Al hilo de la lectura de El secreto de Bretón, de Vicente Garrido, un ensayo-crónica que me ha parecido irregular porque juega con el lector hasta defraudarlo, pues no hay tal secreto, me surgen varias preocupaciones.
La primera: ¿cómo se puede considerar, digan lo que digan los expertos, que José Bretón no sufre ningún trastorno psicológico ni psiquiátrico? Los expertos alegaron en el juicio que se trataba de una persona normal. ¿Cuántas personas normales conocemos capaces de asesinar a sus hijos y, al cabo de unos minutos, flirtear con una conocida? Ni siquiera lo etiquetaron como obsesivo compulsivo a pesar de que no toleraba que nadie tocar a sus hijos con las manos sucias. También pasaron por alto su intento de suicidio a los 24 años.
Hoy en día que los psicólogos no tardan ni tres sesiones en colocarte en su índice de trastornos, ¿por qué insistir en que Bretón es un tipo normal?
A todas luces, trataron de evitar cualquier atenuante para que le cayera la condena más severa posible. Por eso, las maniobras de Vicente Garrido para sacar a la palestra la teoría, tan de moda, de los psicópatas encubiertos que son, y no son al mismo tiempo, personas normales me parecen un desatino. Eso es apartarse de la realidad para apuntarse a un subapartado de ese mal contemporáneo que es la teoría de la conspiración: todo el mundo es malo, aunque no lo parezca, incluso aunque no haga nada denunciable. Ergo, cualquiera de nosotros puede ser José Bretón.
Me niego.
Por otra parte, no logro comprender cómo se tardó casi un año en meter en la cárcel a Bretón cuando sobraban las pruebas incriminatorias. Ya sé que el sistema jurídico español hace necesaria la presencia de un cadáver. Pues entonces, dado que no es imposible hacer desaparecer la prueba principal de un asesinato, cambiemos las leyes.
Comparando este caso con el de Marta del Castillo, me abruma la poca eficacia de la investigación del caso de la chica asesinada y seguramente torturada por dos o tres indeseables que pronto saldrán a la calle, y se queda a años luz de la (aunque larga) bien resuelta investigación de los pasos de Bretón en los que las cámaras de seguridad y de tráfico jugaron un papel clave.
Me pregunto también si no hay nadie en la policía, en todo el Estado español, que no sea capaz de sacar una confesión completa a Bretón o a los supuestos asesinos de Marta del Castillo. ¿No demuestran estos dos casos que los métodos para realizar interrogatorios son insuficientes?
Además, me irrita este plus legal que es el impacto social del crimen. La justicia, creo, no debería tener en cuenta el número de periodistas que hay a la puerta del juzgado para imponer una condena u otra. Con los casos anteriores ha habido suerte, pero ¿qué ocurrirá cuando los crímenes sucedan en aldeas lejos de las cadenas televisivas?
Pienso también en el via crucis de la ex mujer de Bretón. Por suerte, los medios se han olvidado de ella, pero... ¿se puede rescatar la vida de una persona después de lo que ha tenido que pasar? Desde luego no quisiera que nos alimentaran de datos morbosos sobre su día a día, sino que se dedique más atención a las heroínas silenciosas de las brutalidades de los hombres.
Me faltan muchas respuestas respecto al caso Bretón. Incluso en el libro de Garrido, que tira de las mismas declaraciones y fuentes en repetidas ocasiones a lo largo del libro (y es seguramente su peor defecto), echo de menos algo importantísimo: datos, opiniones, informes, etc. sobre el patricida a su paso por el servicio militar y durante su experiencia en Bosnia. ¿Acaso no implica violencia el estamento militar por sí mismo? Vicente Garrido repite una y otra vez esto tan manido de que "parecía un hombre tranquilo". Repito: discrepo de esa línea de pensamiento. Creo que la acción militar y la violencia, en menor o mayor grado, van necesariamente de la mano, y realmente el misterio del cambio de Bretón de ciudadano común a asesino no puede ser tal. ¿Por qué no se ha dado voz a las personas que, estoy seguro, se esperaban algo terrible de un hombre que, insisto, no puede ser normal?
Al final, lo que todos querríamos sería entender por qué una persona puede llegar a cometer un crimen tan abominable como matar a sangre fría a dos niños pequeños. Garrido arma argumentos interesantes, pero me temo que a los que no se nos pasa ni por la cabeza una atrocidad similar siempre nos resultará un crimen incomprensible.
