A continuación, un fragmento sobre un proyecto que me atrae mucho escribir, pero que podría ser uno de los más complicados que he abarcado nunca.
Contar la vida de alguien que ha muerto, cuyos amigos y antecesores han fallecido también, y que no dejó ni un solo documento escrito puede ser una tarea ardua. Rastrear en la memoria de unos pocos descendientes y en la de uno mismo puede ser un ejercicio literario tan hermoso como engañino. Las peores mentiras son las que uno mismo no quiere desvelar.
No se me ocurre otro homenaje que intentar escribir el texto.
Éste es un fragmento del segundo capítulo:
Sin duda, el servicio militar te forjó y nunca te escuché decir, como muchos otros hombres, que fuera una pérdida de tiempo. A fin de cuentas, eran años de durísima posguerra en la década de los cuarenta. El verdadero infierno no estaba en los cuarteles ni en las emboscadas de los maquis, sino en el día a día de los poblados donde escaseaban los alimentos, máxime si las cartillas de racionamiento no servían para nada al no haber tiendas en las que comprar.
Contar la vida de alguien que ha muerto, cuyos amigos y antecesores han fallecido también, y que no dejó ni un solo documento escrito puede ser una tarea ardua. Rastrear en la memoria de unos pocos descendientes y en la de uno mismo puede ser un ejercicio literario tan hermoso como engañino. Las peores mentiras son las que uno mismo no quiere desvelar.
No se me ocurre otro homenaje que intentar escribir el texto.
Éste es un fragmento del segundo capítulo:
Sin duda, el servicio militar te forjó y nunca te escuché decir, como muchos otros hombres, que fuera una pérdida de tiempo. A fin de cuentas, eran años de durísima posguerra en la década de los cuarenta. El verdadero infierno no estaba en los cuarteles ni en las emboscadas de los maquis, sino en el día a día de los poblados donde escaseaban los alimentos, máxime si las cartillas de racionamiento no servían para nada al no haber tiendas en las que comprar.
Con todo, había algo para los que no podían recordar otro
régimen anterior al de Franco que se había inoculado en sus venas y para el que
todo el tiempo del mundo no podía ofrecer cura. El franquismo lastró a varias
generaciones pero sobre todo para los nacidos en las tres primeras décadas del
siglo XX. A los que no se llevó por delante la guerra y sus consecuencias, la
falta de libertad y el miedo a la represión los marcó de por vida.
Toda la vida anduviste con precauciones, con más miedo a la
autoridad que a los malhechores. Por una parte, como últimamente no podías
incumplir la ley a sabiendas, tenías la seguridad de ser un buen ciudadano y,
no hay mal que por bien no venga, podías irte a dormir con la conciencia
tranquila.
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