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Ser padre hoy

Nosotros somos más guapos, pero no queremos fardar.
Como siempre debió de ser, pero nunca quise darme cuenta. Hay que aferrarse a lo poco sólido que hay, y estar siempre con la maleta hecha por si conviene moverse un poco. Sin perder de vista los orígenes, o borrando del horizonte la tierra que nunca fue prometida sino impostada.

Hay que moverse deprisa en este mundo, pero con el pensamiento y con la imaginación. Ofrecer las manos que acarician con todo el tiempo del mundo para acariciar. Y lo mismo con los besos que se dan. No escatimar en nada de eso, porque habrá épocas en las que se añore tener un recuerdo firme de ellos. Conviene, pues, crear una horma gigantesca que deje una sima en la playa de besos y de caricias para que el adulto de mañana sepa siempre que su padre le quiso.

Querer porque sí, porque es. Nunca antes lo había pensado así.


La quiero porque es, pero es que aunque fuera de otra manera la querría igual. Trampa del verbo ser, que en realidad se disfraza de estar. Ser es para siempre incluso cuando no se sea, porque fue y eso no lo podrá evitar nadie ni nada mientras haya una célula con la memoria de los nuestros incrustada en el sedimento de los siglos.

Papá quería ser grandioso para su hija y resulta que es sólo uno más de la manada. Bueno, me esforzaré en no destacar por aburrido ni por severo ni por áspero ni por nada que me haga ser yo sin pensar en ti.

También quería ser joven, y cada vez lo soy menos, pero yo creo que si tienes la mente abierta y dispuesta a soñar toda la vida es complicado que alguien te acuse de viejo. Unamuno siempre tuvo 30 años, igual que Machado. Borges llegó a los 45, pero Cortázar no pasó de los 40. Creo que Groucho Marx siempre tendrá veintipocos. Hay gente por ahí menos conocida a la que le ocurre lo mismo.

Todo lo que le espera a mi hija ha de ser bueno. Algo se torcerá, claro, porque imagino que otros padres pensaron lo mismo y al mundo no le sobran buenas personas. Prometo ser una viga, un paraguas y un almohadón, pero nadie sabe qué nos espera.

Ser padre hoy, sabiendo que el mundo visto desde una gran parabólica es un gran fiasco, tiene que ser, a la fuerza, una experiencia distinta en la forma. Tendremos que experimentar: redescubrirnos quizá, reencontrarnos con la naturaleza, las sonrisas, los gestos espontáneos y los juegos gratuitos al contacto con los demás.

Pero en el fondo tiene que ser lo mismo: amor.

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