La gran mentira a la luz de la entrevista de Jordi Évole a
Pedro J. Ramírez no está en lo que reconoce el ex director de El Mundo, ni en
la supuesta inquina que pone Évole en sus preguntas a Pedro J. Como siempre, la
gran farsa está en el tratamiento de los temas. Es muy fácil: se pasa de
puntillas sobre los asuntos espinosos, se recalcan los menos importantes y se
evita hablar de los realmente comprometidos.
Es intrascendente que Pedro J., tras cierto acoso por parte de
Évole, admita que no descarta que ETA esté detrás del 11M, pero que parece
improbable que así sea. Analicemos: sí, pero no. ¿Un insulto a la inteligencia de millones de televidentes? En realidad, sólo está enrocándose en la postura de la
ultraderecha española y, al mismo tiempo, tratando de no quedar como un estúpido
ahora que en teoría lo han cesado.
Aclaro el párrafo anterior: no hay ningún órgano judicial ni
prueba pericial alguna que dé una mínima credibilidad a la autoría de ETA en
los atentados del 11M. Por eso, tratarlo en la entrevista dándole una
importancia mayúscula me parece caer en la misma pantomima que durante años ha
interpretado la derechona cavernaria. Y si dejo caer la sospecha de que a Pedro
J. no lo han cesado es porque estoy convencido de que se trata de un retiro
pactado y, por cierto, muy bien pagado.
Todos sabemos que detrás de los núcleos duros de información
españoles, ya no quiero llevar mis conclusiones a la esfera mundial, se
encuentran los partidos políticos mayoritarios y, tras ellos, las grandes
familias económicas que mandan en el país y que, a menudo, coinciden con los políticos
hasta puntos de coincidencia realmente asombrosos: por ejemplo, la familia
Rato, la Maragall, etc.
En la macroentrevista de Salvados no sale a la luz una
verdad de ésas que cualquier idiota intuye y que necesitamos, como la lluvia,
que se verbalice por parte de personajes “autorizados”. Por ejemplo, que los
periodistas poderosos son los sicarios de los grupos de presión.
Resulta razonable que en Salvados no se pueda llegar a una conclusión tan necesaria como evidente, pero al mismo tiempo negada hasta la saciedad: si bien la influencia de Pedro J. en todo tipo de manipulaciones
mediáticas sobrepasa las aspiraciones de Jordi Évole; de alguna manera, los dos
tienen una influencia más que importante en el curso de los acontecimientos y
lo hacen desde el convencimiento de unas ideas, desde luego, incluso desde la
praxis del periodismo que consideran más profesional, pero siempre teniendo muy
claro hacia dónde señala la mano que les da de comer.
A mí me llena de vergüenza algo que, por lo veo, la opinión
pública da por bueno. Que un director de un periódico con miles de lectores
tenga habitualmente reuniones secretas con grandes empresarios y líderes
políticos tanto del Gobierno como de la oposición será legal o no, pero desde
luego es opaco y, por tanto, antidemocrático.
La democracia, a ver si nos enteramos, es transparencia.
Todo lo que se hace mediante fondos reservados, grupos de asesinos con
identidad secreta, reuniones a escondidas y dinero de no se sabe muy bien dónde, que nadie tenga duda, resulta antidemocrático en cuanto tiene incidencia en los intereses
públicos y se trata de ocultar a toda costa.
En el momento en el que un director de periódico se reúne
con un empresario y deciden tumbar a un Presidente o aupar a un candidato se
traspasan las competencias del periodismo, porque abandona el objetivo de de informar con objetividad por otro muy distinto, conspirar.
Por todo lo anterior, si se demostrara que Pedro J. o
cualquier otro miembro de la directiva de un medio de comunicación participara
en conspiraciones y, además, lo diésemos por bueno (lo considerásemos normal)
tendríamos una prueba inequívoca de que la democracia se ha pervertido hasta
tal punto que es posible que ya no sepamos ni en qué consiste.
Reconozco que para el gremio periodístico Pedrojota constituye un espejo en el que mirarse por haber sido capaz de levantar un periódico de la nada y por ostentar durante años el récord de exclusivas. Sin embargo, a mí me parece un personaje oscuro y medrador que ha utilizado su influencia para jugar con los españoles como si fuéramos sus títeres particulares. Además, por una vez coincido con el ex presidente González, se trata de un tipo amoral. Y eso, en un seudointelectual que ha firmado tantos editoriales, que ha intentado marcar el ritmo moral de una nación durante lustros, me parece imperdonable.
Reconozco que para el gremio periodístico Pedrojota constituye un espejo en el que mirarse por haber sido capaz de levantar un periódico de la nada y por ostentar durante años el récord de exclusivas. Sin embargo, a mí me parece un personaje oscuro y medrador que ha utilizado su influencia para jugar con los españoles como si fuéramos sus títeres particulares. Además, por una vez coincido con el ex presidente González, se trata de un tipo amoral. Y eso, en un seudointelectual que ha firmado tantos editoriales, que ha intentado marcar el ritmo moral de una nación durante lustros, me parece imperdonable.
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