Hace unas semanas me desperté a media noche y me vino a la cabeza una noticia en la que la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), dependiente de la ONU, nos recomendaba comer insectos apelando a sus valores nutritivos. Durante el tiempo que tardé en recuperar el sueño estuve convencido de que había sido una pesadilla. Rara, indescifrable, como casi todas las que vengo teniendo últimamente. El shock que me produjo comprobar al día siguiente que la noticia era real me obligó a quedar como un idiota en medio de una conversación. Estaba animada la charla en el café y ver aquel titular me jorobó la fiesta. Pálido como el papel del periódico que mostraba un grillo a la parrilla, dejé que mis acompañantes hablaran de sus cosas unos minutos hasta que me despedí de ellos sin saber de qué narices estaban hablando.
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