El sendero hacia el camposanto sigue estando allí, aunque por delante han levantado dos manzanas de chalets. Me gustaba pasear por ese camino porque se podía escuchar el silencio entre los chasquidos del viento contra las ramas. Ya no es igual. No es que moleste el ruido de la gente que habita las casas. Más bien no vive nadie durante la mayor parte del año. Sin embargo, los coches van y vienen. Como si obligaran a sus dueños a no estarse quietos ni un segundo.
Opinión, cine, música, humor y mis artefactos literarios. Sígueme en Twitter: @dconsigomismo