Cuando una persona conviene en no comunicar nada, puede deberse a dos causas: el ritmo de los acontecimientos en su vida la tienen absolutamente ocupada o, por el contrario, no hay nada que suceda a su alrededor que le parezca digno de mención. Es, pues, un estado de ánimo, porque siempre se puede decir, y por tanto, escribir algo a propósito de una realidad, un sentimiento, o llevar a cabo la pura creación literaria. Lo más sencillo del mundo es abrir el periódico y opinar. Hoy en día, acudir a un blog o a una noticia reenviada por Facebook o Twitter es definitivamente más rápido e igual de provechoso (no se sabrá nunca si la noticia es bulo o, en cambio, el bulo es noticia).
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