dejó de fabricar ropa técnica y me impresiona descubrir que existe el tejido técnico. Esperaré a ver cómo me sienta una chaqueta licenciada. Ardo deseos de subirle la cremallera a mi nuevo abrigo doctorado. Bromas aparte, los montañistas tienen la deferencia de aconsejar otras marcas que no están de moda y que, en algunos casos, alcanzan y rebasan los quinientos euros. Eso sí, sus alegres portadores aseguran haber aguantado aguaceros sin mojarse y encontrarse la mar de calentitos en un entorno glaciar. Según los mismos opinantes, las chaquetas The North Face no cumplen esta función térmica y pienso que es un alivio. Si en las calles de la ciudad el termómetro sigue sin bajar de los doce grados, más de uno podría morir de combustión instantánea.

Por cierto, las chaquetas son monas, pero los cincuentones con barriga cervecera deberían de llevarla abrochadita. A los jóvenes y atléticos modelos que las lucen con alegría les queda menor abierta, pero el efecto cambia en torsos descuidados.

Dicen también en Internet que muchas de las prendas que se ven por las calles son burdas imitaciones asiáticas. A propósito, también he encontrado testimonios que aseguran que las copias se fabrican en las mismas fábricas que las auténticas. Sin embargo, otros "expertos" juran que no, que sus chaquetas de cien euros (una ganga comparándolas con las de 300) se descosen solas y, además, cuando llueve se mojan como las demás.

El goretext, de existir, tema que se discute más que la autenticidad de las caras de Bélmez, se va, para colmo, a los dos lavados. Un efecto que no se produce en la ropa autentificada de la marca californiana.

Surgen dudas sobre el surgimiento de esta moda. A mí, al menos, me ha pillado de sorpresa. Son prendas caras, no se encuentran en todas las tiendas de deporte y resultan poco eficaces en climas templados. La pregunta, como en otras ocasiones, es ¿por qué gastamos el dinero de forma tan estúpida?

Otro descubrimiento singular ha sido el éxito sin precedentes de una marca deportiva, sobre todo de zapatillas, que este ignorante cronista consideraba muerta y enterrada junto a otras ilustres como John Smith o mi añorada Paredes.

No está de parranda. New Balance vende sus zapatillas como rosquillas. Las reconocerás por sus vistosas combinaciones de colores, su diversidad de diseños y la existencia de una N gigante en los laterales. Desconozco si, como en los años noventa, estas zapatillas de unos ochenta euros como mínimo prometen cámaras de aire, un sistema antisudoración o un agarre especial en terrenos pantanosos.

De hecho, diría que son zapatillas absolutamente normales. Ni más ligeras ni especialmente diseñadas para un deporte como está de moda últimamente. Son zapatillas bonitas con una N enorme. Ya está.

Tengo una teoría sobre su éxito. Hace más de diez años el tipo más idiota que trabajaba en la empresa Nike pensó que el público se había cansado de su famoso logo Swoosh (supuestamente el ala de la diosa griega Niké) y en lugar de su reconocible símbolo se limitaron a escribir la marca con letras similares a la N de New Balance. Aquel desastre duró poco y hay que fiarse de mi memoria, porque no he encontrado pruebas gráficas.

El error mayúsculo todavía resulta más sangrante pues había un precedente: el cambio del logo original de Adidas en 1996 que supuso crear la línea Adidas Originals con sus míticos tres tréboles, que siguen gustando tanto hoy como en 1972.
Un crimen: a la derecha, como casi siempre.

Pues bien mi teoría es que en el inconsciente colectivo quedó grabado que una ene mayúscula iba relacionada con Nike y esa tontería ha desatado la compra compulsiva de tanta New Balance.

Hay algo más. Dije que el diseño de las zapatillas conmovería al mismísimo Almodóvar. Bueno, quise decirlo, pero me corté. También hay un precedente y sucedió a principios del siglo XXI. La marca Puma dio el campanazo con una nueva línea de calzados coloridos, que en algún momento dejó de estar de moda. Para cuando la gente quiso volver a llevar zapatillas indiscretas, alegres, Puma no estaba allí. Y New Balance se quedó con los consumidores.

Hasta aquí mi teoría. Para el uso de chaquetas ex técnicas antifrío polar no tengo teoría. No se me ocurre nada que justifique un gasto de 300 euros en una prenda que te hace pasar calor. Es verdad que los californianos utilizan materiales sorprendentemente ligeros para lo que abrigan. En cualquier caso, no sé a qué deportista famoso han querido copiar los primeros que abandonaron sus chupas de cuero y se vistieron de escalador para ir al centro comercial en domingo. Se aceptan revelaciones.