Aunque no es la primera vez que el ser humano se ha superado en su versión más execrable. No sé por qué a estos psicópatas no les da por la vía del suicidio: es una solución a su sufrimiento igualmente violenta y mucho menos perjudicial para la sociedad. Dicen que tienen una inteligencia muy superior a lo normal. También lo pongo en duda: al final, siempre los cazan. Y a los que no, dudo de que puedan volver a respirar tranquilos en las cloacas en las que se ocultan,
La primera: ¿cómo se puede considerar, digan lo que digan los expertos, que José Bretón no sufre ningún trastorno psicológico ni psiquiátrico? Los expertos alegaron en el juicio que se trataba de una persona normal. ¿Cuántas personas normales conocemos capaces de asesinar a sus hijos y, al cabo de unos minutos, flirtear con una conocida? Ni siquiera lo etiquetaron como obsesivo compulsivo a pesar de que no toleraba que nadie tocar a sus hijos con las manos sucias. También pasaron por alto su intento de suicidio a los 24 años.
Hoy en día que los psicólogos no tardan ni tres sesiones en colocarte en su índice de trastornos, ¿por qué insistir en que Bretón es un tipo normal?
A todas luces, trataron de evitar cualquier atenuante para que le cayera la condena más severa posible. Por eso, las maniobras de Vicente Garrido para sacar a la palestra la teoría, tan de moda, de los psicópatas encubiertos que son, y no son al mismo tiempo, personas normales me parecen un desatino. Eso es apartarse de la realidad para apuntarse a un subapartado de ese mal contemporáneo que es la teoría de la conspiración: todo el mundo es malo, aunque no lo parezca, incluso aunque no haga nada denunciable. Ergo, cualquiera de nosotros puede ser José Bretón.
Me niego.
Por otra parte, no logro comprender cómo se tardó casi un año en meter en la cárcel a Bretón cuando sobraban las pruebas incriminatorias. Ya sé que el sistema jurídico español hace necesaria la presencia de un cadáver. Pues entonces, dado que no es imposible hacer desaparecer la prueba principal de un asesinato, cambiemos las leyes.
Comparando este caso con el de Marta del Castillo, me abruma la poca eficacia de la investigación del caso de la chica asesinada y seguramente torturada por dos o tres indeseables que pronto saldrán a la calle, y se queda a años luz de la (aunque larga) bien resuelta investigación de los pasos de Bretón en los que las cámaras de seguridad y de tráfico jugaron un papel clave.
Me pregunto también si no hay nadie en la policía, en todo el Estado español, que no sea capaz de sacar una confesión completa a Bretón o a los supuestos asesinos de Marta del Castillo. ¿No demuestran estos dos casos que los métodos para realizar interrogatorios son insuficientes?
Además, me irrita este plus legal que es el impacto social del crimen. La justicia, creo, no debería tener en cuenta el número de periodistas que hay a la puerta del juzgado para imponer una condena u otra. Con los casos anteriores ha habido suerte, pero ¿qué ocurrirá cuando los crímenes sucedan en aldeas lejos de las cadenas televisivas?
Pienso también en el via crucis de la ex mujer de Bretón. Por suerte, los medios se han olvidado de ella, pero... ¿se puede rescatar la vida de una persona después de lo que ha tenido que pasar? Desde luego no quisiera que nos alimentaran de datos morbosos sobre su día a día, sino que se dedique más atención a las heroínas silenciosas de las brutalidades de los hombres.
Me faltan muchas respuestas respecto al caso Bretón. Incluso en el libro de Garrido, que tira de las mismas declaraciones y fuentes en repetidas ocasiones a lo largo del libro (y es seguramente su peor defecto), echo de menos algo importantísimo: datos, opiniones, informes, etc. sobre el patricida a su paso por el servicio militar y durante su experiencia en Bosnia. ¿Acaso no implica violencia el estamento militar por sí mismo? Vicente Garrido repite una y otra vez esto tan manido de que "parecía un hombre tranquilo". Repito: discrepo de esa línea de pensamiento. Creo que la acción militar y la violencia, en menor o mayor grado, van necesariamente de la mano, y realmente el misterio del cambio de Bretón de ciudadano común a asesino no puede ser tal. ¿Por qué no se ha dado voz a las personas que, estoy seguro, se esperaban algo terrible de un hombre que, insisto, no puede ser normal?
Al final, lo que todos querríamos sería entender por qué una persona puede llegar a cometer un crimen tan abominable como matar a sangre fría a dos niños pequeños. Garrido arma argumentos interesantes, pero me temo que a los que no se nos pasa ni por la cabeza una atrocidad similar siempre nos resultará un crimen incomprensible.
Aunque no es la primera vez que el ser humano se ha superado en su versión más execrable. No sé por qué a estos psicópatas no les da por la vía del suicidio: es una solución a su sufrimiento igualmente violenta y mucho menos perjudicial para la sociedad. Dicen que tienen una inteligencia muy superior a lo normal. También lo pongo en duda: al final, siempre los cazan. Y a los que no, dudo de que puedan volver a respirar tranquilos en las cloacas en las que se ocultan,
Comentarios