Si la película Volver a empezar, de José Luis Garci, parece, sacada de contexto, una obra que reivindique el derecho a perpetuarse, mi vida, en cambio, tiene mucho que ver con el resto de vidas con las que me voy cruzando: y es que cada cierto tiempo me toca reinventarme. Soy amigo de algunas personas que hubiera preferido no conocer y, mira por dónde, gente que me interesa de veras queda lejos de saborear un café conmigo. He viajado allá donde me ha permitido el bolsillo. Islandia, La India y Nueva Zelanda siguen ahí, en mi idolatría, pero nunca hay billetes para mí. He sido fraile antes que monaguillo en el mundo editorial. Hoy nadie me recuerda en ese zoco árabe del que tampoco guardo estampas memorables.
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