A quien le gusta el cine como espectáculo y arte por encima del resto, el ocaso que está viviendo el mundo del celuloide no puede depararle sonrisa alguna. Y lo digo a propósito del contento general que detecto en quienes aseguran que la mayor calidad de las series de televisión compensan el menor calado de las producciones televisivas.
Pues malditas sean las series, porque lo uno no puede compensar a lo otro. Nunca.
Puede que haya, y los hay, profesionales transversales que lo mismo se embarcan en una serie que una película. Me parece comprensible, pero que nadie olvide que los lenguajes, los códigos y las expectativas son distintas en cine y televisión.
No soy un teórico de la materia, pero cualquiera puede apreciar tres factores:
1. Una serie de televisión tiene muchos padres, por lo que la firma del autor, a veces sobrevalorada en el cine (todo hay que decirlo), se difumina, de manera que las producciones se parecen mucho unas a otras, al margen de que pasan por tantas manos que de una temporada a otra puede distar un abismo.
2. La serie de televisión depende casi exclusivamente de la audiencia y si la gente no la sigue se le corta el grifo. Una película, en cambio, ya está realizada, así que si gusta o no poco afecta a su resultado final (algunos rectificados posteriores se han visto, pero no son significativos), si acaso afecta a la distribución. Hoy en día es, como ayer, un varapalo económico para los productores, pero la obra no deja de existir nunca y, gracias a Internet, se puede encontrar casi siempre.
3. Los festivales de cine siguen teniendo prestigio y los buenos siguen exigiendo unos niveles de calidad. Algo que no parece probable en el mundo de las series, porque lo importante es entretener.
Después de redactar estos tres factores diferenciales se me ocurren otros más, pero tampoco es cuestión de hacer un tratado para el que tampoco tengo conocimientos ni tiempo.
Rastreo por Internet listas de series que no debo perderme y me llegan recomendaciones de todas partes. Sinceramente, estoy saturado.
Ahora quisiera completar esta crítica de la situación que tantos ven como positiva, pero que yo sufro delante de las pantallas de cine con producciones cada vez menos inspiradas, con una lista de series que entiendo que están sobrevaloradas.
Breaking bad: tristona, carente de ritmo, un pozo de desesperanza.
The Wire: insoportable seudodocumental sobre quinquis que van de un lado a otro y policías sin trasfondo psicológico que más bien parecen ornitólogos.
Narcos: espectáculo para que se luzcan los malos dando muestras de violencia y escasos valores morales sin que descubra nada nuevo ni exista ningún espejo en el que reflejar que hay otras aristas en el plano de los narcotraficantes, todos puteros, salvajes y kamikazes.
Treme: Ver The Wire.
Juego de tronos: medidor del nivel de postureo. Salvaje, rápida y con un mundo distópico de dragones y brujos que me aburren.
Me llamo Earl: clásico del humor, que casi nunca es gracioso.
El ala oeste de la Casa Blanca: aburrida. Sin más.
Las anteriores se consideran muy buenas series de televisión. En realidad, no son malas, pero me parece que la presión para que todos afirmemos que son maravillosas juega en su contra (a pesar de que a las ventas les va de maravilla).
Hay otras series que todavía soporto menos, y son ésas que a la chita callando, sin que nunca aparezcan entre las mejores de ninguna categoría, van acumulando temporadas no se sabe por qué criterios. A saber: Castle, Mentes criminales, Supernatural, las distintas CSI, El mentalista, etc. Series que se emiten ininterrumpidamente, a veces saltándose el orden cronológico.
Son series al uso.
Luego hay otras que están entre el reality y la ficción que no soporto, y que merecen otro post en cualquier otro momento.
Pues malditas sean las series, porque lo uno no puede compensar a lo otro. Nunca.
Puede que haya, y los hay, profesionales transversales que lo mismo se embarcan en una serie que una película. Me parece comprensible, pero que nadie olvide que los lenguajes, los códigos y las expectativas son distintas en cine y televisión.
No soy un teórico de la materia, pero cualquiera puede apreciar tres factores:
1. Una serie de televisión tiene muchos padres, por lo que la firma del autor, a veces sobrevalorada en el cine (todo hay que decirlo), se difumina, de manera que las producciones se parecen mucho unas a otras, al margen de que pasan por tantas manos que de una temporada a otra puede distar un abismo.
2. La serie de televisión depende casi exclusivamente de la audiencia y si la gente no la sigue se le corta el grifo. Una película, en cambio, ya está realizada, así que si gusta o no poco afecta a su resultado final (algunos rectificados posteriores se han visto, pero no son significativos), si acaso afecta a la distribución. Hoy en día es, como ayer, un varapalo económico para los productores, pero la obra no deja de existir nunca y, gracias a Internet, se puede encontrar casi siempre.
3. Los festivales de cine siguen teniendo prestigio y los buenos siguen exigiendo unos niveles de calidad. Algo que no parece probable en el mundo de las series, porque lo importante es entretener.
Después de redactar estos tres factores diferenciales se me ocurren otros más, pero tampoco es cuestión de hacer un tratado para el que tampoco tengo conocimientos ni tiempo.
Rastreo por Internet listas de series que no debo perderme y me llegan recomendaciones de todas partes. Sinceramente, estoy saturado.
Ahora quisiera completar esta crítica de la situación que tantos ven como positiva, pero que yo sufro delante de las pantallas de cine con producciones cada vez menos inspiradas, con una lista de series que entiendo que están sobrevaloradas.
Breaking bad: tristona, carente de ritmo, un pozo de desesperanza.
The Wire: insoportable seudodocumental sobre quinquis que van de un lado a otro y policías sin trasfondo psicológico que más bien parecen ornitólogos.
Narcos: espectáculo para que se luzcan los malos dando muestras de violencia y escasos valores morales sin que descubra nada nuevo ni exista ningún espejo en el que reflejar que hay otras aristas en el plano de los narcotraficantes, todos puteros, salvajes y kamikazes.
Treme: Ver The Wire.
Juego de tronos: medidor del nivel de postureo. Salvaje, rápida y con un mundo distópico de dragones y brujos que me aburren.
Me llamo Earl: clásico del humor, que casi nunca es gracioso.
El ala oeste de la Casa Blanca: aburrida. Sin más.
Las anteriores se consideran muy buenas series de televisión. En realidad, no son malas, pero me parece que la presión para que todos afirmemos que son maravillosas juega en su contra (a pesar de que a las ventas les va de maravilla).
Hay otras series que todavía soporto menos, y son ésas que a la chita callando, sin que nunca aparezcan entre las mejores de ninguna categoría, van acumulando temporadas no se sabe por qué criterios. A saber: Castle, Mentes criminales, Supernatural, las distintas CSI, El mentalista, etc. Series que se emiten ininterrumpidamente, a veces saltándose el orden cronológico.
Son series al uso.
Luego hay otras que están entre el reality y la ficción que no soporto, y que merecen otro post en cualquier otro momento.
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