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Poema II

El autómata tonto

De pronto te veo al trasluz
de un pensamiento vano
y descubro que vivo
para merecerte.
Algunas veces, más
de las que quisiera,
(lo confieso)
se me olvida
quién me da el aire
que respiro
cuando me asfixio.
Es como quererte
sin notarme el pulso.
Lo hago a menudo.
Así es, así de tonto.
Pero, te juro que no sé
si te lastimo o me ignoras,
hasta verlo en tus ojos.
Es otro de tus milagros.
Recupero la vista
y quiero ahogarme
en la lágrima que cae,
resbaladiza y clara,
tan dulce si no fuera tuya…
pero amarga como la corteza
de un olmo seco
al que quisiera subirme.
Aunque disimule bien,
tu mal me deja sin resuello.
Y te alejo, te tacho, te borro,
y convierto el “nosotros”
en un “yo más tú” culposo
que me duele más a mí
que a ti, amor,
y que tú no lo sabes,
pero es sólo la estrategia
más tonta, por automática,
para no ver mi tontería
en tus ojos de agua clara.

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