En España, el debate más plural de todos es el que se celebró el pasado día 7. Según las encuestas, allí estaban los cuatro partidos que más votos obtendrán, no así los grupos con más representación en el parlamento actual. Por esa regla de tres se quedó fuera un partido histórico, la Izquierda Unida, heredera del PCE y con un Alberto Garzón a la cabeza que está realizando un enorme trabajo al frente de la formación de izquierdas.
Si la selección de los participantes (o mejor dicho, la exclusión de algunos) ya parece extraña, lo insólito es la ausencia de su personaje central, el actual Presidente del Gobierno y candidato a la reelección, Mariano Rajoy.
Supongo, no perderemos el tiempo en esto, que el debate de Atresmedia consiguió algún récord de audiencia. Presupongo también que los analistas políticos leyeron un debate con pocos contenidos y escasas revelaciones, excepto la mano abierta del PP a Ciudadanos, que Soraya Sáenz de Santamaría escenificó con muy poca soltura, como si se le acabara de escapar.
A modo de resumen, doy mi visión sobre los hechos de una noche que a mí, y espero que a muchos de mis ciudadanos, me supo a poco, a dejà-vu. Un tránsito decepcionante por un panorama político gris, pero que conviene analizar porque de esos lodos saldrán los pavimentos de nuestros próximos cuatro años.
Aprovecho mi análisis en Facebook por esquemático y directo. Cualquier rectificación al respecto saldría "contaminada" por lo que he leído.
1) Pedro Sánchez habló como si tuviera asegurada la presidencia del Gobierno. Tan sereno que parecía sedado. Tan controlado como un hombre de Estado. No parecía inmerso en una batalla electoral. Dio por hecho que Pablo Iglesias formaría tándem con un él para combatir a Soraya Sáenz y a Albert Rivera. Se le olvidó pactarlo antes, ¿o es que confundió la promesa de Podemos de apoyarlo como Presidente con una tregua en el debate? Sus propuestas sonaron a viejas y sus titubeos ante la sarcástica pregunta sobre el estado federal lo dejaron en evidencia.
2) Albert Rivera disparó sobre todo a PSOE y a Podemos. Sus balas de goma contra el PP fueron ignoradas por Soraya. Mostró coraje y furia en el estrado aunque siguió carente de ideas y sobrado de chulería. No respondió nunca a las preguntas y sigue sin saber la respuesta a interrogantes que se le abrieron en anteriores entrevistas como el caso de la intervención terrestre en Siria. Conoce todas las técnicas de oratoria y la del disco rayad la domina a la perfección.Ante las críticas no sabe cómo defender sus propuestas.
3) Pablo Iglesias quiso combatirlos a todos, en especial al PP, pero también se mostró duro contra el PSOE, como pareja de la alternancia "castista". Ninguneó a Ciudadanos en sus discursos aprendidos pero tuvo más de una rencilla inesperada que despertó al espectador del sopor general. Estuvo desaparecido en la segunda mitad hasta que dio el colofón perfecto con un discurso, otro, inteligente y emotivo. Iglesias sabe que en televisión cuenta tanto el final del programa como el 75 por ciento del resto.
4) Soraya Sáenz salió con la ventaja de no responder a las acusaciones que pudieran ir contra el Presidente, escondido en Doñana. Ante cualquier queja sobre sus números sacó a colación su estupenda gestión como vicepresidenta y presumió de incorrupta. Como era lógico, empezó recibiendo muchas críticas, pero las supo capear con la ventaja de negar la mayor y decir su verdad en un extraño debate pues había poco espacio para la réplica. Para sorpresa de propios y extraños, los otros tres candidatos se liaron a mamporros dialécticos y dejaron olvidada a la Vicepresidenta, que acabó indemne la partida hasta el gancho final de Iglesias. Rivera nunca fue a hacerle daño y si Sánchez lo intentó apenas la rozó.
CONCLUSIONES:
Pierde Pedro Sánchez: gris y diplomático. Habla como Presidente, sin querer mancharse en el barro.
Tercero: Pablo Iglesias: empezó bien, luchador e inquisitivo, pero se diluyó sin remedio hasta que dio su estupendo discurso de despedida.
Segundos:
Albert Rivera mostró garra y ganas. Hay ciudadanos que confunden la pasión con la competencia y podría convencer a mucha gente que necesita un líder seguro de sí mismo, agresivo y con los mensajes bien trituraditos.
Soraya Sáenz esquivó las primeras balas y consiguió ponerse el traje de camuflaje. Incordió fuera de turno a los que la criticaron y el espectador no se enteró. Se escudó en unos números que nunca sabremos qué tienen de cierto y qué de falso. Además, tenía la ventaja de que no la podían responsabilizar prácticamente de nada.
Primero y ganador indiscutible:
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