A propósito de las zapatillas, la empresa New Balance presume de fabricar sus "sneakers" en Occidente. Así, en América se pueden encontrar las que se fabrican en Estados Unidos, y en Europa vendrían del Reino Unido. No sé de dónde proceden las que se venden en Singapur, pero no creo que las traigan de la central de Boston. En cualquier caso, que unas manos inglesas hayan empujado tus zapatillas New Balance por la goma de la cadena de ensamblaje debería de hacernos sentir orgullosos. Al menos, y otra vez abandono mi humor contagioso y nauseabundo, esos ochenta euros (como mínimo) han ido a parar en parte al sueldo de los trabajadores, pues todo el mundo sabe que los británicos cobran por lo menos dos veces lo que un español haciendo lo mismo. Dados los resultados, parecen que lo hacen mejor.
Este diseño se pasa de divertido, pero demuestra la apuesta de NB.

Entre una chaqueta y unas zapatillas hay una prenda muy importante. Como de falditas y leggings sólo sé que aportan frescura y alegría a los días monótonos y no me quiero poner romántico, tengo que aportar a este respecto que los pantalones que siguen triunfando, desde que tengo uso de razón, son los Levi's 501. Sus costuras doradas me dan la clave, porque con tamañas chaquetas es imposible intuir la etiqueta.

En el caso de que la gente siga apostando por la marca Levi's se demostraría de nuevo que la moda es una absurda frivolidad (no creo que nadie lo dude). Conozco a muchas madres que han iniciado a sus hijos en el uso de unos vaqueros caros, pero supuestamente impecables. Sobre todo conozco a mi madre. Ella me compró mis primeros Levi's. Pues bien, según la revista Consumer, estos famosos "jeans" no superan varias de las pruebas de calidad.

Ya no hablemos de los de pana. Como soy de muslos robustos, la tela de los pantalones tiene el vicio de friccionar para mi desesperación. Fue en Roma, lo recordaré siempre, que mis Levi's de pana de estreno reventaron por la entrepierna. Estaba subiendo una cuesta adoquinada, reventado de andar, cuando tuve que detenerme. Las ruinas del foro romano detrás. Tras la colina, el hotel. Y yo, clavado en la acera con los pantalones rasgados. Un poco más y me habrían detenido por practicar el nudismo a las dos de la madrugada en el casco histórico. Si a alguien le sirve la recomendación: no compres Levi's baratos por Internet en cierto sitio polaco. No. Y si quieres dar el pego por menos dinero, olvida la asquerosa pana. En Polonia no la saben tratar. En serio, en el mercadillo de mi pueblo tenían mejores proveedores.

En el fondo, espero que este artículo documentadísimo ayude a que The North Face y New Balance pierdan parte de sus millonarios beneficios y se reparta mejor el negocio. Sólo entonces bajarán los precios y podré ir a la moda.

Si, además, consigo que Adidas se quede sólo y exclusivamente con su maravilloso logo, entonces ya habré hecho la buena acción del año.





NOTA: Próximamente prometo dedicar un estudio concienzudo sobre las personas que utilizan auriculares tamaño escafandra en plena calle. El objetivo será analizar por qué me irritan tanto cuando a todas luces sólo se afean a sí mismas.


Comentarios

TONI B. ha dicho que…
Lo siento David, pero en mi caso no has conseguido disminuir los beneficios de New Balance porque estaba leyendo el blog y mi mujer, en un rápido golpe de vista ,vio las zapatillas que aparecen y ahora me toca comprarle unas ami hija. Eso me pasa por leer tu blog .Jeje!
David Navarro ha dicho que…
Antonio, amigo, que yo no quiero que New Balance pierda o gane beneficios. De hecho, aporta un poco de color entre tanta Adidas y Nike. Además, no me gusta nada que se explote a los trabajadores asiáticos y en teoría NB no lo hace (aunque me temo que llevará parte de las zapatillas a fábricas tercermundistas y por eso dicen que la mayor parte de su producción se desarrolla en EEUU y GB).
Sólo quería remarcar el borreguismo que tenemos todos a la hora de optar por una u otra marca y es que en Barcelona al menos la avalancha de zapatillas NB es abrumadora.
Por cierto, a la niña, como es tan guapa, le sentará cualquier par de zapatillas de maravilla. Un abrazo.

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