La portada es otro acierto de Jorge. |
Mi intención es corregir sus más de un centenar de páginas y ponerlo en Amazon por menos de 3 euros, como la antología de cuentos anterior. Por el momento podéis disfrutar de Un puñado de cuentos y una huida.
Como prometí, las primeras páginas de Breve estudio de los terrores mundanos.
Noviembre de 1979
XY está sentado en lo más alto del tobogán. Su abuela le pide que se dé prisa en lanzarse, que ya es hora de ir a casa a comer. XY Le dice que no puede, que hay un niño en mitad del tobogán que le impide deslizarse. Su abuela inclina el cuello hacia abajo, niega con la cabeza, tuerce el morro y, por sorpresa, levanta los brazos y lo empuja. XY se resiste a caer aferrándose a los laterales del tobogán, pero su abuela ríe y le da otro empellón. Al borde del llanto, le ruega a la abuela que deje de empujarlo o por su culpa le hará daño al pobre niño rubio que tiene sangre en la cabeza.
Su abuela se queda pasmada durante unos segundos y luego le regaña. No debe jugar con esas cosas. Enfadada, deja a XY en mitad del tobogán.
XY consigue saltar del tubo, corre en dirección a su abuela (mira dos o tres veces hacia atrás como si hubiera dejado algo o a alguien allí) y, cuando se sitúa junto a la mujer, le pregunta, tembloroso, a qué cosas se refiere. Su abuela le contesta enrabietada. Nunca le levanta la voz, pero esta vez sí. Te he dicho que no juegues con esas cosas. La mamá del niño lo está pasando muy mal. ¡Y lo sabes!
XY le pregunta por qué. La abuela, furiosa, en lugar de seguir con las preguntas y respuestas lo agarra fuerte de la mano y lo arrastra para irse a comer de una santa vez.
El niño de poco más de cuatro años se suelta de la mano arrugada y corre como un loco hacia el tobogán. A medida que se acerca, atenúa el paso. Hace como que habla con alguien. Su abuela lo ve en la distancia y vuelve a negar con la cabeza. “No tiene remedio”, parece que diga.
(CONTINUARÁ)
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