Si paseas por la calle mayor y te encuentras con un escaparate colorista y atractivo que te fuerza a imaginarte tan elegante como Florentino Pérez o tan bella como Esperanza Aguirre, seguramente estás delante del principal reclamo de una tienda de ropa o de zapatos, que por algún motivo extraño no se consideran ropa. Por eso (bueno, la conclusión la sacarás después, ahora créeme), quedarse prendado de un escaparate de libros es una experiencia bien distinta. Si los libros te entran por la cubierta o por los fajines que colorean la portada con chorradas del tipo: "el nuevo Jonathan Franzen", "más excitante que un pasaje esotérico del mejor Dan Brown" o "instant classic", estás errando el tiro, muñeco.
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