Del corazón de la novela un extracto en el que Darío se enfrenta a una nueva realidad, la posibilidad de comunicarse con los animales que le impiden el paso hacia el refugio.
Espero vuestras opiniones, malas, buenas o regulares.
La zorra, pues resultó ser hembra, le regañó: “es de mala educación no mirar a los ojos de quien te habla”. Darío le mintió. Le dijo que no era consciente de que estuvieran conversando. La zorra pasó por alto la excusa de Darío y le preguntó en qué podía ayudarle. Entonces, Darío titubeó. Sentía la urgencia de llegar al otro refugio, pero no sabía cómo sonsacarle a la zorra si los demás animales le dejarían paso libre
Del texto: David Navarro. Todos los derechos reservados.
Imagen Fox in the Snow | by Sweetmart
Espero vuestras opiniones, malas, buenas o regulares.
El refugio del alpinista solitario (fragmento de la novela)
Mientras el zorro gris dejaba sus
huellas en la nieve, Darío temió enfrentarse a un peligro del que, mareado y
confuso, no saldría indemne. Cuidado, se dijo, que los animales hablen no
significa que no mientan. A lo mejor trata de engañarme para que baje del
tejado, y entre él y sus compinches me devoran sin contemplaciones.
Por eso esperó a que el zorro se
acercara al refugio, sentado en el filo del tejado, con las piernas recogidas.
El zorro ralentizó los movimientos
como si quisiera eternizar la espera de Darío, que miraba hacia el horizonte
para no toparse con los ojos del animal.
La zorra, pues resultó ser hembra, le regañó: “es de mala educación no mirar a los ojos de quien te habla”. Darío le mintió. Le dijo que no era consciente de que estuvieran conversando. La zorra pasó por alto la excusa de Darío y le preguntó en qué podía ayudarle. Entonces, Darío titubeó. Sentía la urgencia de llegar al otro refugio, pero no sabía cómo sonsacarle a la zorra si los demás animales le dejarían paso libre
La zorra debió de intuir lo que
le ocurría y le animó a que se sincerara. Así que Darío, sin más, le preguntó
qué garantías tenía de que nadie le atacara cuando se encaminara al refugio.
La zorra soltó una risotada, los
dientes afilados y húmedos. Con una sonrisa amplia le dijo a Darío que no se
preocupara, pero que les diera algo de comida, preferiblemente gallinas o
pollos. El invierno estaba siendo muy duro y, con tanta nieve, se les hacía
complicado ir a merodear a la granja más próxima, que estaba a diez kilómetros
y donde, además, solían darles la bienvenida a escopetazos.
Del texto: David Navarro. Todos los derechos reservados.
Imagen Fox in the Snow | by Sweetmart
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