Pasan los días y uno se asoma a los quioscos con la curiosidad de saber cuál será el próximo pase de los que quieren desmontar a Podemos.
Hay una insana necesidad de pillar en falso cualquier movimiento de cualquiera de los nombres que han salido a la luz de la organización liderada por Pablo Iglesias.
Errejón, Monedero, e incluso la novia del icono mediático y monumento al progresismo perroflautista. Y, por supuesto Echenique, el eurodiputado de la silla de ruedas, al que la gente prejuiciosa como yo se imagina al mando de la nave en la sombra cual caudillo de los X-Men. Como si por el hecho de no poder salir corriendo tuviera que estar necesariamente todo el día pensando. ¡Qué cantidad de información tenemos sobre un partido tan pequeño!
Sabemos más sobre los cerebros del partido Podemos que sobre los que nos gobiernan. Y todo esto ocurre gracias a los entes superiores que nos gobiernan. Si no, ¿a santo de qué estaríamos tú y yo de acuerdo, si no nos conocemos? En parte, para encumbrarlos, vía Mediaset y su Sexta (columna); en parte, para ponerlos en el ojo del huracán.
La pregunta es: ¿existe o existirá tal huracán?
La tempestad se acabará desatando, sin duda, pero no sabremos si se deberá a las aspas retroalimentadas del más potente ventilador de la democracia: el aparato multimedia universalizador, o llegará como consecuencia de la natural tendencia de los órganos naturales a pudrirse.
De momento he decidido que los desmonten otros. Me resulta muy desagradable apuntarme a la cena carroñera de un ser vivo al que avistar desde la cumbre pelada del cerro para lanzarme en picado y ensanchar la primera llaga y, de ahí, sacar un cadáver exquisito.
No quiero decir que Podemos erre moribundo por el desierto, sino que los carroñeros saben detectar su sustento antes incluso de que nazca el sujeto.
Me considero parte del pueblo llano y a los ciudadanos rasos siempre nos ha interesado más comer de tenedor y cuchara que escarbar entre la putrefacción de la carne. Seguramente porque en alguna ocasión le hemos visto las orejas al lobo, y es que la clase obrera hoy está comprándose una tele plana de 50 pulgadas y mañana empeña su cadenita de la Primera Comunión.
Muchas vísceras tendré que descubrir en las grietas de Podemos, que las habrá, para que igualen a la charcutería infinita que conforman PP, PSOE, CiU, PNV, CCOO, UGT y un etcétera que sabemos dónde empieza, pero ni por dónde empieza ni dónde acabará.
Hay una insana necesidad de pillar en falso cualquier movimiento de cualquiera de los nombres que han salido a la luz de la organización liderada por Pablo Iglesias.
Errejón, Monedero, e incluso la novia del icono mediático y monumento al progresismo perroflautista. Y, por supuesto Echenique, el eurodiputado de la silla de ruedas, al que la gente prejuiciosa como yo se imagina al mando de la nave en la sombra cual caudillo de los X-Men. Como si por el hecho de no poder salir corriendo tuviera que estar necesariamente todo el día pensando. ¡Qué cantidad de información tenemos sobre un partido tan pequeño!
Sabemos más sobre los cerebros del partido Podemos que sobre los que nos gobiernan. Y todo esto ocurre gracias a los entes superiores que nos gobiernan. Si no, ¿a santo de qué estaríamos tú y yo de acuerdo, si no nos conocemos? En parte, para encumbrarlos, vía Mediaset y su Sexta (columna); en parte, para ponerlos en el ojo del huracán.
La pregunta es: ¿existe o existirá tal huracán?
La tempestad se acabará desatando, sin duda, pero no sabremos si se deberá a las aspas retroalimentadas del más potente ventilador de la democracia: el aparato multimedia universalizador, o llegará como consecuencia de la natural tendencia de los órganos naturales a pudrirse.
De momento he decidido que los desmonten otros. Me resulta muy desagradable apuntarme a la cena carroñera de un ser vivo al que avistar desde la cumbre pelada del cerro para lanzarme en picado y ensanchar la primera llaga y, de ahí, sacar un cadáver exquisito.
No quiero decir que Podemos erre moribundo por el desierto, sino que los carroñeros saben detectar su sustento antes incluso de que nazca el sujeto.
Me considero parte del pueblo llano y a los ciudadanos rasos siempre nos ha interesado más comer de tenedor y cuchara que escarbar entre la putrefacción de la carne. Seguramente porque en alguna ocasión le hemos visto las orejas al lobo, y es que la clase obrera hoy está comprándose una tele plana de 50 pulgadas y mañana empeña su cadenita de la Primera Comunión.
Muchas vísceras tendré que descubrir en las grietas de Podemos, que las habrá, para que igualen a la charcutería infinita que conforman PP, PSOE, CiU, PNV, CCOO, UGT y un etcétera que sabemos dónde empieza, pero ni por dónde empieza ni dónde acabará.
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