Regreso al origen
Extraño tanto mi tierra extraña,
con sus caricias frías,
sus cálidas fustigaciones,
y, en fin, con el sabor a infancia,
que evito visitarla en sueños
cada noche, por fría que sea,
para no herirme.
Pero habito en ella
hasta que el alba
me traslada a otro lugar
extraño.
Hasta ahora, la nostalgia
me helaba la sangre, y encontré
en la negación de mi simiente
la rima perfecta de una liberación.
Agua vaporosa y envenenada
que no había de beber;
pero que engullí como el ave
que surcó el Paraíso
por una flor estridente.
Un raudal de pétalos
destinados a pudrirse.
Y poco más.
Ahora ya lo sé,
el pasado nos pertenece,
como la sonrisa automática
cuando otra sonrisa aflora
entre el hormigón y el asfalto,
sea la cara de un niño
o una simple hormiga.
Volveré para no quedarme,
para un nunca pasajero,
y siempre que me embriague
con la brisa mediterránea,
descastada,
dejaré brotar su aroma por unas venas,
anegadas al capricho de haber nacido
en
Tan mágico que no habrá habitante
que se la merezca más que yo.
Por eso, quizá, vivo con la tranquilidad
de que la fama me pasará de largo.
Démosle fama pues a la ciudad
que truena dormida
y se deja mecer despierta.
Cruce de sierras
y caminos de arena.
Mi tierra,
y con lo que yo la quiero,
de nadie más que mía.
David Navarro, diciembre de 2008
Apostilla: Nótese que mi estilo poético anda más cerca de Los morancos que de Ángel González, pero tenía que intentarlo.
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