Sí, Stelvin también trabaja de estatua. |
Un
hijo de machepa en argot dominicano es el garbanzo negro de la olla, el gafe,
el pupas, algo de lo anterior, o todo a la vez.
Stelvin
de las Casas vino de Santo Domingo con su mujer embarazada y ahora tiene tres
niños en L’Hospitalet, a una acera de distancia de Barcelona.
De familia rica y
licenciado en derecho, Stelvin nunca ha podido ejercer en España y dedica su
tiempo a explorar los barrios y a filosofar según su instinto y un amor por la
naturaleza. Se lleva fatal con su padre y no acepta el dinero de su madre. En realidad, él vive en un mundo propio y necesita muy poco para vivo.
Ajeno al dinero y alérgico a las prisas, Stelvin recibe el
ultimátum de Altagracia, su mujer. O encuentra un trabajo o ya se puede ir
buscando otra casa.
Tras enfundarse su viejo traje de los domingos, el escuálido y
torpe Stelvin se presenta a su primer empleo como estibador del puerto.
No sabe
que le esperan hasta veintitrés empleos más en el curso de un año en el que
ejercerá desde animador de hotel, espeleólogo, guardia-jurado a Papa Noel.
Los distintos trabajos de Stelvin se clasifican en episodios que pueden leerse independientemente o, en global, como una novela.
Además, cada nuevo episodio viene marcado por una o varias fechas importantes para los dominicanos, los catalanes o los españoles.
La intención del autor es llevar el humor a una situación delicada, la del inmigrante, a través de un personaje cómico, un buen salvaje inspirado en la genial obra Marcovaldo, de Italo Cavino.
También está presente la reflexión crítica sobre la ciudad de Barcelona, aunque la aspiración de Hijo de machepa es lograr una universalidad a través de unos personajes ubicados en un lugar concreto.
En la actualidad, está en proceso de estudio por parte de cuatro editoriales distintas. Si a finales de 2015 no ha encontrado editor, probablemente lo publique en Amazon.
Puedes leer las primeras páginas en este enlace.
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