Prácticamente iguales, pero una es superguapa y la otra no. |
Antes del referente cinematográfico, antes incluso de esas fotografías que causaban furor entre los hombres adinerados (que hasta para tocar la zambomba fuera del horario comercial hay clases), las chicas guapas del pueblo se debían a cientos de referentes invisibles: la pintura de la virgen de tal iglesia, la estatua de la diosa del templo de la belleza, la hija del cacique que encabezó el desfile del Corpus, la bisabuela de no sé quién, la que logró que tres caballeros se batieran en duelo por ella, etc.
Para simplificar, este ideal de belleza se configuraba en torno a la idea general del populacho sobre lo que era una mujer bella. Más o menos los varones heterosexuales, será por el instinto gregario o por el medio a que se cuestione nuestro instinto (y buen criterio), nos ponemos de acuerdo en torno a la generalidad que hace a las mujeres bellas... o no.
Sé que hay motivos biológicos, incluso religiosos, que se cristalizan en tallas prehistóricas de mujeres de anchas caderas que tienen que ver con la idea de fertilidad, o sea la supervivencia de la especie, y que curiosamente sigue estando ahí para muchísimos hombres.
En tiempos actuales, y no tanto, me hace gracia la suposición de muchas mujeres de que hay una ausencia destacada de hombres guapos. Ellas mismas suelen confesar que hay mujeres bellas a puñados, en general, aunque si se trata de una en particular algunas mujeres demuestran una habilidad pasmosa para cambiar las reglas de sus ideales estéticos: "que sí, que se parece mucho a Angelina Jolie, pero a mí una mujer con los labios tan gruesos y la cara alargada me parece demasiado vulgar".
¿Por qué no? Es una explicación como otra cualquiera. Y un tema tan poco científico no resiste ninguna ley lógica.
Sin embargo, a pesar de lo azaroso que resulta definir la belleza femenina, a pesar de que yo mismo, espectador enamorado de la mujer por fuera y por dentro, encuentro innumerables mujeres guapas al cabo del día en todos los rincones, pese a que considero que es necesario un juez labrado con las rocas del Olimpo para calificar a una mujer de fea, a pesar de todo eso, hay por ahí mujeres, muchísimas, que se consideran superiores en virtud de su excelencia estética.
Ellas no miran a los lados, sólo al frente. ¡No vayas a creer que se te insinúa como si estuviéramos en Francokistán!
No se toman un café con un compañero de trabajo o de aula si no es con presencia de al menos siete u ocho sujetos de ambos sexos. Sólo hay un hombre (o mujer) capaz en este mundo de disfrutar de este privilegio.
Para rozar la amistad con una de estas mujeres tan bellas hay que pasar cinco o seis años compartiendo el espacio, aparentar que no te interesan las mujeres por fuera, llevar anillo de casado, tener una foto rodeado de niños en la mesa de la oficina, enseñar el pene en formol, bordarte la bandera del arco iris en la camisa... No sé, cada una de estas engreídas "guapas" requiere de un esfuerzo singular y de otros más generales.
Ah, por favor, ni se te ocurra decirles lo guapas que están. Y nunca, nunca, lo guapas que son. Porque seguramente ellas codifican que estás buscando la manera más disimulada de violarlas mentalmente, si es que no lo has hecho ya. Y, claro, del pensamiento al acto hay un paso (en realidad, según la salud mental del individuo puede haber hasta varios años luz).
Los feos, porque siempre que nos dirigimos a una guapa tenemos un objetivo claro, que es derrotar sus defensas contra la natural predisposición de la macizorra de turno a esquivar manchas en su currículum amoroso, pues ya se sabe que una guapa sólo se acuesta con un feo si se va a casar con él o desea tener descendencia.
Los guapos, los pocos que conozco de los poquísimos que hay, me comentan que tampoco se lo ponen fácil porque ellas, las muy guapas, viven siempre una doble vida y es por la noche, sobre todo en verano, cuando su máxima realización consiste en hacer que los hombres se desmayen en la playa, la piscina o en la pista de baile. Ellas quieren que ese guapo se les acerque, pero también preferirían que se hicieran un test psicológico antes, que presentaran antecedentes penales de su familia (especialmente de sus madres), que firmaran un contrato de exclusividad con ellas (pero que ellas tuvieran la libertad de escaparse con un mejor reclamo) y un largo etcétera. Al final, la culpa siempre es del alcohol.
Por desgracia, a los feos que siguen empeñados en valorar a las mujeres sólo por su envoltorio (socialmente aprobado) no les puedo dar ánimos ni prometer consuelo. Normalmente la cosa termina como el caso Paquirrín, pero si estudias, te cultivas y crees en ti mismo, a lo mejor ella no es ninguna engreída superficial, reina de la noche, y te acaba gustando casi tanto por fuera como por dentro.
Aparte, feos hay a millones. Guapas, también. Las matemáticas están de tu parte. Y si ni por ésas, espera a la tercera edad, que entonces los cuerpos tienden a igualarse.
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