Perdonad que insista, pero en el campo de las ideas ir cambiando todo el rato de argumento no me parece una muestra de riqueza. Al contrario.
El caso es que hay que separar la parte creativa y literaria de la escritura, y el resto, que es básicamente, todo lo que conforma la puesta en circulación del texto para su lectura.
Para lo primero, nada mejor que la ficción. Nado muy a gusto en las aguas imperfectas que voy trazando gracias a lo que capto y querría captar, a lo que otros captan, o lo que no captan. Es mi captura del mundo. Es mi libertad.
Para lo otro se me pide que:
1. Busque un editor.
2. O en su defecto, un agente literario.
3. Invierta en una página web.
4. También en redes sociales.
5. Invierta más en corregir el estilo del libro.
6. Por supuesto, la ortografía.
7. Si nada de lo anterior funciona, invierta en sellos y fotocopias para llevar el texto a concursos.
8. Si nada de nada... Buscar una editorial que se preste a coediciones. Por lo tanto, a pagar, a negociar, y a esperar.
9. Como último recurso, búscate la vida con la autopublicación.
10. Y una vez te gastes el dinero y te esfuerces en que salga bien el libro, invierte en promocionarlo.
Me parece comprensible. Correcto. Es lo que hay y no merece la pena rasgarse las vestiduras. Pero, ¿tan difícil es entender que a mí, como escritor, no se me dé bien ninguna de las tareas anteriores? Al fin y al cabo, ¿no se trata de escribir bien? ¿No es suficientemente complicado?
Parece que no, que el buen escritor debe de ser, cual superwoman, mucho más que un escritor. Igual que un profesor que sabe enseñar su materia no es suficiente, ni un licenciado sin su máster y sus internships internacionales y su experiencia.
No basta con saber escribir para que te lean. ¿Y el que falla soy yo? Perdón por no modificar mi ADN para reformular toda mi estructura neuronal y convertirme en el perfecto editor, publicista, mercader, gestor de contenidos, webmaster, maestro de ceremonias y rico de solemnidad. Perdón.
El caso es que hay que separar la parte creativa y literaria de la escritura, y el resto, que es básicamente, todo lo que conforma la puesta en circulación del texto para su lectura.
Para lo primero, nada mejor que la ficción. Nado muy a gusto en las aguas imperfectas que voy trazando gracias a lo que capto y querría captar, a lo que otros captan, o lo que no captan. Es mi captura del mundo. Es mi libertad.
Para lo otro se me pide que:
1. Busque un editor.
2. O en su defecto, un agente literario.
3. Invierta en una página web.
4. También en redes sociales.
5. Invierta más en corregir el estilo del libro.
6. Por supuesto, la ortografía.
7. Si nada de lo anterior funciona, invierta en sellos y fotocopias para llevar el texto a concursos.
8. Si nada de nada... Buscar una editorial que se preste a coediciones. Por lo tanto, a pagar, a negociar, y a esperar.
9. Como último recurso, búscate la vida con la autopublicación.
10. Y una vez te gastes el dinero y te esfuerces en que salga bien el libro, invierte en promocionarlo.
Me parece comprensible. Correcto. Es lo que hay y no merece la pena rasgarse las vestiduras. Pero, ¿tan difícil es entender que a mí, como escritor, no se me dé bien ninguna de las tareas anteriores? Al fin y al cabo, ¿no se trata de escribir bien? ¿No es suficientemente complicado?
Parece que no, que el buen escritor debe de ser, cual superwoman, mucho más que un escritor. Igual que un profesor que sabe enseñar su materia no es suficiente, ni un licenciado sin su máster y sus internships internacionales y su experiencia.
No basta con saber escribir para que te lean. ¿Y el que falla soy yo? Perdón por no modificar mi ADN para reformular toda mi estructura neuronal y convertirme en el perfecto editor, publicista, mercader, gestor de contenidos, webmaster, maestro de ceremonias y rico de solemnidad. Perdón.
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