La vida se me ha complicado, pero pensándolo bien no es una buena excusa. Escritores los ha habido hasta sin brazos, por tanto, no creo que sea tan raro que un escritor escriba su obra sin tiempo.
Ahora tengo algunas cosas claras que nunca antes había tenido, y parece que he sido el último en aprenderlo, pero no me pienso derrumbar pensando en lo imperfecto que soy, porque es una obviedad y no me ayudará a nada.
Para este curso la prioridad es una novela nueva. Dicen las malas lenguas que los temas son los de siempre. Reconozco que hay una vuelta al pueblo, pero también creo que no lo planteo así, sin más. Quiero creer que es algo un poco más complejo. Aunque reconozco que no cejaré hasta plasmar mi experiencia vital del autoexilio en una novela. Eso, lo siento, pero no puedo evitarlo.
Será una novela de personajes, pero también de intriga. El pasado cuenta mucho. Bueno, yo creo que casi todas las novelas que me gustan cuentan con estos ingredientes.
No puedo decir nada más. Es el menos peliculero y extraño de mis proyectos, algo que creo que me va a beneficiar, porque se entenderá bastante bien, al menos a varios niveles, y, por otra parte, el lector no tendrá que tragarse sapos y culebras para encontrar verosímiles lugares y personajes.
Eso por un lado.
Si me queda tiempo, me gustaría rescribir por completo Raval Sunrise y dejarme de experimentos para construir una novela negra casi al uso. Llego a esta conclusión no porque me venda al gusto del público sino porque considero que hay demasiada autobiografía en una novela surrealista y negra a partes iguales. Demasiado ambiciosa para un escritor como yo. Lo primero es reconocerlo.
Después también tengo pendiente la rescritura de Hijo de machepa para darle una unidad de novela y no dejarla en una sucesión de cuentos más o menos humorísticos. La sensación de haber escrito un Mortadelo y Filemón se ha convertido en un aguijón que me tengo que extirpar.
Y con esto ya está bien, creo. Aunque seguramente surgirán proyectos que me llenen de ilusión en algún momento. Pero tengo que mantener el cajón de proyectos cerrado con siete llaves para no perderme en mil y una obras empezadas y aparcadas sin solución de continuidad.
Si escribo algo nuevo casi seguro que será una obrita de teatro de humor, y si me queda tiempo para novelas experimentaré con el género del reportaje novelado o de la novela periodística muy al estilo de El adversario, de Carrère, o de A sangre fría, que no necesita presentación. Tengo dos temas previstos: uno me lo van a chafar en pocos meses (ya lo anunciaré si es así), y el otro creo que siempre estará ahí porque nadie va a escarbar en algo así (de todos modos también requerirá de mucho trabajo de investigación).
Eso es todo. Si consigo la mitad de mis objetivos creo que me regalaré un post de autobombo y platillo. Espero que sea así, y prometo hacerlo con humor para que no resulte en una indigestión.
Ahora tengo algunas cosas claras que nunca antes había tenido, y parece que he sido el último en aprenderlo, pero no me pienso derrumbar pensando en lo imperfecto que soy, porque es una obviedad y no me ayudará a nada.
Para este curso la prioridad es una novela nueva. Dicen las malas lenguas que los temas son los de siempre. Reconozco que hay una vuelta al pueblo, pero también creo que no lo planteo así, sin más. Quiero creer que es algo un poco más complejo. Aunque reconozco que no cejaré hasta plasmar mi experiencia vital del autoexilio en una novela. Eso, lo siento, pero no puedo evitarlo.
Será una novela de personajes, pero también de intriga. El pasado cuenta mucho. Bueno, yo creo que casi todas las novelas que me gustan cuentan con estos ingredientes.
No puedo decir nada más. Es el menos peliculero y extraño de mis proyectos, algo que creo que me va a beneficiar, porque se entenderá bastante bien, al menos a varios niveles, y, por otra parte, el lector no tendrá que tragarse sapos y culebras para encontrar verosímiles lugares y personajes.
Eso por un lado.
Si me queda tiempo, me gustaría rescribir por completo Raval Sunrise y dejarme de experimentos para construir una novela negra casi al uso. Llego a esta conclusión no porque me venda al gusto del público sino porque considero que hay demasiada autobiografía en una novela surrealista y negra a partes iguales. Demasiado ambiciosa para un escritor como yo. Lo primero es reconocerlo.
Después también tengo pendiente la rescritura de Hijo de machepa para darle una unidad de novela y no dejarla en una sucesión de cuentos más o menos humorísticos. La sensación de haber escrito un Mortadelo y Filemón se ha convertido en un aguijón que me tengo que extirpar.
Y con esto ya está bien, creo. Aunque seguramente surgirán proyectos que me llenen de ilusión en algún momento. Pero tengo que mantener el cajón de proyectos cerrado con siete llaves para no perderme en mil y una obras empezadas y aparcadas sin solución de continuidad.
Si escribo algo nuevo casi seguro que será una obrita de teatro de humor, y si me queda tiempo para novelas experimentaré con el género del reportaje novelado o de la novela periodística muy al estilo de El adversario, de Carrère, o de A sangre fría, que no necesita presentación. Tengo dos temas previstos: uno me lo van a chafar en pocos meses (ya lo anunciaré si es así), y el otro creo que siempre estará ahí porque nadie va a escarbar en algo así (de todos modos también requerirá de mucho trabajo de investigación).
Eso es todo. Si consigo la mitad de mis objetivos creo que me regalaré un post de autobombo y platillo. Espero que sea así, y prometo hacerlo con humor para que no resulte en una indigestión.
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