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Mikel Santiago: ¿lo más cercano a un Stephen King español?

Con permiso de Juan Manuel de Prada, que da verdadero miedo, dentro y fuera del papel. Ahora en serio, he leído dos de las novelas de Mikel Santiago: La última noche en Tremore Beach y El mal camino. Por en medio, se me coló un bodrio en formato electrónico que venía firmado con su nombre y que tuve que borrar de mi ebook y de mi memoria a la media hora.

Veamos. La de Tremore Beach es una novela con atmósfera. Se nota que el autor ha vivido en Irlanda, se nota además que ha ejercido el trabajo en solitario, como el protagonista de su novela, un compositor de bandas sonoras, y se nota que Santiago puso toda la carne en el asador en una historia de suspense que por momentos se sale del género y es novela con venas y sangre.

Para no destripar el argumento, digamos que Santiago se la juega a una carta, la de crear expectativas con una premonición. Me ha recordado mucho a un recurso que Night Shyamalan trata de copiar de Hitchcock una y otra vez en sus películas, y que, para disgusto de muchos, no es nada sencillo de conseguir.

Y la novela se lee bien, con el interés que debe despertar una obra de este género en el lector, y por momentos tiene destellos literarios en las descripciones sobre todo de los ambientes. No me convencen los personajes, a los que encuentro planos. Pero lo que me afea el conjunto es el final, porque uno se espera un desenlace sorprendente, apoteósico, y Santiago quiso que fuera más o menos lógico, que casara con el todo.

La segunda, El mal camino, presenta ecos más propios de la novela de terror de toda la vida. Sin ser una novela gótica, transmite un estado de ánimo similar, pues si el protagonista de Tremore Beach andaba regular de ánimo, el novelista de esta novela ambientada en el Sur de Francia no da motivos para la esperanza. Luego está la noche. Todo lo importante sucede en la oscuridad.

En cuanto a referentes se me ocurren decenas de historias de conspiración y, cómo no, La isla del doctor Moreau (espero que no sea un spoiler). En esta ocasión, Santiago se permite menos florituras a la hora de escribir, algo que le va bien al género porque se lee del tirón, pero que cae como un aguacero sobre las bondades estilo del autor en el anterior libro.

Es una hipótesis, pero situar personajes anglosajones en el Sur de Francia, tirar del tópico de la estrella de rock acabada y del escritor autodestructivo aparte de la mencionada coincidencia con la amenaza de los "mad doctors", más un estilo bastante plano, me hace pensar que Santiago ha tirado por la vía del bestseller pensando en el éxito internacional.

Desde luego que hay coincidencias con el libro anterior. El más notorio es la búsqueda de un desenlace sorprendente, algo que de alguna manera está presente en casi todos los lanzamientos de ficción de los últimos años.

A favor del segundo libro de Santiago, hay que decir que veo mejor hilvanados los hilos de la trama principal y de las subtramas al estilo del género negro. Como consecuencia, y por desgracia, el final se ve venir a la legua. En un momento dado de la novela al autor parece que se le caen los remilgos con el género fantástico, pero cuando corre a abrazar el género de terror, entonces regresa al policíaco.

Por otra parte, me gusta cómo están tratados los personajes principales, el escritor y el rockero. De nuevo, una de cal y otra de arena, pues todos los demás me parecen menos redondos.

Ahora bien. ¿Entretienen las dos novelas (cada vez me da más miedo imaginarme de dónde salió aquello que empecé a leer firmado por un ¿seudo?Mikel Santiago) publicadas por el autor vasco? Sí, de sobra.

Ahora bien, ¿son libros de terror? No. Como mucho, da miedo sentir la angustia del protagonista, que está presente en las dos novelas. Su mundo interior da escalofríos, aunque hay que hacer una distinción: en la primera novela no hay más elementos de terror que todo lo que tiene que ver con la capacidad de manipular el futuro. En la segunda, como hemos comentado, ya hay algún elemento típico de la novela de terror, pero todo está enclavado en una novela negra con un misterio por resolver.

Por tanto, una novela de suspense, y otra de intriga. La primera, más personal. La segunda, mejor trazada pero con un estilo más estándar.

En cuanto a posibles mensajes e ideologías subyacentes en las dos novelas, la verdad es que, una de dos, o están muy ocultos y fuera de mi alcance, o se corresponden con la ideología dominante y pasan desapercibidos, que es lo que suele ocurrir.

Quizá se hable de la búsqueda de la soledad en oposición al ruido de la ciudad, pero ya es un tópico y si ése es uno de los mensajes del autor, no creo que tenga la fuerza suficiente. Curiosamente, habla de los estragos de la fama antes seguramente de que el propio Santiago se haya convertido en relativamente famoso. Están ahí las familias desestructuradas, Freud y los traumas del pasado, las difíciles relaciones hombre-mujer y... poco más.

Son bestsellers dignos y, me juego los dedos de la mano, con mucha menos trampa y cartón que los Follett y compañía.

NOTA: Acabo de descubrir que el libro atribuido a Mikel Santiago que no me gustó nada se titula Noche de almas. ¿Prisas por la editorial para sacar una novedad del autor del momento? Prefiero no averiguarlo.

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