Dicen los sabios e ignorados ancianos, que por estar cerca de la muerte, tienen que saber, a la fuerza, algo más que el resto de los mortales sobre el otro mundo que en el más allá no divierten las tonterías de Halloween. Si acaso toleran tradiciones como la mexicana, siempre que no se convierta en un mero reclamo turístico, pero lo de Halloween exportado a todo el mundo les parece una soplapollez intolerable. En eso coincidimos los espíritus y yo, aunque me temo que mi preferencia por no usar máscaras ni emborracharme por las discotecas mundanas con una excusa tan peregrina viene marcada más por las costumbres de mi generación que por unas razones éticas.
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