Ir al contenido principal

El triunfo de la mal llamada literatura fantástica

No puedo evitar sorprenderme ante las estanterías repletas de títulos que evocan a dragones y mazmorras y que cada vez proliferan más en las librerías.

Ante tal avalancha de títulos de portadas manieristas donde guerreros armados con espadones, cascorros y escudazos que refulgen ante la tormenta en forma de ejército de orcos que se acerca por un acantilado, medio yermo, medio vergel, con gigantes y mazas colosales al fondo, un dragón, o veinte, sobrevolando el cielo más terrorífico que vieron los ojos de caballero alguno, yo me empequeñezco.

Pero, ¿tanto se leen estas historias donde predominan las falsas edades medias combinadas con atuendos de prehistoria y sabiduría extraterrestre, donde copiar a Tolkien es el mínimo exigible, libros en los que deben campar, por defecto, enanos y elfos, grandes guerreros, magos y brujas, aventuras en fin, que se remiten a ellas mismas, pero que no parecen avanzar nunca? Algunas traducidas deprisa y mal. La mayoría, con argumentos similares. Todas ellas apelando a la épica, dando la espalda a todo lo que huela a vida real.



Es cuestión de modas o de gustos, confiesan algunos, que leen estas novelas mal llamadas fantásticas, pero poca fantasía veo en un sinfín de tópicos repetidos hasta la saciedad y que, por un mal concepto de la evolución, se empeñan ahora en hacerse costumbristas de lugares comunes despachando páginas y páginas de confesiones entre un enano y un elfo que se ocultan en una cabaña de la Tierra Yerma en el condado de C'oundornt y que buscan encontrarse con el Elegido que tiene que derrotar al ejército de jinetes sin cabeza de dragones furiosos.

Y yo creo que sí, que cada cual disfruta con el pasatiempos que le venga en gana. Lo mismo que un Onetti encamado y devorador de novela negra cuando nadie defendía el género. Es más, cuando la literatura de género era un pecado mortal, miseria de rastro de a cinco duros el ejemplar, mal maquetado, odiosamente editado y peor escrito.

Como todo en la vida, no veo nada malo en que la gente lea novelas de literatura mal llamada fantástica. ¡Y menos los jóvenes! Éstos que lean aunque sea versiones abreviadas de cuentos de Grimm.

El peligro, como siempre, es que el lector no quiera llevarse a la mente nada que no incluya elfos ni dragonlances. Y, de rebote, que las editoriales se apunten al carro y dejen de lado cualquier otro género novelístico (y no digamos, poesía y ensayo).

Más peligroso aún me parece que lectores, editoriales y libreros olviden que la imaginación no tiene fronteras y que estaría bien que las historias difíciles de etiquetar también tuvieran su presencia más allá de su adscripción a un subgénero.

Dicho lo anterior, a este escribiente le parece muy bien, por si no ha quedado claro, que se ensalcen juegos de tronos, diálogos élficos y todo lo que va en el carro de la novela fantástica. Yo, que me habré leído un par de novelas recomendadas por adeptos al género, me he limitado a hojear títulos y lo poquísimo que sé lo he captado de tercera mano, porque es una literatura que me aburre. Sin embargo, disfrutaré, seguro, El Hobbit cinematográfico, aunque sea en dos dimensiones y a los fotogramas por segundo de siempre. Pero ése es otro andurrial en el que me meteré otro día.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Redescubriendo temas musicales: Jesus to a child

Las canciones que más adentro nos logran tocar son, en ocasiones, las más sencillas. La letra de Jesus to a child descolocará a los que asuman, por desconocimiento, que la belleza de la expresión escrita requiere complejidad. La sintaxis es clara, el vocabulario, sencillo, y la composición en su conjunto constituye una metáfora: el amante sufre la pérdida del ser querido, pero a pesar de la tristeza es capaz de comparar el hallazgo del amor verdadero con la limpieza de corazón con la que Jesucristo amaba a los niños, que son, por antonomasia, los seres humanos más puros que existen. Por este motivo, mucha gente interpreta la letra como una exaltación de los sentimientos nobles y, en realidad, la letra se puede explicar en clave de amistad idealizada o de amor perfecto en cuanto en tanto no deja lugar a la contaminación de otros sentimientos que no tengan que ver con la piedad y el desprendimiento.

GTA V no es un juego para niños

He sido monaguillo antes que fraile. Es decir, he pasado por una redacción de una revista de videojuegos y desde hace más de cinco años me dedico a la docencia. De hecho, cuando nuestro Gobierno y la molt honorable Generalitat quieran, regresaré a los institutos y me dedicaré, primero, a educar a los alumnos y, en segundo lugar, a enseñarles inglés. Por este orden. Calculo que más de la mitad de mis alumnos de ESO (de 12 a 16 años) juegan a videojuegos con consolas de última generación, esto es, PlayStation 3 y Xbox 360 (dentro de unos meses, esta información quedará obsoleta: hay dos nuevas consolas a la vista). Deduzco, a su vez, que de este alto porcentaje de estudiantes, la mayoría, y no sólo los niños, querrá hacerse con el último título de la saga GTA: la tan esperada quinta parte.

The Amazing Spider-Man: larga vida al trepamuros

Los que habían colocado la segunda parte del SpiderMan de Sam Reimi como primera pieza del canon del subgénero de los superhéroes tendrán que mover baza. La mala noticia es que los críticos de cine (los oficiales) actúan como los hombres del tiempo, nunca rectifican. La película dirigida por Marc Webb ha conseguido trasladar las dos primeras entregas de Raimi a la tierra media de los proyectos notables, pero mejorables. Ahora mismo, más que hablar de The Amazing SpiderMan, me preocupa cómo realizar una crítica de una película redonda sin caer en el análisis técnico o en la rapsodia lisonjera. Lo primero me da pereza. Lo segundo, asco. La verdad es que no miento si digo que The Amazing SpiderMan es la mejor versión del trepamuros en celuloide. Incluso podemos hablar de este film con la misma seriedad con la que se aborda el Superman de Richard Donner y en la que se situarán, con el tiempo, los X-Men de Brian Singer, el Hulk de Ang Lee y, al menos, el primer Batman de Christo...