A cada cual con lo suyo. Esas tardes en las que pensar en el
trabajo te reduce a migajas, hacer equilibrios para quedar con los amigos se te
hace cuesta arriba, tu pareja parece hablar un idioma distinto (o no está), y
los paseos por el barrio se vuelven repetitivos como la programación de la
tele. Esas mañanas, incluso, en las que te levantas y descubres, molesto, que
cada una de las cosas que estaban por la noche en el salón siguen en el mismo
lugar, pero con un veinte por ciento más de polvo.
Los sábados, malditos
sábados, en los que si no te gusta poner la casa patas arriba para limpiarla,
si no quieres conducir hacia el centro comercial y cargar el coche con la
compra semanal, sólo te queda apuntarte a una actividad en grupo con gente a la
que no conoces, o acudir en pareja al teatro o al cine (¡otra vez!) o, en suma, repasar la agenda del sábado y gastarte una pasta para
acabar el día bien.
En todos esos momentos de abatimiento, de desazón, la
solución está en comprar. Lo dije: a cada cual con lo suyo. Y es verdad. El que
se ha aficionado a la pesca, ahí lo tienes comparando precios de hilos,
carretes y otras decenas de miniedades que se utilizan para echar el anzuelo.
El cuarentón que no tocaba una bicicleta desde que estrenaron Verano azul y
ahora se sabe de memoria cuál es la mejor quija del mercado, el tipo de llanta
más resistente a los pinchazos y que, sobre todo, ha descubierto que una
bicicleta no es un vehículo que uno compra de una pieza sino un mosaico que
cada cual debe de construir para que luzca mejor, siempre mejor.
Tanto los que practican running como los que son hard-gamers
de PC saben que lo bueno se paga caro, pero, paradójicamente, hay maneras de
ahorrarse unos euros y todas acaban por buscar y rebuscar entre los comercios
físicos y los portales online del momento. Los idiotas que todavía salen a
correr, no los que practican running, calzan unas zapatillas Adidas o Nike de
unos miserables 60 euros. ¡Con ese dinero no tendrían ni para los cordones de
unas buenas zapatillas técnicas! Lo mismo que el que juega al ordenador con la
tarjeta gráfica de serie, ¡pringado!, o el que usa el ratón en un shooter
cuando hay mandos ergonómicos y wireless como los que se utilizan en los
campeonatos y en los que, si sabes buscar bien, no tendrías que gastarte más de
100 euros…
Lo suyo, en esta época en la que fluye la información y el que
no sabe lo que le conviene es porque es idiota, es comprarse el MP3 Sansa,
porque te proporciona más que el iPod Nano pero por menos de treinta euros si
optas por un modelo refurbished (reparado y vuelto a poner en circulación).
Además, ya te sales de la dictadura de Apple y demuestras tener un montón de
personalidad. Luego hay que avanzar por el camino del conocimiento e instalarle
el minisistema operativo Rockbox y, por supuesto, elegir unos auriculares
semiprofesionales que recojan los matices de los graves de Adelle (esto te lo
callas porque ni es soul ni es nada, pero si lo dices tampoco te van a matar… teniendo
en cuenta que todo el mundo la compara con Lady Gaga).
¿Y qué me dices del placer que proporciona navegar por esos
portales maravillosamente ilustrados que te muestran las tabletas chinas más
competitivas? Por lo menos te ahorras veinte euros con respecto a los borregos
que van a la Fnac y se compran la tablet de oferta, la que tú sabes que fabrica
una marca competente, no muy buena, pero por treinta o cuarenta euros más que
la de la marca blanca.
Claro, que por asuntos de karma mal resueltos, puede que
algún día encuentres que tu afán consumista es inviable. Tal vez te ilumine la
razón y comprendas que de nada sirve acaparar cosas si luego vas a comprar más cachivaches
y nunca vas a disfrutar de los que tienes.
Por otro camino puedes llegar a la misma vía. Los trabajos
se acaban y las prestaciones, también.
La vía ideal sería hartarse de comprar por comprar, pero ya
estamos en entelequias del tipo: ojalá la gente no fume, no mienta y no vomite
en el ascensor. Sabemos que siempre habrá quien haga precisamente lo que se
supone que va en contra del sentido común. Y hay quien defiende que la vida sin
vicios es una tontería. Pues eso, cada cual con lo suyo.
Independientemente de que no podemos vivir de cara a la
galería y de que nunca sabremos cuál es el camino recto lo cierto es que no
tenemos fuerza de voluntad y que, en el fondo, no pretendemos cambiar el
sistema (es mejor quejarse y seguir tirando).
La única solución es el método David Navarro para
consumistas anónimos: buscas tu último capricho durante tanto tiempo libre como
tengas y cuando lo encuentras… ¡Zas! No te lo compras. Te das un margen de una
semana y si todavía lo quieres, ya te lo comprarás.
Será duro los primeros días. ¿Y si se agota? ¿Y si cambian
el precio? ¿Y si… te mueres antes de estrenarlo? Pero la batalla no ha hecho
más que empezar. En tus intentos por saber si ha salido a la venta un producto
mejor, más exclusivo y más económico (dentro de la alta gama, claro) aparecerán
serios competidores y te confundirán hasta que en tu mente se sitúe otro
objetivo que adquirir.
Repítase el proceso anterior y paciencia.
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